DÍEZ

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Lo que Mallory estaba a punto de hacer era una completa locura. No estaba de acuerdo con que se enfrentara sola a esos monstruos. Pero tampoco podía intervenir, porque no me sentía capaz de enfrentarlos una vez más y no podía fallarle a su petición de cuidar de Josephine, por si las cosas se salían de control. No me quedó de otra que aceptar y confiar. Sabía que Mallory era paciente del hospital psiquiátrico Bedlam, pero a mí parecer, estaba cuerda y era consciente de lo que hacía.

Salí por la puerta trasera, directo al patio. Al ser un vecindario alejado de la ciudad, naturalmente estábamos rodeados de maleza y vida silvestre. Mí única opción era el bosque. No quería que mis vecinos o alguien más se alarmaran al verme angustiada y herida. Lo hacía más que todo por evitarles ser asesinados. Caminé con dificultad  y traspase la malla que separaba los patios del bosque. No me importó en absoluto el peligro que representaba. Mí único objetivo era desaparecer  y alejarme lo más pronto posible.

Nunca había entrado al bosque. Desde pequeños nos advirtieron que era peligroso. Por lo tanto, me resultaba un territorio desconocido.

Mientras caminaba, las ramas caídas de los árboles se retorcían con el peso de mí cuerpo. Pero aún así, el bosque se sentía quieto. Ni siquiera las aves nocturnas o los grillos cantaban esa noche. Me dió escalofrío ese silencio sepulcral. Era como si todos los seres vivientes que habitaban el bosque hubiesen desaparecido junto con sus ecos a otro lugar, y entre daba más pasos, me sentía insegura de avanzar, porque no sabía realmente en que dirección ir. Me dejaba llevar inconscientemente por el camino. No tenía control de mi misma. Me sentía agotada y ya me dolía el pie de tanto caminar. Así que me detuve por un momento y observé la luna asomarse por encima de la copa de los árboles. Al instante se ocultó entre las nubes, dejándome a la suerte de nuevo. De todas maneras no podía seguir más hasta que el pie dejara de doler. Así que me acomodé en la raíz de un árbol y ajusté los botones de mí chaqueta. Hacía mucho frío.

El agotamiento me ganó y sin previo aviso le dí espacio al cuerpo para que descansara. No tenía suficiente energía para continuar, y no me importó ser devorada por un lobo o mordida por una serpiente. Quería acabar con el sufrimiento que apenas empezaba a crecer en mi. Para mí mala suerte, el bosque no daba atisbo de presencia animal o al menos era eso lo que percibía. Así que no pude cumplir mí deseo de morir y acabar con todo. Ya no tenía a mis padres. Ya no tenía hermanos. Ya no tenía sentido la vida. Lo único que tenía sentido era velar por la pequeña Josephine. Realmente necesitaba cariño y compresión. Y estaba dispuesta a ayudarle y velar por ella. Así que me dormí con la idea de regresar por ella al hospital.

Me desperté sin entender de dónde provenía la luz que cegaba mis ojos. Al abrir los ojos un poco más, pude ver una silueta frente a mí. De inmediato me aterrorice y quise decirle en tono poco amable que se apartara. No tenía idea de quién era y que quería de mi. Pero, me tranquilizó saber que el hombre que tenía en frente no pretendía hacerme daño. Estaba preocupado e interesado en ayudarme.

—¿Se siente bien?

—Tengo el pie fracturado y apenas si puedo moverme—le contesté.

—Ya veo—me observó analíticamente. Podía ver en su rostro un poco de preocupación, pero también ganas de ayudar— Pero ¿qué hace en el bosque a altas horas de la noche? Es muy peligroso, sabe.

—Escuché que alguien gritaba al interior del bosque. Era la voz de un niño. Pero cuando por fin alcancé sus quejidos, me encontré con un panorama fantasmal. En el que no había ni un alma. Solo yo. Ya luego, me fracturé tratando de buscar una salida—en el fondo me había inventado esa historia, porque no quería que el hombre me hiciera preguntas que no podía contestar.

El hombre se acomodó lo que al parecer era una escopeta y me explicó porque portaba el arma.

—Soy cazador y acostumbro a cazar conejos y venados, pero la noche está muy quieta.

—Es una fortuna que los animales se hayan escondido—le respondí.

—Es cazar o mí familia se muere de hambre—se defendió— Ya sé lo que dicen muchachas como usted, pero en este país no hay oportunidades para un hombre pobre como yo.

En parte lo entendía. Tal vez los animales eran víctimas de su infortunio, pero la familia del hombre dependía de la actividad.

—Si me lo permite puedo cargarla y llevarla a mí humilde hogar, mientras amanece.

En el fondo sentía miedo. No le temía a él. Le temía a ellos. En el fondo de mí corazón, sentía una angustia manifestandose violentamente. No obstante, le permití ayudarme.

—Sí, por favor—y me alzó entre sus brazos.

Estar en los brazos de ese hombre, me recordó estar en los brazos de mis padres cuando me consentían por cualquier motivo. Mis ojos se humedecieron, pero a pesar de eso, el cazador no se percató de lo que sucedía conmigo en ese momento. Estaba tan concentrado en pisar firme y en la dirección correcta, mientras se guiaba con la luz de la  linterna; ajustada a la frente por medio de una banda elástica.

Después de haber recorrido un buen trayecto, el cazador se detuvo sobre sí.

—¿Le importa si nos detenemos un momento? Necesito ir trás los árboles —me comunicó— No estoy en edad de aguantar las ganas de liberar la vejiga.

—No se preocupe. No hay problema. Me quedaré aquí mientras regresa. Sin embargo temo que alguna bestia me aceche en la oscuridad —maquillé el miedo real con otra mentira.

No obstante él me creyó, a pesar de que las bestias parecían no existir esa noche.

—Mmmm, déjeme ver —se desprendió de su rifle y me lo ofreció— Tal vez se sienta mejor con Sally.

—¿Sally?

—Sí. Suelo darle nombres a los objetos de valor que poseo—respondió.

—Bueno, espero que Sally me haga buena compañía.

—Así será—y se fue trás los pinos.

Tan pronto hizo sus necesidades fisiológicas. El hombre regresó de entre los árboles, pero, tenía la linterna apagada. Me imaginé que la batería se le había agotado.

—¿Qué le ha pasado a su linterna? —pregunté mientras se acercaba hacia mi.

Él no respondió. Se acercó un poco más y su rostro ya no era su rostro. Ni siquiera estaba viendo al hombre que me había ayudado en todo el camino. Tenía de frente la cara retorcida de Henry y de entre las sombras surgió Helen.

—Tarde o temprano tus miedos se hacen realidad. Nosotros somos tu karma.

—No se les ocurra acercarse ni un centímetro más —me aferré al rifle y decidida les apunté.

—No seas tonta. No eres capaz de matarnos. Somos tus hermanos.

—¡Ustedes son basura! Ustedes no merecen ser mis hermanos.

—Eso me dolió, ¿Sabés? —Helen dijo finalmente. Pero en el fondo estaba siendo sarcástica y malévola.

—¿Qué le has hecho a Mallory?

—Tu querida amiga o más bien, nuestra querida madre, murió por sus pecados y los tuyos.

—¿Dijiste "nuestra madre"?

No podía creer lo que estaba escuchando.

—La vida es así de sorpresiva. Esa loca era nuestra madre y que bien que este muerta —volvió a decir Helen— Nos hubiese arruinado nuestros planes.

—¡SON UNOS MALDITOS! —no pensé ni un segundo y apreté el gatillo.

El disparo retumbó en todo el bosque y de la nada las aves nocturnas se alborotaron. No sé de dónde salieron tantas. El cuerpo de Henry cayó de inmediato y Helen huyó por lo visto. Nerviosa, me acerqué a comprobar que había acabado con su vida. Desgraciadamente no. En realidad había matado al cazador y no entendía que me estaba sucediendo. Me había convertido en una asesina como los gemelos. Ahora sí me podían llamar freak.

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