Enamorarme... fue muy fácil

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Varios días después

A veces se sentía estúpida con ella misma. ¡Y es que era imposible no sentir aquello! No cuando estaba tan frágil emocionalmente, hasta el punto de empezar a sentir cosas por Gellyan.

Desde que él había aceptado quedarse con ella, Helena lo veía todo el día. Estaban todo el tiempo juntos, ya que ella trabajaba desde su casa para la empresa de su papá.

Y ya no sabía que le gustaba más de él, si su sonrisa, su mirada, su voz, su transparencia o qué.

Y no quería ilusionarse, pero comenzaba a sentir que él también estaba despertando sentimientos por ella, por la forma en como se le quedaba viendo.

—Oye, melenudo —sonrió divertida sentándose junto a él en el sofá—. Ya terminé con mi trabajo ¿Te parece si salimos un rato a pasear?

Habían empezado un nuevo año juntos, que Helena se había negado a pasar en la casa de su madre, con su padrastro y hermanastros.

—¿A dónde iríamos?

—Pues, la temperatura ha bajado considerablemente, pero pensé que sería buena idea salir un rato, comprar algunos alimentos para la noche y estos días, y pasar por una cafetería o algo así. Un lugar donde podamos comer y tomar algo calentito.

—De acuerdo —sonrió poniéndose de pie—. Iré a cambiarme, y luego tú puedes peinarme.

—¡Ay claro que sí! —chilló feliz.

Adoraba peinarlo ¡Le encantaba hacerlo! Y al parecer, a él también le gustaba que ella lo hiciera.

***

La observó hablar, mientras ella miraba hacia afuera, señalando unos negocios de en frente. Estaban en una cafetería, y ambos ya tenían sus pedidos en la mesa.

Gellyan tomó su taza con café, y bebió un poco. Helena lo miró por un momento, le dio un sorbo a su chocolate caliente, y luego volvió a mirar hacia afuera, al cielo, hablándole de cuánto le gustaría que nevara.

Respiró profundo, y luego se inclinó hacia adelante, hacia ella. Helena giró su rostro al sentir la cercanía de él, y sin dejarla reaccionar, la besó, tomándola por sorpresa.

Fue un beso casto, apenas rozar sus labios con los de ella, pero un pequeño acto suficiente para que la jovencita ya no pudiera sacárselo de la mente.

Abrió lentamente sus ojos, y lo miró sorprendida, con las mejillas rojas. Ni siquiera sabía que decirle al respecto.

—Lo siento, yo... No pude evitarlo. Te ves muy linda cuando hablas tan entusiasmada —le dijo en un tono bajo el rubio.

Helena lo miró a los ojos, y luego cerró los suyos, antes de tomarlo del rostro y besarlo esta vez ella, rozando más que sus labios, cuando Gellyan la aceptó.

Tal vez no se había equivocado, él sentía lo mismo.

***

Con cada nuevo beso, caricia, sentía que podían llegar a más. Y aunque su lado racional le decía que no, porque sólo hacía casi dos semanas que lo conocía, su lado irracional le estaba nublando el juicio.

Y ya no parecía tan lindo estar a solas con Gellyan, porque lo único que quería, y sentía en ese momento, eran ganas de estar con él.

Bajó con lentos besos por su cuello, y metió una de sus manos dentro la camiseta de ella, subiéndola hacia sus pechos.

La escuchó jadear bajo, cuando rozó el pezón entre sus dedos, y subió a su boca, para volver a besarla.

—Gellyan.

—¿Qué? —le preguntó sin dejar de besarla.

Helena lo tomó de los hombros, y suavemente lo alejó de ella, cerrando los ojos, agitada.

—E-Esperemos un poco —le pidió en un tono bajo.

La miró, confundido. ¿Por qué le pedía eso? Si ella estaba tan excitada como él, Helena también lo quería, y podía sentirlo.

—¿Por qué?

—No n-nos conocemos lo suficiente —murmuró.

Gellyan asintió con la cabeza y quitó su mano de su pecho. Se sentó en el sofá, y miró hacia abajo... Incómodo.

—Lo siento, Helena.

La jovencita lo miró, y se sentó también.

—No te disculpes, también quiero hacerlo, pero deberíamos esperar un poco más.

—Sí, tienes razón.

¿Qué diablos estaba haciendo? Se estaba dejando llevar por sus estúpidos instintos. Y es que hacía tanto tiempo no estaba con una mujer, que estaba actuando como un estúpido.

—Gellyan ¿A dónde vas? —le preguntó al ver que se ponía de pie.

—Al baño, ya regreso.

—De acuerdo —murmuró, viéndolo irse.

Respiró profundo y luego soltó el aire suavemente, acostándose hacia atrás en el sofá, cerrando los ojos. Sabía que había hecho lo correcto, ni siquiera tenían condones.

...

Regalo de NavidadWhere stories live. Discover now