Capítulo diecinueve

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Me levanté con una resaca insoportable, quise recordar lo que había pasado la noche anterior, pero no pude terminar de atar cabos. Había ciertas lagunas mentales en mis recuerdos de la salida que había tenido.

Fui por un vaso de agua a la cocina y busqué alguna pastilla para el dolor de cabeza, pero no encontré nada. Así que fui hasta la habitación de María.

—¿Tienes alguna pastilla para el dolor de cabeza? —pedí sin darle importancia a que la morena siguiera dormida—. Que noche la de anoche, ¿no crees?

—En el primer cajón ahí están las pastillas y por favor no me hagas recordar la noche de ayer, deberías de estar avergonzada. —murmuró y cubrió su rostro con el cobertor.

—¿Tan mal estuvo? —cuestioné acercándome a su cama, de un jalón quité el cobertor de la cama y la sacudí para que comenzara a hablar.

—Ni siquiera quiero hablar contigo. —farfulló y ahora tapó su rostro con la almohada.

—Solamente se me pasaron las copas, se que estuve bailando y la pasé con Miguel; quien por cierto, es muy atractivo. —mencioné y sentí como mis mejillas ardían.

—No te hagas la ilusa, sabes perfectamente lo que hiciste. —reclamó quitando la almohada de su cara y aventándola en mi dirección.

—¿No me digas que devolví la cena? —cuestioné preocupada, no quiero imaginar la vergüenza que lo hice pasar.

—No, no vomitaste.. al menos no hasta llegar a la casa. ¿No recuerdas? —negué moviendo mi cabeza—. Bailaste sobre la mesa, armaste un espectáculo para todos los presentes, ¿sabes quien te trajo a casa?

—Supongo que tu, siento haberte arruinado la noche. Es solo que cuando me dijiste que ahí estaba Antoine, comencé a actuar de esa manera y tomé de mas. Quería que me notara y viera que soy feliz sin él. —me sentí abochornada, nunca me había comportado de esa manera, pero estaba claro que Antoine me había convertido en otra persona.

No, Antoine no me había hecho otra persona. Yo decidí ser otra persona y aunque él influyó esa toma de decisión, no había vuelta a atrás.

—Créeme que él te notó. —masculló y yo esbocé una media sonrisa—. Aun sigo enojada contigo.

—Tendrás que olvidarte de tu enojo, recibí un mensaje de Miguel mas temprano. Nos invita a una fiesta en el piso de alguno de sus amigos. —expliqué encogiéndome de hombros, ya quería volver a salir y divertirme un rato; claro que intentando no terminar como la noche anterior.

—Tendrás que ir sola. —mencionó recostándose nuevamente en su cama.

—¿Por qué? —fruncí el entrecejo, ella jamás se negaba a una fiesta.

—Tuve suficiente con ayer, necesito descansar. —declaró y me echó de su habitación.

Ni siquiera me había dejado tomar la pastilla que necesitaba, así me cambié rápidamente por cualquier cosa y fui a una farmacia para comprar pastillas para el dolor de cabeza, además de un poco de suero.

Las horas pasaron y la noche se hizo presente, creí que podría convencer a María de que me acompañara a la fiesta, pero ella no había siquiera salido de su habitación.

Así que sin mas, tuve que prepararme para salir yo sola. Mi diversión no podía depender del humor de mi mejor amiga, además ¿que podría salir mal?

Esta vez tuve un poco mas de cuidado en mi elección de ropa, si terminaba nuevamente en la mesa bailando, tendría que usar algo para no enseñar las bragas. Así que mejor opté por un par de jeans oscuros y una blusa de tirantes, combinados con unos tenis. Después de todo solo se trataba de una reunión casera.

Wonderland | Antoine GriezmannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora