04

1.9K 140 10
                                    

Nos encontrábamos en las celdas de la comisaría cumpliendo nuestra corta sentencia de siete horas por estar en una fiesta con drogas

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Nos encontrábamos en las celdas de la comisaría cumpliendo nuestra corta sentencia de siete horas por estar en una fiesta con drogas. Nos bajaron el tiempo aquí porque yo no consumí nada y porque ciertamente no fue culpa de Horacio tomarse esa cosa rara.

Pero eso no quitaba el hecho de que seguía enojada con ellos.

—Mónica, por favor. Ya te pedimos perdón.

Horacio se acostó en mis piernas y comenzó a jugar con mis dedos y con la ligera marca que me habían dejado las esposas por culpa del señor ese.

Quería hacerles la ley de el hielo por el susto que me sacaron.

—Ya podéis salir.

Horacio se paró sin soltar mi mano. Rodee los ojos al no poder soportar no hablar con ellos.

—Ya, Horacio, no te me pongas triste.

Me dio un beso en la mejilla y se fue corriendo atrás de Gustabo el cual ya estaba saliendo de la pequeña cárcel.

Estando a punto de salir, pero el superpendejo me tomó por la muñeca apretándola un poco, todavía estaba un poco sensible por lo que solté un leve chillido.

—Espero que entiendas que no me puedes hablar así.

Me estaba mirando directamente a los ojos a través de sus lentes oscuros. Podía verlos un poco. Parecía que estaba enojado de verdad por la intensidad en la que me veía.

—Y espero que usted entienda que me vale madres.

Zafé mi mano y caminé rápido hacia la puerta, subí las escaleras y pude ver a mis amigos riéndose de algo.

—Acaban de venir nuestros amigos, diciendo que tenían unos asuntos que querían que viéramos ¿vamos?

—No manches, Gustabo, apenas salimos y ya quieres volver a entrar —Negué con la cabeza en desaprobación. Pero luego les di un golpe a ambos, sonriendo — a huevo que vamos a ir. Sí a todo.


...


Diez minutos después, sus amigos ya estaban esperándonos en la esquina. Y ahora nos dirigíamos a ver ese asunto.
Nos bajamos del carro de su amigo y caminamos debajo de un puente.

—¿Y nosotros que vamos a hacer?— preguntó Horacio.

—Primero, hay que estar atentos, podrían venir en cualquier momento y no sabemos si estarán armados.

Abrí mis ojos y miré a mis amigos enojada.

—A ver, espérate ¿cómo que armados? — les di un empujón a ambos que apenas los movió —¡Y que ustedes no piensan que podría pasarles algo!

—Tranquila— me habló un muchacho el cual reconocí como Trujillo— con nosotros no sucederá nada.

—Me importa tres kilos de mierda, vámonos.

No fear || Jack ConwayWhere stories live. Discover now