16 | Dejar de ser cobarde

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Noah

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Noah

Zoé era una chica...misteriosa. Sí, esa es la palabra. Guardaba la forma de su cuerpo, como a un valioso secreto, bajo su ropa holgada, y la seriedad de su personalidad no permitía saber más sobre ella. Aquella vez en que Ari y yo la llevamos a casa, ni si quiera nos dejó acercarnos, pidió que la dejáramos algunos metros antes. La casa a penas y podía divisarse. Algo me decía que Zoé guardaba muchos secretos, sin embargo, mi interés estaba solamente en una noche, en lo que sucedió aquella noche en que mi abuelo murió. La policía dijo que lo que decía el testigo carecía de sentido, y el testigo resulto ser Zoé, así que estoy seguro de que algo malo sucedió como para que ella se quedara en shock.

Necesitaba respuestas, las cuales solo ella podía tener.

—Vayamos por un café. Tú y yo. — le planteé, mientras esperábamos a que Ariel regresara del baño.

Ella me miró con desconfianza. Típico de su personalidad.

—¿Y para qué? —me cuestionó.

—Me gustaría conocerte más. — lo cual era verdad ya que, de alguna u otra forma, su forma de ser picaba mi curiosidad, me llamaba cual imán al metal. —Ya sabes, lo que te apasiona, lo que te disgusta, tus sueños...

Se lo pensó antes de responder.

—Lo siento, no puedo.

—¿Y por qué no? — exigí saber. No es que fuera un mujeriego, pero nadie me había rechazado. Era algo incómodo.

—Am...estoy un poco corta de dinero y un café es un lujo que por ahora no pienso tomar. Tal vez otro día.

—Oh, no. No te preocupes, lo pagaré yo. — Tenía dinero ahorrado de mi trabajo como repartidor de comida china durante el verano pasado.

—Te lo agradezco, pero eso me haría sentir muy apenada. Mejor dejémoslo para otro día.

—Hagamos esto: Yo pago esta vez, y tú a la otra, así estaremos a mano. — le propuse. Zoé lo meditó un poco, pero al final aceptó.

Quedé de pasar por ella a las 4:30, ella insistió en que fuera al mismo sitio en que Ari la dejó aquella vez de la enfermería. Lo sabía, ¿qué es lo que me escondes, pequeña Zoé?

Le dije a mi madre que iría a la casa de Ari para hacer un trabajo porque, por su puesto, tal vez se escandalizaría si le dijera que tengo una cita con una chica; comenzaría preguntarme todo sobre ella, incluso qué come y cuántas horas duerme, y después le diría a mi padre, quien sin dudarlo me prepararía una charla sobre las ETS, preservativos y lo desafortunada que sería mi vida si me convirtiera en padre a mi edad.

—¿A qué hora vuelves? — me cuestionó. Se encontraba preparando algo en la cocina, lo cual era bueno, pues estuvo un buen tiempo sin salir de su habitación por la tristeza que la embargaba, así que había pedido unos días más de vacaciones en su trabajo, necesitaba relajarse.

Mirada de Dragón ©Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz