6 | Consejos del abuelo

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Noah

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Noah

Su sola presencia causaba sensaciones extrañas en mí, incluso hubo una descarga eléctrica al rozar mi piel con la suya ¿Qué? ¿Así se siente el amor? Imposible, nadie se enamora de alguien en un solo día. Digo, probablemente te atrae una persona cuando la ves, pero Zoe no era el tipo de chica que atrae con solo mirarla. No es que quiera criticarla pero, para ser sincero, ella tiene el aspecto de una vagabunda y eso no es visualmente bello.

— ¿Estás seguro de que no te gusta la chica nueva? — cuestionó Ari por segunda vez en un día, mientras me miraba por el espejo retrovisor.

—Más que seguro. — respondí, algo cortante.

—Bien. — asintió y no volvió a molestarme haciendo más preguntas. Si algo me agrada de Ari es su empatía. Sabe exactamente cuándo darme mi espacio para que pueda pensar y reflexionar, y también sabe en qué momento debe intervenir y sacarme del hoyo.

Ari manejó hasta mi casa, donde mi madre, probablemente, ya estaba esperándonos con una rica comida. Ella invita todos los días de escuela a Ari a comer con nosotros, pues es su manera de agradecerle que me traiga sano y salvo a casa. Además de que, desde el jardín de niños siempre estamos juntos y prácticamente somos como hermanos de distintas madres.

Ari estacionó el auto. Nos quitamos los cinturones, tomamos nuestras cosas y bajamos. El viento otoñal era bastante fresco y las hojas de los árboles que rodean mi casa se habían tornado de colores naranjas y marrones, las cuales crujían bajo nuestros pies mientras nos dirigíamos en silencio a la puerta.

Introduje la llave, giré la perilla y en cuanto abrí la puerta, un estruendo me hizo soltar un grito.

Después de dicho acontecimientos, escuché a Ariel carcajearse a mis espaldas mientras mi mente permanecía perturbada y confusa. Todo empezó a cobrar sentido cuando mi pequeño hermano, Gus, corrió a engancharse a mis piernas al tiempo que gritaba Feliz cumpleaños. ¡Mi cumpleaños! ¡Oh por Dios! Estaba tan ocupado haciéndome líos en la cabeza que ni si quiera lo recordaba. Hoy era mi cumpleaños número dieciocho y, a contrario de sentirme emocionado y agradecido por la fiesta sorpresa que me habían organizado, sentí que alguien había depositado algo demasiado pesado sobre mis hombros.

Se encontraba mi joven tía Opal y su esposo, los padres de Ari, mi madre, mi padre, mi hermano y mi mejor amigo, solo faltaban mis queridos abuelos, quienes según mi madre, llegarían más tarde.

Era más que evidente que se habían esforzado en organizarlo todo, pues además de reunir a las personas más importantes para mí, habían preparado casi todos mis platillos favoritos; Postre de calabaza e higo, tlacoyos, flautas, mole, tamales y ponche pero lo más evidente era que, el que yo cumpliera la mayoría de edad, significaba bastante para ellos y eso solo me hacía sentir más angustiado.

Mirada de Dragón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora