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I SHALL SHOW NO MERCY

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De no ser por Antonio Miyazaki, la princesa hubiera puesto el menor de los esfuerzos en el Torneo. Un cambio drástico de parecer se hizo presente al oír al Bringstone comentar sobre el arduo entrenamiento de los otros campeones.

Era sabido que Sigrid Björklund pasaba tiempo por demás en el Bosque Prohibido. Cada tarde después de clase, justo cuando la luna se cernía sobre la copa de los árboles con el brillo de la diosa Selene, Sigrid marchaba como soldado, clavando su bastón grueso y extenso a su paso. Maxine la observó atenta, cruzada de piernas y con un té verde en sus manos, desde la comodidad de su Sala Común. El pelo de la forastera se trenzaba por sí mismo con la ayuda del viento soplándole en su contra. Su uniforme de piel la protegía del aire gélido, salvo su rostro, blanco y translúcido, muy diferente al aura que transmitía.

Martin Lafourcade era, por otro lado, un caso más peculiar. Su arduo trabajo lo llevó a pasar su tiempo con un grupo reducido de Gryffindor (muchos de ellos amigos de Basilio Caldwell). Generalmente los Bringstone, en su recorrido matutino hasta el Lago Negro, divisaban al grupo escarlata colarse por las aulas vacías junto al campeón de Beauxbatons.

¿Sería que Martin necesitaba desarrollar su sentido de coraje?

Por último, negada por momentos, la princesa optaba por perderse en la Sala de Menesteres. La primera vez que se la enseñó a Antonio, éste se pasó todo el día sacando provecho de sus utilidades, estupefacto con la habitación acorde a sus deseos. Empero, últimamente en los casi dos meses de práctica, Maxine y él exprimieron cada beneficio de la sala.

Para sorpresa de la heredera, Miyazaki tenía un extenso listado de conocimientos que la princesa carecía de saber. Criaturas abominables que nunca había oído, hechizos peculiares que nunca había practicado, y técnicas muy eficientes, características de su cultura oriental.

Con el pasar de los días, el príncipe bastardo ayudó a que la heredera fortaleciera todas sus aptitudes. Una parte de él se sentía culpable por presionarla a echar su candidatura, así que lo mínimo indispensable que le ordenó su mente fue ayudarla hasta el cansancio. A pesar de que él no había sido seleccionado, Maxine pertenecía a su rango, y nada lo llenaría más de orgullo que ver a su compañera triunfar.

Ambos se encargaron de escrutar de lejos al enemigo y aprender de sus habilidades tanto como de sus debilidades. Sigrid era indudablemente la más audaz para el duelo. Su extenso bastón se movía ágilmente entre sus manos, desprendiendo de éste la energía tenebrosa de su magia en forma de hechizos antiguos, cuya práctica era casi prohibida en la actualidad. ¿Qué clase de educación recibían los alumnos de Durmstrang?

𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐈𝐆𝐇𝐍𝐄𝐒𝐒 | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora