Donatella

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Alma tierna.
Con aroma de inocencia.
Casi vida...
Casi paz...
Casi oro...
Casi luz...
¡Observarte es un placer!

I

«Jamás en toda mi vida conocí flor tan deliciosa y exquisita a la vista, es como una hermosa odalisca, como una silfide, como una sirena, como una valquiria, como una musa; ella es mi visión inspiradora. Cuando la contemplo aunque sea de lejitos mi mente y mi ser entero se embeleza en esa visión angelical y en medio de un arrebato inexplicable mil fantasías y situaciones singulares hacen ebullición en mi cerebro, sobre el modo de abordarla...», pensaba Angel envuelto en su invisible manto de subterránea timidez.

La maravillosa de nombre Donatella era una hermosa mujer de pantalones vaqueros y una blusa blanca bastante holgada, unos brillantes zapatos de taco alto hacían juego con su esbelta figura, era alta, de delicada piel blanca. Tenía el rostro muy joven y una boquita de labios carnosos y rojos.

Los ojos enormes de color negro con una mirada intensa y altiva hacían que el corazón de Angel se acelerara provocándole una angustia ardiente y compleja..., cerró sus ojos, ya no oía los susurros y los comentarios de nadie; mientras los dorados cabellos ondulaban a cada paso y los tacos resonaban a veinte metros de distancia en aquel paseo público.

Cuando Angel abrió los ojos nuevamente, ella ya iba muy lejos.

En lo más hondo de su ser el deseo imposible, lejano : Donatella.

Tu nombre lo llevo escrito en
alma...
¡El olvido más hermoso!

II

Los años pasaron como las nubes por el cielo, imperceptibles, intangibles. Angel no era mal parecido, hizo la prueba de frecuentar fiestas : bailaba muy mal y pisaba los pies a las muchachas. Se acercaba a las que reían y charlaban animadamente, escuchandolas muy interesado; pronto se hacía tarde, ellas se iban y el se quedaba solo.

Otras veces se pasaba horas enteras planeando malabarismos mentales, croquis invisibles, palabras adecuadas pero nada rebuscadas y armandose de valor se acercaba a las mujeres para trabar amistad. Pero estas al verle con ese singular brillo en los ojos daban un salto alejándose de él...

La luna alumbraba sobre su humanidad. Angel sentía ser un peregrino en un país desconocido o tal vez un planeta remoto.

Miró a su alrededor, rostros anodinos de hombres y mujeres como óvalos de reflejos bifurcados que le observaban con curiosidad y lástima : la vida había elegido muy bien el lugar de su última humillación.

Si acaso por su estúpida timidez no podía ser feliz, decidió que ese miedo al rechazo sería su escudo contra la felicidad de los demás.

El cielo se conmovió dando paso a la lluvia. Angel sentía como el agua fría que caía a cántaros le refrescaba el alma adolorida.

Perturbadora presencia...
Luz, mujer, paraíso.
Amor, locura y urgencia.

III

Un día cualquiera después de terminar una jornada de trabajo, la reconoció y se impone la certera impreción de que encontró algo valioso; algo perdido hacía mucho tiempo.

Tres años atrás le había perturbado con esos enormes ojos negros. Tímido como era, sin la más mínima esperanza de acercamiento la fue olvidando. Pero ahora que la vio como regresando de un mundo de ensueños sintió renacer en el ese arrobamiento dominante de su dormida obsesión.

Entonces comenzó a pensar en la manera de abordarla.

Todos los caminos llegaban a Donatella. ¿Si voy directo al tema y le confieso mi amor? El viento glorificando y gritando su nombre : Donatella, Donatella, Donatella. ¿Si de alguna manera consigo que alguien me la presente? Donatella, Donatella su delicado nombre escrito en las paredes de la ciudad.

¿Quizás cruzarle accidentalmente y así entablar conversación?

La ciudad, el país, las naciones, las islas, los mares y los monumentos... Donatella, Donatella.

Es que era como una diosa, alguien inaccesible, prohibida, era como que si la tocaba cometería la más vil de las blasfemias. Podía pensar en ella, pero no acercarse, no hablarle, menos tocarla...

Era su estúpida timidez.

Por más que se lo proponía no conseguía nada. Trataba de tropezar con ella en la calle, pero justo cuando aparecía una oportunidad se acobardaba. Ella pasaba por su lado indiferente, rauda como el viento, como un pajarillo hambriento en busca de comida.

Eras la venus dormida
enigmática piel de lejanía.
Besos al viento...
Caricias al vacío...
Deseos reprimidos...
Quizás algún lejano día.

IV

Fue como un milagro. Muy entrada la noche ambos se encontraron casualmente. Como estaban solos Angel se armó de valor y comenzó a insinuarse un admirador de su persona, todo iba bien, en sus oídos redoblaban solemnes campanas del paraíso y sus ojos veían lo que antes era invisible, ella le sonreia (con algo de desconfianza que él no percibía). Pero sucedió lo inevitable. Cuando Angel iba a pronunciar las cansinas palabras ensayadas poco más de un millón de veces, se detubo un auto y de el emergió un joven bien parecido que acercándose a Donatella la besó en los labios y abrazandola delicadamente le condujo al coche.

Angel solo en la noche. Su olfato era cosquillado por el aroma que despedía un restaurante de pollos asados cincuenta metros adelante.

«Pobres pollitos que no conocieron el amor, ni la libertad de ser diferentes como yo...», pensó y no deseó más nada de la vida, sino que comenzó a sonreír bajo el cobijo de la oscura bóveda estrellada, porque comprendió que su timidez le permitía ser diferente, le concedía el privilegio de continuar amando a su Donatella por la eternidad.


ALONE cuentos tristes Where stories live. Discover now