Capitulo uno

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—Tienes que conocer la vida nocturna de Madrid. —afirmó la chica de cabello tan oscuro que parecía negro.

—Ya conozco la vida nocturna de Madrid. —afirmé soltando una leve risa por las ocurrencias de mi amiga.

—La conoces como foránea, es momento de que la conozcas como local. —declaró elevando una de sus cejas y fue inevitable no volver a reír.

—Estás mas loca que una cabra. —afirmé mientras caminábamos por las calles.

El taxi nos había dejado un par de calles atrás porque según María, debíamos llegar caminando y disfrutando del paisaje que nos ofrecía la ciudad.

María y yo habíamos llegado hace apenas un par de semanas a la ciudad. Desde los doce años somos amigas, puedo recordar perfectamente como llegó con un par de coletas al colegio. Algunas niñas no habían tardado en comenzar a molestar a la "nueva".

Yo tampoco había tardado en hacerme la heroína y defender a la morena. Provocando solamente que esas niñas se voltearan en mi contra, pero después de todo había encontrado no a una amiga sino a una hermana.

Ella había llegado a Sevilla desde Madrid, he la razón de todos los comentarios por parte de mi amiga. Ella venía cada que había vacaciones, a pasarla con sus primos y al final se trataba de la ciudad que la vio nacer. Yo en cambio, nací en Sevilla y he pasado toda mi vida ahí, hasta este momento.

Nuestros estudios profesionales nos esperaban en esta ciudad, en una semana entrábamos. Así que teníamos que disfrutar, antes de que las responsabilidades cayeran sobre nuestros hombros.

Entramos al abarrotado lugar, la música retumbaba por todas partes y si me cuestionaban, no sería un lugar que visitaría con frecuencia. Mientras caminábamos por los pasillos oscuros, alumbrados solamente por algunas luces verdes, veías a gente consumiendo algún tipo de droga.

Mi amiga me jaló como si nada estuviera pasando y por fin llegamos al lugar que estaba con muchas mas personas. Ni siquiera había espacio para pasar, todos bailaban y parecía no haber divisiones. Es como si todos se conociesen.

María me tomó por la muñeca y se introdujo entre la multitud de personas. Mi cabeza comenzaba a sentirse mareada y sentía como los cuerpos húmedos por el sudor, chocaban conmigo y provocaban una inmensa repulsión.

Mi cuerpo chocó con el de un hombre, y este me esbozó una sonrisa. Era desagradable, parecía estar disfrutando de como nuestros cuerpos estaban pegados debido al movimiento de las personas y finalmente María me jaló.

—Ese no era el del Atleti, ¿Griezmann? —le cuestioné a mi amiga, gritando sobre el ruido.

—¿Que? No creo, seguro lo has confundido. —aseguró María y continuó caminando.

Estaba segura de que se me había hecho conocido y si no estaba equivocada, se trataba del francés. Por fin nos detuvimos y mi mejor amiga se lanzó a besar a un hombre.

—¿Quien es? —le cuestioné interesada.

—No recuerdo su nombre. —respondió la chica demasiado risueña.

Fruncí el entrecejo, pero después relaje un poco mi expresión. Al parecer tenía que adaptarme a la idea de que María ya no era la nena que contaba chistes de conejitos en el colegio.

Y también tenía que hacerme a la idea de que yo ya no estaba en la escuela de monjas que había estudiado toda mi vida y que lo que hace toda esta gente es aparentemente "normal". Aunque me costase trabajo.

—Ten, bebe. Te relajarás. —afirmó la morena pasándome un vaso de cristal con quien sabe que cosa.

No dude en darle un sorbo, si eso me relajaría estaría dispuesta a arriesgarme y tomarlo. Después de terminar el contenido del vaso, me sentí un poco mas ligera y eso me agradaba. Así que pedí un poco mas de lo que me había dado, a mi amiga.

—¿Te gustó? —cuestionó con una media sonrisa.

—Si, siento que todo me da vueltas. —dije después del cuarto vaso.

Un chico de tes morena se acercó, al parecer era amigo del chico que estaba con María. Así que se acercó y tomándome por sorpresa me jaló por la cintura para comenzar a bailar.

Por alguna extraña razón, todo me decía que bailar con él no estaba mal. Así que seguí el ritmo y bailé siguiendo la música.

Me giré en la dirección de mi mejor amiga y me encontré con la pareja de jóvenes compartiendo saliva. Si por mi fuera, prefería no presenciar aquella escena. Miré al moreno, quien me sonrió ampliamente.

—Es su turno. —declaró el hombre que estaba con mi amiga.

—¿Que? —solté como si no hubiera entendido lo que quería decir.

—Que beses a mi amigo. —afirmó mas claramente.

Abrí mis ojos sorprendida por su franqueza y me giré a observar a María para que tranquilizara a sus amigos.

—Anda, no te pasará nada. —informó la de cabello oscuro.

Me giré en dirección del moreno que seguía sosteniéndome por la cintura. Esbocé una falsa sonrisa y finalmente negué soltándome de su agarre.

—Voy al baño. —le dije a mi mejor amiga, quien estaba risueña burlándose de la mala cara que tenía el moreno.

Me abrí paso entre la gente, dedicando miradas en todos los presentes. Noté como una chica tenía la falda casi por la cintura, así que en un esfuerzo por no encontrarme en la misma situación que ella, bajé lo mas posible el vestido que llevaba puesto.

En el camino, alguno que otro tío se había acercado. Uno había tenido un poco de suerte y había comenzado a bailar con él. Pero finalmente me aburrí y me dirigí al baño, necesitaba alejarme de la multitud por un rato.

Entré a la habitación y pude encontrarme varias escenas demasiado libertinas para la vida que había estado llevando. Ni siquiera estaba enterada de que algo así se podía hacer.

Oficialmente me he dado cuenta de que soy una puritana. Llené mis manos con agua fría y las pasé por mi cuello. Necesitaba hacerme a la idea de que la escuela católica había quedado atrás, junto a la vida de encierro que había llevado en Sevilla.

Wonderland | Antoine GriezmannKde žijí příběhy. Začni objevovat