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CAN YOU FEEL IT TOO?

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Pasado el fin de semana —donde los herederos no cruzaron miradas ni palabras—, la primera clase del lunes prometía un rumbo interesante para Maxine. En especial por la mano escurridiza de Basilio tocando la piel de sus muslos por debajo de la mesa.

Las clases de Historia de la Magia con el profesor Bastien Hannelius solían ser increíblemente aburridas. Eran de las pocas asignaturas que no requerían de magia en lo absoluto, y eso llevaba a la mayoría de sus alumnos a encontrarla tediosa. Pocos eran los temas que llamaban la atención de la princesa, como los juicios de Salem, la poderosa hechicera Wendelim o incluso la historia de los dioses olímpicos griegos.

Con una monótona voz, el Profesor Hannelius impartió a la clase sus conocimientos sobre las tres principales deidades griegas. Una charla que no llegó a la mente de los prefectos, dado que el tacto del tímido Gryffindor en su piel se volvía cada vez, en efecto, menos tímido.

Para cuando sus dedos se deslizaron amenazantes hacia arriba, hacia el calor de la heredera, Maxine detuvo su camino llevando una de sus manos hacia la del pecoso y la apartó de donde perdería la cordura.

El capitán la miró apenado por su atrevimiento pero la Bringstone puso enseguida a relucir su mejor sonrisa blanca, y a continuación, dirigió una de sus pequeñas manos directamente hacia el comienzo de sus pantalones. Éste se aferró fuerte de su pluma y su mentón, tratando de mostrar un rostro impávido y libre de sospechas.

La heredera, por otro lado, observó el rostro tallado de Basilio apretarse, conteniéndose. Sus manitas jugaban con la bragueta de su pantalón. El Gryffindor se concentró en no dejarse llevar demasiado, o de nuevo tendría que ocultar el efecto de Maxine en la zona de su pelvis.

Decidido a ocupar su mente con otros pensamientos más sanos, Basilio giró su cabeza para centrarse en la rubia.

—Falta poco para el baile de noche de brujas —comentó. Mordió su labio inferior en el preciso momento que la princesa había escurrido sus dedos dentro de la tela gris de su uniforme.

Verla tan deseosa y expectante llevaba al pecoso a un viaje de estrellas sin retorno. Su tersa piel rozando la suya le provocaba una avalancha de emociones incontrolables. Sus ojos marinos estudiándolo eran como las piedras más preciosas que jamás había visto.

Pero su foco de atención en la clase se había perdido en un cien por ciento, así que, aunque le costara, apartó dulcemente la manita de la Bringstone.

𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐈𝐆𝐇𝐍𝐄𝐒𝐒 | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora