CINCO

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La habitación estaba vacía, excepto por el doctor, la enfermera y yo.

—Señorita, ¿qué hace aquí? —me reclamó apenas notó mi presencia.

—Me disculpa, pero que pregunta más tonta, doctor. No ve que son mis hermanos los qué han desaparecido y ustedes están aquí con caras de asombro, mirándose sin hacer nada —me dió un ataque de rabia—. ¿Qué hacen que no llaman a la policía?

—Por favor, le exijo un poco de respeto —respondió afectado por mi actitud—. No sabemos que ha sucedido y usted viene muy altiva. Así no se puede —se defendió—. Daremos aviso a las autoridades, así que comuníquese con sus padres.

—Pero que... ¡Desfachatez! —y me dejó con la palabra en la boca. Se retiró junto con la enfermera, la cual me miró despectivamente.

Ahora debía informar a mis padres sobre la desaparición de Helen y Henry. Sabía que no sería fácil para ellos, ni para mí, entender todo lo que estaba sucediendo. Pero si nos mantuvimos fuertes durante el coma, este percance no sería la excepción.

Me asustó pensar que les había sucedido algo muy malo. No me explicaba su desaparición. Muchas ideas vinieron a mi cabeza como voces murmurando. Por un lado, pensé que desconocidos sacaron a mis hermanos del hospital sin llamar la atención. Pero ¿para qué? La otra idea era que ellos habían despertado del coma y marcharon solos hasta saber dónde. Sin embargo, nadie puede regresar de un coma y actuar normal como si nada. No. Nunca había conocido un caso así.

Traté de mantener la calma y no empeorar más la situación. Saqué mi teléfono celular y marqué a casa. Una y otra vez telefoneé y no hubo respuesta. Me resultó extraño que ninguno de los dos tomará el teléfono. Entonces salí del hospital de inmediato y alcancé un taxi.

Una vez en el interior del vehículo, insistí en llamar por teléfono a mis padres, pero todo fue tan predecible, porque la línea siguió en espera.

Mientras tanto, el tráfico vehicular se torno pesado y largas filas de autos, motocicletas y camionetas se alzaban delante de nosotros.

—Buff. Me lleva la que me trajo —me quejé.

—¿Es usted de la ciudad? —preguntó el taxista.

—No —respondí—. ¿Por qué lo pregunta?

—Se nota que no es de vivir en medio de todo este caos, este ruido y esta aglomeración. Esto es muy común en la ciudad y más a estás horas.

—¿Hay alguna esperanza de que se muevan rápido?

—La verdad puede tomarse todo el día.

—No es muy esperanzador de su parte —sonreí —Necesito llegar rápido a casa y no creo que pueda con todo esto.

—¿Se baja aquí?

—Por favor, sí. Pienso que es lo mejor —le cancelé y me introduje entre los carros, luego alcancé el andén y seguí el camino.

El trancón parecía largo y no encontré el panorama despejado. Debía conseguir una ruta alterna por la cual llegar directo a casa. Me consideraba mala para dar con direcciones y tomar el transporte de regreso. Siempre debía consultar con alguien más. Entonces, les pregunté a unas cuantas personas cómo regresar a Holy Woods desde Barren Hill. Ellos intentaron explicarme, pero sentía que había quedado más confusa de lo normal. Ya estaba cansada de caminar y desesperada porque no sabía nada de mis hermanos, mis padres no agarraban el teléfono, la batería de mi teléfono había expirado y aún no regresaba a casa.

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