Mimos

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—Mira que bonita esfera, mi amor —sonrió dándole una esfera del árbol, mientras lo armaba.

Faltaba una semana para navidad, y ella recién podía dedicarse a decorar su casa. Entre el trabajo, cuidar a la bebé y visitar a Gellyan, casi ni dormía ya.

—Si todo sale bien, tu papá estará aquí con nosotras para navidad —sonrió, mirando como Sofía observaba curiosa las luces navideñas.

Terminó de decorarlo, y luego se fue con la niña hacia la cocina, a prepararse el almuerzo. Dentro de una semana, se cumpliría un año desde que lo había conocido.

Un año en el que había cambiado completamente su vida... En un año, había vivido más cosas que en toda su vida hasta ahora.

Miró a su hija, quién se estaba chupando el puñito, y sonrió suavemente. Ese era su regalo de navidad, definitivamente.

—Ey, rubia hermosa —le habló captando su atención, sonriendo—. Te amo, mi amor.

***

—Hola amorcito, despertaste —sonrió mirando los ojitos azules de su hija.

—Menos mal que lo hizo aquí —pronunció Helena marcando su piso, estando los tres en el ascensor.

—Perdón por los inconvenientes, Hele.

—Luego hablamos de eso, ahora lo importante es que ya estás mejor, y pasarás navidad con nosotras.

Se colocó detrás de la silla de ruedas donde estaba Gellyan, y la empujó suavemente, bajando del ascensor.

—Sostén bien a Sofi.

—Sí.

Era un inconveniente vivir en un departamento al cual había que subir por ascensor, teniendo la silla de ruedas, y con pasillos tan angostos, pero era la única casa que Gellyan tenía en ese momento.

—¿Por qué me mira raro? —sonrió observando a la bebé, que lo miraba curiosa.

—Quizás porque estás todo despeinado —sonrió divertida Helena, abriendo la puerta de su casa, para volver a tomar la silla de ruedas, y así entrar los tres.

—Papá se peinará mejor cuando pueda usar ambos brazos —sonrió cálidamente, dándole un beso en la frente a la niña—. Te amo mucho, hijita.

Le dio más besos suaves por el rostro, y la escuchó ronronear, llenándole el alma.

—Tú le dices que la amas, y es automático, comienza a ronronear. Sabe que es un gatita muy amada —sonrió Helena, viéndolos a ambos.

Sofía también había extrañado a su papá.

—Muy bien, hombre de acero ¿Qué quieres comer?

¿Hombre de acero? Tenía un humor bastante ácido, pero de todos modos lo hizo reír. Sus fracturas eran tan graves, que habían tenido que ponerle una placa con tornillos en su pierna y brazo derecho, debido a lo destrozado que tenía sus huesos.

Por eso mismo motivo, Gellyan ni siquiera iba a poder trabajar por durante un año, mínimo. Les habían advertido que los tornillos tendría que llevarlos por alrededor de tres o cuatro meses, y después debía hacer fisioterapia para volver a caminar y usar ese brazo.

—Lo que quieras cocinar, no te preocupes por mí.

—De acuerdo, veré la lista de alimentos que me recomendaron que comieras y si tengo algo en la cocina. ¿Quieres que te deje a Sofi en el coche?

—No, puedo tenerla así.

—Sí se pone fastidiosa, llámame. Cuando tiene hambre se pone inquieta.

***

Entró a la habitación, luego de terminar su jornada laboral, y sonrió cálidamente al ver que Sofía estaba durmiendo junto a Gellyan, abrazándolo.

Tomó su celular, y les sacó una foto. Su bebita sólo tenía un mes, pero se notaba que había extrañado mucho a su padre. Desde que Gellyan había ido a su casa, la niña sólo quería estar con él.

Pedía ir con su madre cuando tenía hambre únicamente.

—Ey, hombre de acero ¿Me prestas un ratito a mi hija también? —sonrió hablando en un tono bajo, despertando al rubio.

—Ella es un ángel —sonrió besando la frente de la niña, escuchándola ronronear.

—Sólo cuando está contigo. Creo que de cierta forma, entiende que tú no te sientes bien, y necesitas cuidados.

—Es preciosa.

Helena sonrió y tomó con cuidado a la bebé, quién al estar contra el pecho de su madre, comenzó a buscar con los ojos cerrados de mamar, haciéndola reír.

—Ah ¿Ahora sí te acuerdas que tienes madre, no? Sólo me quieres porque soy tu banco de leche.

Gellyan observó cómo ella se abría la camisa y le daba el pecho a la niña, sonriendo al escucharla ronronear gustosa.

—Luego de alimentarla a ella, te ayudaré a sentarte. De seguro necesitas ir al baño también, y tomar una ducha.

—Gracias, Hele. Yo sé que no merezco que tú estés haciendo todo esto por mí, que-

—No es momento de hablar de esto, ni remover el pasado. Si hubiese sido como mi madre, habrías terminado en la calle. Qué mujer más rencorosa —suspiró.

—Tú papá le hizo mucho daño, como yo a ti —murmuró, mirando hacia abajo.

—No, fue completamente diferente. Mi papá engañó a mi mamá con la mujer de su amigo. Lo peor de todo, es que eran muy buenos amigos, y ella terminó embarazada de mí padre. Y fue un escándalo, porque después de eso, salieron muchas otras más infidelidades. Hasta la típica, con nuestra ama de llaves.

—Creo que entiendo un poco porque tu madre me odia tanto.

—Mi mamá odia a todos los hombres, a excepción de mi hermano y su bebé.

...

Regalo de NavidadUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum