Capítulo trece

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Sentía como que un taladro golpeaba mi cabeza constantemente, caminaba de un lado a otro por toda la habitación.

—¿Puedes mantenerte quieta por un momento? —me pidió María, quien estaba sentada a la orilla de mi cama.

—No puedo, ¿sabes como me atormenta esto? —respondí alterada, esta situación me tenía fuera de mi.

—Ni siquiera es seguro. —trató de relajarme.

—Explícate María, necesito saber exactamente que es lo que viste. —elevé mi voz perdiendo mi estabilidad emocional, tenía emociones por todas partes y todas revueltas; ni siquiera estaba segura de como debía sentirme.

Me detuve por fin y me coloqué frente a mi mejor amiga, ella no se había movido pero al parecer se sentía incomoda.

—¿Lo viste o no? —pregunté tomándola por los hombros.

—Lo vi, era Antoine... —se detuvo a la mitad de la oración.

—Pero...

—Paula, no quiero que esto te afecte y quizá ni siquiera sea nada. —noté que se compadecía de mi y me sentí tan miserable.

—Ya sabremos si es algo o no, por lo pronto tu solo dime que fue lo que viste. —pedí cayendo en desesperación.

—Lo vi coqueteando con una rubia, le invitó algo de tomar y después se fueron de ahí juntos.

—Para tirarsela. —murmuré.

—Eso no lo sabemos, Paula.

—Si, no lo sabemos. A lo mejor solo se la llevo a su piso para dormir acurrucados. —solté con ironía.

—En verdad siento mucho ser yo quien tenga que decirte esto. —noté que estaba avergonzada, me abrazó y no me negué a recibir sus brazos.

Mi móvil vibró y pude leer un mensaje de Antoine, venía en camino.

—Viene para acá.

—No puede verte así, me voy a ir para que hablen. —comentó mi mejor amiga y salió de mi habitación.

Eso hice, tomé una ducha y me vestí para recibir al francés. Sonó el timbre y fui inmediatamente a abrir la puerta, él intentó depositar un beso en mi boca pero yo me moví. Camine nuevamente por la habitación, como lo había estado haciendo anteriormente.

—¿Qué hiciste el fin? No supe nada de ti. —comenté intentando sonar lo mas normal posible.

—Extrañarte. —intentó acercarse a mi, pero me moví nuevamente.

—¿Además de eso? —insistí.

—Salí por unas cervezas, nada aventurado. —tomó asiento en el sofá.

—¿Fuiste solo?

—Si... espera, ¿a que viene todo esto?

—No lo se, tu dime.

—Si quieres saber algo, mejor pregúntalo. —supe que en ese momento intuyó de que iba todo esto.

—¿Te tiraste a la rubia? —pregunté abiertamente, no pude controlar las ansias que me estaba ocasionando.

—No voy a contestar eso. —replicó haciéndose el ofendido.

No tuve que escuchar su afirmación, porque su respuesta había sido mas que una afirmación. Sentí como de a poco mi corazón caía en pedacitos, me sentí tan crédula.

—Era mas que obvio que esto sucedería, no pude haber sido mas ilusa. —me dije mas a mi misma que a él.

Quise escapar en ese momento, no necesitaba escuchar nada mas y no podía verlo en ese momento.

—Espera, Paula, déjame explicarte. —su mano me tomó por la muñeca sin dejar que me fuera.

—No me toques. —alcé la voz y me soltó al comprender—. Necesito un momento.

Mi necesidad instantánea fue que ya no estuviera mas en mi casa, pero mi necesidad vital es que él me quisiera, que no tuviéramos que estar pasando por esto. Movía mi cabello con mis manos debido a la ansiedad, esto era mas de lo que esperaba.

—Necesito que hablemos.

—No quiero hablar. —repliqué sin mirarlo, estaba perdiendo el control de mi misma.

—Esto es ilógico Paula, no puedes ponerte de esta manera. Ambos sabíamos en lo que nos estamos metiendo. —se excusó, yo sentí mi sangre arder del coraje.

—¡Joder! Ya lo se, me queda bastante claro que tu y yo no somos nada, y que eres libre de meterte con quien quieras, ya lo se y no es necesario que me lo repitas. —me giré en su dirección, toda la rabia acumulada había salido en esas palabras.

—Si está claro, ¿a que viene esta escena? —odié su cinismo, él sabía a la perfección la respuesta a su pregunta y sin embargo la estaba haciendo de cualquier manera.

—Porque yo te quiero, te quiero solo para mí aunque no pueda tenerte. —me cansé de negarlo, no había momento mas perfecto que este para soltar la verdad. Pero lo que no me esperaba es que esa confesión viniera con llanto incluido.

—No fue nada Paula, la conocí esa noche y ya; Sexo y nada mas.

—Vale, pero dime ¿qué es lo que hace la situación con esa chica diferente a lo que tenemos tu y yo? —mi voz se cortó.

Antoine no respondió nada, solo escondió su mirada de la mía y esa fue la mejor respuesta que pude haber obtenido de su parte.

—¿Sabes? Supongo que desde un principio mantuve distancia contigo porque sabía que algo así podría suceder. Siempre me dijeron que nunca debías apresurar las cosas, pero fue imposible cuando dirigiste tus ojos azules a mi. Todo al principio se sentía nuevo y emocionante, que tu te hubieras fijado en alguien como yo; Supongo que debí de haber tomado mis precauciones. Aunque sabía que todo esto no me estaba dejando nada bueno y que no era lo mas sano para mí, decidí seguir porque estaba muy enamorada como para pensar correctamente. Ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba y del error que fue involucrarme contigo.

Por primera vez en esa noche me sentí mas ligera, no mejor pero si con un peso menos encima. Creo que nunca había sido mas sincera con él desde que lo conocí. No podía seguir ofreciendo sin recibir nada a cambio.

Su rostro decayó, sus gestos desaparecieron, su mirada fue a dar al piso y noté que intentaba esconderla. Jamás lo había visto en este estado, al punto de hacerme sentir que no debí de haber dicho aquellas palabras. Noté como mis palabras le habían dañado, aun no se si porque las dije yo o porque simplemente había dañado su ego.

—Todo cambió últimamente... Necesito entender que es lo que está pasando, yo no busqué todo esto. Necesito tiempo. —su voz sonaba diferente, no se interpretar su tono de voz, solo sabía que no era el acostumbrado.

—No es cuestión de tiempo, quieres o no quieres a alguien; Así de simple. —murmuré con el mayor dolor, estás palabras significaban que esto terminaba aquí.

Él no dijo nada, porque aunque a lo mejor las cosas habían cambiado y él sentía algo por mi, no era lo suficientemente fuerte como para abandonar su libertad. No podía quejarme ni reprocharlo porque yo así lo había conocido y así es como me había enamorado de él. Me había enamorado de su forma de ser libre, del desasosiego, del amor y odio que me provocaba.

Lo vi asentir, tenía un rostro imperturbable pero derrotado al mismo tiempo. Lo vi levantarse y me aguanté para no lanzarme a detenerlo, quería consolarlo y decirle que olvidara todo lo que había pasado, para volver a la normalidad; pero no podía hacer eso, había tomado la decisión mas sana para mi y debía mantenerla.

Una lagrima rebelde se resbaló por mi mejilla y le abrió paso a cientos de ellas, no tenía idea de cuanto lo echaría de menos. Su mano abrió la puerta, pero se detuvo ahí y se giró para sonreírme con tristeza.

—Te echaré de menos, muñeca. 

Wonderland | Antoine GriezmannWhere stories live. Discover now