Puedo hacerlo

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Lo besó suavemente, y lo abrazó, cerrando los ojos.

—Descansa.

—Espera —le dijo abrazándola, apoyando su cabeza en el hombro de Helena, cerrando los ojos también.

—¿Qué pasa?

—Nada, sólo quiero sentirte un poquito más.

Al escuchar aquello, lo abrazó más fuerte, besando su hombro, girando su cabeza para poder besarlo en la mejilla y el cuello. Gellyan era tan tierno, tan dulce.

—Quédate un poco más así conmigo —ronroneó.

Helena sonrió y le acarició la espalda. Aún se le hacía extraño escucharlo ronronear, o escuchar los sonidos tan particulares que él emitía.

—Sé que algún día podremos dormir juntos, y te abrazaré toda la noche.

Se estremeció al escuchar aquello, sintiendo una sensación extraña en su vientre, agradable... ¡¿Cómo diablos podía sentirse tan enamorada de él?!

—Gellyan.

El rubio respiró profundo, y se alejó de ella sólo para besarla, un beso lento, antes de liberarla.

—Descansa, Helena.

—T-Tú también —murmuró.

Se alejó con pasos torpes de él, y Gellyan se acostó en el sofá, suspirando, abrazando una almohada. La deseaba tanto, que ya no sabía que hacer con las ganas.

"Piensa en otra cosa, piensa en otra cosa..."

***

—Tu hijo es muy lindo.

—Sí, salió a mi —sonrió el muchacho frente a Gellyan, quién cargaba al bebé en brazos.

El pequeño recién tenía dos meses de nacido, y era una cosita tierna hermosa. Era un gatito muy dormilón, desde que Gellyan había llegado a visitar a su amigo, el bebé no se había despertado.

—¿Qué se siente tener un hijo?

—Mm, no lo sé, todo es nuevo y extraño a la vez. Pero Marcela es quien lo cuida la mayor parte del tiempo, después de todo.

—¿Cómo está ella?

—Dramatizando —le dijo rodando los ojos—. Subió veinte kilos durante el embarazo, y en dos meses sólo bajó cuatro. Ahora se siente gorda, fea, y es un dolor de culo aguantarla.

—Deberías entenderla también. Ella debe sentirse muy insegura con su cuerpo.

—¿Hablas en serio, Gellyan? Ella nunca tuvo un cuerpo bonito tampoco —le murmuró—. Desde que la conozco sufre de sobrepeso, sólo que ahora está más gorda.

Gellyan miró al muchacho y frunció levemente el ceño, poniéndose de pie luego.

—Debo irme ya, sólo pasaba a saludar.

—Oye, ahora que lo pienso, estás muy bien vestido ¿De dónde has sacado esa ropa?

—De una iglesia, estaban regalando ropa.

—Dime donde es, está mucho mejor que la que me compro —rio.

El rubio sonrió levemente y luego caminó hasta la puerta, para despedirse del joven padre e irse. No le parecía correcto todo aquello, pero él no era nadie para juzgarlo después de todo.

Se acomodó la bufanda, y caminó hasta la casa de Helena, que estaba a unas quince cuadras de allí.

***

Observó por la ventana que era Gellyan quién tocaba el timbre y le abrió el portón, continuando ella preparando unas galletas para la merienda.

El rubio entró unos segundos después, y se fue hasta la cocina, donde Helena estaba estirando la masa.

—¿Cómo está tú amigo? —sonrió, eligiendo un cortante.

Gellyan la miró, y luego la tomó del rostro con una de sus manos, para besarla, haciéndola sonreír.

—Creí que era la única que extrañaba cuando no te veía —sonrió contra sus labios, antes de darle un beso corto ella.

—También lo hago. Mira, me la encontré en el camino, y pensé que te gustaría —le dijo dejando una florecita de seis grandes pétalos, dos morados oscuros, y cuatro blancos, con un centro amarillo.

—¿De dónde la sacaste? —rio—. Está muy bonita, pero esta no es una flor silvestre, de seguro alguien la plantó.

—Pero tenía muchas, una sola no iba a hacer la diferencia.

—Sí, pero si no quieres que te insulten, no la tomes la próxima vez. Gracias de todos modos, me encanta —sonrió tomándola, para ponerla dentro de un vaso con agua.

—¿Qué preparas? —le preguntó sentándose junto a la mesa.

—Galletas, ya has probado que la comida salada no me sale bien, pero la dulce sí.

—A mi me gusta todo lo que haces —le dijo tomando unos confites de chocolate.

—Tú realmente eres un amor, Gellyan.

La miró a los ojos, y cuando la tuvo cerca de nuevo, la tomó de la cintura y la acercó a él, para poder besarla nuevamente. No, allí la única persona buena, dulce, hermosa y maravillosa era ella.

Helena se merecía ser amada como nadie, y él se estaba esforzando por hacerla sentirse querida, amada.

—Comienzo a sentir que tú eres mi amor —le dijo en un tono bajo, antes de volver a besarla.

...

Regalo de NavidadWhere stories live. Discover now