Capítulo catorce

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—¿No crees que es muy pronto? Solo ha pasado una semana? —me cuestionó María, sonaba preocupada y no era para menos, Antoine me había roto el corazón hace apenas siete días.

El primer día había sido el más difícil, por cuatro horas seguidas lloré sin descanso, lloré tanto que incluso me quedé sin lagrimas; Pero eso fue lo peor de todo, puesto que había un profundo sentimiento de tristeza que no podía manifestar por medio de lagrimas.

El segundo día la pase encerrada en mi habitación, recordando cada momento que había pasado a su lado. Había sido algo breve, pero intenso. Nuevamente había llorado, pero no de la manera en que lo hice el primer día.

El tercer día había permitido que María entrara en mi habitación, tomé la decisión de que podía compartir mi dolor con mi mejor amiga. Vimos películas románticas y comimos comida chatarra.

El cuarto día regresé a la Universidad, todos mis compañeros me cuestionaron porque me veía decaída y deprimida, pero dejar que mi piel tomará un poco de sol había sido un gran paso.

El quinto día María había llevado un par de botellas de vodka, entre las dos nos habíamos tomado una botella y la mitad de otra; si, terminé llorando nuevamente.

El sexto día había tomado la iniciativa de eliminar todo lo que me recordara al francés, borré las fotos en mi celular, dejé de seguirlo en todas sus cuentas y había tirado las pocas cosas que me había regalado.

Y heme aquí, de regreso del tormentoso mundo de un rompimiento. Renovada e incluso lista para verlo nuevamente; mi rompimiento había sido más difícil que cualquiera, porque realmente había terminado algo que ni siquiera había iniciado, pero lo había logrado o al menos eso creo.

—Estoy bien María, no te preocupes por mí. —respondí con seguridad.

Había tomado una ducha, me había colocado un vestido y había peinado mi cabello, no me maquillé porque no quería que él creyera que estaba intentando impresionarlo para tenerlo de regreso.

—Pau, guapa, yo puedo ir por tus llaves. No es necesario que tú vayas a su piso. —me pidió la morena, la entendía pero yo tenía que hacerlo.

—No María, yo tengo que ir. —respondí convencida.

—Vale, pero déjame ir contigo. —insistió.

—Tengo que hacer esto yo sola. —mencioné con seguridad.

—Ven aquí. —me jaló y me abrazó con fuerza—. Pase lo que pase, sabes que estoy aquí para ti.

Salí del edificio y caminé por las calles de Madrid, no quedaba tan cerca pero no quise apresurar el momento. Caminar me ayudaría a pensar muy bien en lo que estaba apunto de hacer.

Llegué a su edificio y fue inevitable recordar todos los momentos en que estuve aquí a su lado, las veces en que me hizo suya.

Toqué el timbre temerosa, la seguridad había quedado de lado y ahora me invadía un miedo inmenso; ni siquiera sabía a lo que estaba a punto de enfrentarme.

cuando iba a tocar nuevamente el timbre porque nadie abría, escuché un ruido en el interior y me limité a esperar en la puerta.

La puerta del piso de Antoine se abrió y con ella me dejó la peor imagen de toda mi vida, una rubia con nada de ropa más que la camisa del francés.

—¿Buscas a Antoine? —cuestionó con su dulce voz, me hizo odiarla más.

—No, ya me iba...

Me di media vuelta dispuesta a irme, esto era lo que María no quería que viviera y me sentí tan tonta de haber venido; pero aún de haber pensado que podría haber alguna reconciliación.

—Muñeca, espera.

Escuché su voz, su horrible voz con su estúpido acento francés.

—Yo... —dije dándome media vuelta, ya no podía escapar—. Solo venía por mi llaves, las dejé aquí la última vez.

—Claro, pasa. —mencionó un tanto incomodo, supongo que jamás se imaginó que nos encontraríamos de esta manera.

No dije nada, entré en silencio. Me adentré hasta la sala y vi la que ahora si se convertiría en la peor imagen. La rubia pegando sus labios con quien solía ser mi rubio. Me enojé conmigo misma al desear ser yo, me enojé por no ser lo suficientemente fuerte.

—Te espero en la habitación. —expresó la mujer.

No pude soportarlo más, vi el llavero que estaba en la mesa y las tomé para irme de ahí. Caminé lo más rápido que pude, pero Antoine me detuvo justo en la puerta antes de salir.

Me obligó a ver en su dirección y fui débil por un momento, ver sus ojos azules me hizo decaer y terminé dejando caer por mis mejillas un par de lagrimas rebeldes. Las cuales rápidamente limpié con la mano que él no tenía tomada.

—Espera. —dijo suplicante, pero me solté de su agarre.

—Ya tengo mis llaves. —se las mostré elevando mi mano al aire—. No tengo nada que esperar.

Me di media vuelta y me fui de ahí. No estaba dispuesta a que el rubio siguiera ahí viéndome llorar, mientras una rubia lo esperaba en la habitación para que se la follara.

Quizás necesitaba ver por mí misma quién era Antoine y como nunca me había querido, para así yo también dejar de quererlo. Resignarme a que él nunca fue mío, no es mío, y jamás será mío.

No regresé a casa, no quería ver el rostro de María que aunque no lo dijera en palabras, me indicaría que ella me lo había dicho anteriormente.

Me dirigí hasta la estación de trenes, ya no lloré; ya lo había hecho mucho y eso no haría que él me quisiera. Al llegar busqué el primer horario que hubiera para Sevilla, regresaría al lugar de donde no debí salir.

—Pau, por fin contestas el móvil ¿dónde estás? Me tienes muy preocupada. Tuve que llamar a Antoine, él también está preocupado. —dijo al teléfono mi mejor amiga, hablaba todo rápidamente como cuando se siente ansiosa, había estado evitando sus llamadas desde un principio.

—Voy a regresar a Sevilla, nunca debí salir de mi lugar, ahí estaba bien en mi zona de confort; pude haber evitado muchas cosas. —respondí con una profunda nostalgia en la voz.

—¡No puedes! Has hecho tu vida aquí en Madrid, tienes a tus amigos, aquí estudias, no puedes escapar de la primera adversidad que se te pone en frente. Además, no vale la pena que regreses a Sevilla por ese maldito francesito. —María hablaba con cierto enojo al referirse a Antoine y me hizo recordar que ella le había llamado.

Reí con amargura, ¿preocupado? Me pregunto cuándo habrá estado preocupado, quizá después de tirarse a la rubia que estaba en su casa o tal vez cuando se fue y notó lo vacía que era su vida.

—No tenías porque llamar a Antoine, entiendo que estabas preocupada, pero no tenías que hacerlo. Por favor prométeme que no le dirás que regreso a Sevilla, necesito desintoxicarme de él. —expliqué con una voz neutra, aunque quería llorar con ella.

—Entonces regresaras...

—Eventualmente.

—Te extrañaré, pero animo guapa, todo sea porque estés bien de nuevo. —sentí como mi amiga estaba desanimada, no quería separarme de ella, pero era lo mejor que podía hacer en estos momentos.

Estaría de regreso en casa, cuando mamá respondió mi llamada no pudo esconder su emoción por tenerme de regreso. Mientras que mi padre no me quería de regreso, no me mal interpreten, el quería que continuará estudiando en Madrid.

La verdad es que no era un regreso definitivo, no me cerraba a la posibilidad de regresar a Madrid, siempre y cuando estuviera renovada y Antoine Griezmann ya no fuera nada más que un nombre más.

Mamá estaba ahí, esperando por mí con los brazos abiertos. No pude evitar estrecharla con tanto sentimiento, terminando soltando el llanto nuevamente. Es como cuando eres pequeño y te caes, cuando llegas a los brazos de tu madre te da sentimiento y terminas llorando.

—No sé qué haya pasado en Madrid, pero este siempre será tu hogar. —mamá murmuró en mi oído y me hizo sentir pequeñita, protegida por mis padres.

Wonderland | Antoine GriezmannWhere stories live. Discover now