SEIS

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Había estado en un lugar a punto de ser asesinada por mis hermanos, pero desperté en otro espacio y tiempo. No recordaba en que momento me había quedado dormida. Me sentía desubicada y un poco sonolienta. Abrí los ojos de par en par y observé a mi derecha un paisaje montañoso con edificios diminutos en lo más lejano. Me levanté de inmediato y busqué el teléfono celular en el bolsillo de mi chaqueta, pero me topé con una nota de papel escrita por mi.

Helen y Henry son unos asesinos

En unos instantes la imágen de ellos acercándose con cuchillos en mano para ejecutar su obra sangrienta, causó una tristeza en lo más profundo de mi alma. Sin embargo, no tenía certeza de aquel momento. Así que rompí el papel. Después de eso, agarré el teléfono celular que para mí desgracia se encontraba sin batería. Entonces recordé que una parte de lo que había experimentado había sido real. No obstante, no podía decir lo mismo del resto de sucesos. Todo era muy confuso.

Comencé a caminar con el propósito de llegar a algún lugar en específico, y así poder regresar a casa. El trayecto parecía infinito y lo único que veía eran árboles y más árboles a mi alrededor. Ni siquiera una casita. Estaba volviendo a repetir la misma escena en la búsqueda de una ruta para llegar a Holy Wood, pero esta vez desde un lugar diferente. Sentía que todo estaba perdido. Sin embargo, un carro se acercaba desde lo lejos. Era mi única salvación. Entonces agite mis brazos y me hice notar. El carro se detuvo.

—Disculpe, me acabo de perder y no sé cómo regresar a casa.

—Le podría ayudar, pero primero debo visitar a un familiar en el hospital psiquiátrico que está a unos pocos kilómetros de aquí —me respondió la dueña del carro—. ¿Tiene problema con eso?

—No, claro que no. Yo espero mientras usted atiende sus asuntos.

—Entonces suba por favor.

Le dí la vuelta al carro y entré por la derecha. Después, encendió el motor dejando una cortina de polvo detrás.

—Mucho gusto, mi nombre es Mandy Manson —se presentó.

—Soy Harriet Anderson, gusto en conocerla. Muchas gracias por recogerme. Otra persona me hubiese dejado tirada.

—No es nada. Lo haría por cualquier ser humano —respondió—. Sin embargo, le aconsejo tener más cuidado. No sé sabe que puede pasar en estos lugares.

—De nuevo, muchísimas gracias. La verdad es que no sé cómo llegué hasta aquí. Ni siquiera ubico en dónde me encuentro.

—¿Cómo es eso? —preguntó asombrada, mirando aún hacia adelante.

—Desperté sin saber que pasó entre un lapso de tiempo y otro.

—¡Santo Dios! Espero que no le hayan drogado para abusar de usted.

—No lo creo. No siento ningún malestar que indiqué que fui tomada a la fuerza —le aclaré—. Lo único que si recuerdo es que estaba en Barren Hill, sentada en una banca de la estación de buses y un fuerte dolor de cabeza hizo que perdiera la noción del tiempo y luego aparecí en este camino sin saber cómo, ni cuándo, llegué —había omitido la parte en la que la ciudad se tornó gris y oscura, y cuando los gemelos asesinaron a aquella mujer y pretendían hacerlo conmigo. Claro que no quería parecer más extraña ante esa amable mujer.

Después de haber recorrido unos cuantos kilómetros de trayecto, el hospital psiquiátrico del cual la mujer me había hablado, apareció con opulencia ante mis ojos.

⚔️ HOSPITAL PSIQUIÁTRICO DE BEDLAM ⚔️

El psiquiátrico tenía una fachada de 165 metros de largo y una torre que se asomaba en lo más alto. Del mismo modo, el pasto verde del exterior y el claro de agua bajo los árboles, le daban un aire de ensueño a aquél manicomio. Era casi un placer visual.

Luego de haber traspasado el gran portón que dividía los muros, la señora Manson estacionó su auto y me preguntó si quería entrar con ella o quedarme en el auto mientras regresaba. Le dije que estaba bien por mi esperar en el interior del vehículo.

Entonces, me permití una siesta con el propósito de ganar tiempo, pero no dure mucho en el intento. Al instante fui despertada por una serie de golpes en la ventana del auto. Cuando abrí los ojos, una niña de tez blanca y cabello lacio, sonreía desde el otro lado del cristal. Me resultó extraño ver infantes en el lugar, pero aquella niña resultaba adorable. Bajé el vidrio y le dirigí unas cuantas palabras.

—Hola pequeña, ¿cómo te llamas?

—Soy Joseffin, pero todos me llaman Joy.

—Que lindo nombre tienes —le dije—. ¿Dónde están tus padres?

—No tengo papis. Las únicas que cuidan de mi son las hermanitas y Mallory.

Aquel era un hospital psiquiátrico administrado por monjas.

—¿Quién es Mallory? —le pregunté.

—Es una gran amiga, y es muy linda conmigo.

—Me imagino —le sonreí.

—A Mallory le gusta conocer nuevos amigos. ¿Quieres conocerla?

—Me gustaría, sí. Pero no puedo moverme de aquí o mi tía me dará una reprimenda —mentí.

—Eres muy grande para que te den una reprimenda.

—Lo soy, pero no puedo hacer nada al respecto.

—No te tomara mucho tiempo. Ven conmigo o me pondré triste.

No quería hacer sentir mal a un niño, y menos a esa ternura de ser humano que tenía al frente. Así que acepté.

—Está bien, pero solo un momento.

Entonces la seguí por detrás.

Los gritos y lamentos de los otros internos hacían eco en los pasillos, y me preguntaba cómo una niña podía vivir en un ambiente triste y poco sano como ese. Supuse que además de ser un hospital psiquiátrico, era un refugio para huérfanos.

—No tengas miedo. Ellos solo están tristes-me dijo.

Le sonreí para así disimular mi vergüenza.

—Pobrecitos —pensé.

Llegamos a su habitación, pero se llevó una terrible sorpresa. Mallory estaba colgada del techo. Se había quitado la vida. La impresión fue doble, porque la mujer que estaba suspendida, era la misma que mis hermanos habían asesinado en aquel cuarto de hospital psiquiátrico en el que aparentemente yo había estado.

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