7. Buenas noches

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S I E T E

» Es posible que se observe en el afectado un distanciamiento de los amigos y los familiares, menor desempeño en la escuela, trastornos del sueño, humor irritable o depresivo y falta de motivación.

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Era de noche cuando Jayden intentaba abrir la puerta de su habitación con un pedazo de metal de un perchero que había logrado pasar desapercibido entre sus cosas. 

El día anterior habían encontrado el cadáver de otra chica, quien se desangró hasta morir en medio de uno de los pasillos, y no podía quedarse tranquilo.

Se encontraba solo y todo a su alrededor estaba sumido en un espeso silencio, debido a que aún no le asignaban a un nuevo compañero después de que el anterior sufriera un desafortunado accidente.

Es por eso que, cuando escuchó un ruido detrás de él se paralizó.

—¿A dónde iremos?

El mayor cerró los ojos con fuerza y apoyó su cabeza en la puerta al reconocer la voz de Beth justo cuando un click le avisó que el seguro había cedido.

Al darse la vuelta, observó a la niña con pijama, pero no era cualquier pijama era un vestido algo corto aunque infantil con pequeños osos por todos lados. Pues genial, esta situación se veía super bien. Solo faltaba que la supervisora hubiera oído los ruidos que provocó al intentar abrir la puerta y entrara por la misma en este instante.

—¿Cómo entraste? —le preguntó.

Beth sonrió.

—Por la ventana, tontito.

Jayden observó de la ventana a la niña incrédulo. Estaban en el tercer piso del área de dormitorios. No era posible que aquella mocosa hubiera escalado o algo así.

—Sí —murmuró ella—, era más fácil salir y entrar por la mía. Mi habitación está en el primer piso.

Al acercarse a la ventana, el mayor fijó sus ojos en un árbol y una rama del mismo cercana a la ventana. El jardín trasero estaba lleno de ellos. Malditos árboles.

Beth se posicionó a su lado frente a la ventana.

—Ay no, por dios. ¿Crees que me trepé a ese árbol? —preguntó como si fuera algo absurdo— La verdad, lo intenté pero me caí. Odio la naturaleza.

La rubia estiró la mano para bajar la barbilla de Jayden. El mayor frunció aún más el ceño al ver unas escaleras plegables que llegaban hasta su ventana.

—¡Me la robé de la caseta del conserje! —exclamó con entusiasmo— ¿Por qué me miras así? Las voy a devolver a su sitio, lo juro.

Jayden apartó la mano de la niña de su rostro y antes de que pudiera preguntarle algo, ella continuó:

—Ah y lo siento por eso —dijo señalando las ventanas— A veces eres malo conmigo, así que pensé que serías capaz de dejarme afuera sin que te importen mis sentimientos. Entonces, en la mañana malogré el seguro de las ventanas para que no cerrarán del todo ¿Crees que soy genial?

Ni si quiera se había dado cuenta de que las ventanas no habían cerrado del todo. Pero eso no importaba, lo más lo inquietaba era ¿A qué hora de la mañana se supone que lo había hecho?

El tormento del Asesino © [Trastornos 2]Where stories live. Discover now