14 | El helado es mi salvador

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Zoé

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Zoé

—Inhala. Exhala. — repetía por cuarta vez Ari, con voz calma. Ambos nos encontrábamos en su jardín, sentados con las piernas cruzadas con la finalidad de meditar pues, así como lo indicó el Señor Arthur, Ari tenía la tarea de enseñarme a controlar mis poderes para que pudiera defenderme, en caso de que los hijos de Drakon y Raella aparecieran para atacarme.

«El primer paso para controlar lo que hay en tu entorno, es aprendiendo a controlar primero lo que hay en tu interior», había dicho Ari, no obstante, me costaba mantener la mente tranquila.

Ayer, al llegar a casa, busqué una fotografía de mi padre con la finalidad de corroborar mis sospechas. Lo sé, es un poco tonto, pero a veces las fotografías revelan cosas que normalmente son invisibles al ojo humano. Por su puesto, como dije, fue una tontería y no encontré una prueba exacta, aunque si una gota más para llenar mi jarro de la sospecha. Los ojos de Marcos, mi padre, se veían lo bastante normal, pero para mi sorpresa, se vislumbraban de un tono café oscuro, pero desde que tengo memoria, estos han sido de un color ámbar. No lo sé, quizás se trataba de un efecto de luz.

Quería contarle todo eso a Ari, pero tenía miedo de estar equivocada. Si como ángeles somos los encargados de proteger a la humanidad y mi padre un hijo de Drakon, ¿lo matarían? En todo caso, Marcos se lo merecía pero...¿eso significaría que en realidad yo sería la causante de su muerte? O peor aún, ¿que yo sería su asesina? ¿Qué pensaría mamá de eso? ¿Realmente se lo merecía después de lo que sucedió la noche en que murió el señor Vaughn?

¡Pff! Y ahí estaba yo pensando de nuevo en lo injusto que fue el asesinato del señor Vaughn. Yo lo sabía perfectamente, y Ari junto con sus padres lo sospechaban. Ha habido momentos en que estoy decidida a contar todo lo que sucedió aquella noche, pero entonces algo pasa. Mi corazón comienza a latir con rapidez, el aire se escapa de mis pulmones y entonces las palabras se quedan atoradas en mi lengua, ¿a qué le temo? ¿por qué soy tan cobarde? Seguramente el abuelo Vaughn estaría decepcionado de mí.

—Paz interior. — susurré, con la esperanza de que mis murmullos ahuyentaran mis pensamientos, pero entonces ocurrió lo inesperado...Escuché como Ari soltaba una risotada, al mismo tiempo en que el calor se hizo presente en mis mejillas. Seguramente me he de ver patética.

—¿Qué sucede? — me animé a cuestionarlo.

—Es solo que...jajajjaa...sonaste como Shifu— con trabajos pudo formular, pues no paraba de reír.

—¿Shifu? ¿Quién es Shifu? — Ahora sí que me sentía patética, ni si quiera entendía de qué estaba hablando, probablemente ya pensaba que era la chica más torpe del planeta.

—¿En serio? — formuló, secándose las lágrimas—¿Nunca viste Kung Fu Panda?

Negué con la cabeza.

Mirada de Dragón ©On viuen les histories. Descobreix ara