51

493 37 4
                                    

—Moni, despierta — escuche a Horacio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—Moni, despierta — escuche a Horacio.

Mi cabeza dolía mucho, mis ojos pesaban al igual que mi cuerpo, poco a poco los empecé a abrir hasta ver con claridad la cara de mi amigo. Mire rápido a nuestro alrededor mientras me sentaba con su ayuda. Estábamos en un cuarto, habían diferentes estantes vacíos, supongo que está habitación servia de bodega o algo por el estilo.

Mire el rostro de mi hermano, tenía una notable cortada en su frente gracias al golpe que le dieron para noquearlo.

—No sé dónde está Gustabo — dijo.

El ruido de la puerta me hizo reaccionar mejor y me puse adelante de Horacio, lista para agarrarme a madrazos con quien sea que se atravesara, era Emilio.

—Les traigo agua — habló, nos dejó dos botellas de agua en el suelo, traía su máscara de diablo.

Yo estaba enojada, no podía creer que nos hiciera esto. Nosotros tampoco debimos unirnos, pero no me lo esperaba.

—¿Qué chingados, Emilio?

No dijo nada y salió.

Quería madrearme a todos, esto no debía pasar y ahora resulta que el pendejo de Gustabo no está aquí, qué perra casualidad.

—Tengo miedo — sollozó Horacio.

—No te va a pasar nada ¿me oyes? Vamos a salir de aquí y... — alce mis ojos, para pensar que otra cosa haríamos — nos iremos de fiesta, sí, eso.

Horacio me sonrió sin ganas.

—¡A ver hijos de la chingada! — grité, apartándome de mi amigo — según ustedes muy cabrones y no vienen. ¿A poco ocupan tenerme sedada para poder conmigo?

La puerta volvió a sonar, esta vez entro Nadando.
Quería madrearmelo, quería pegarle con lo que sea que encontrara hasta que chillara, pero él traía un arma y era obvio que yo perdería.

—¿Creísteis que no nos daríamos cuenta? Sabíamos que erais los perritos de Conway.

—Ustedes lo sabían y aún así les tembló hasta la cola — alcé mi cabeza y me crucé de brazos — ¿y dónde está el pendejo de Gustabo?

—De nuestro lado, siempre lo estuvo.

—Pues miren, él y ustedes se pueden ir a chingar a su pinche madre.

—No deberías ser tan grosera — se acercó poco a poco, estando a unos cuantos centímetros de mí — ten mucho cuidado con lo que dices.

Ahora la puerta se volvió a escuchar, mire detrás de él, estaban Xiaomi, Emilio y Gustabo.

«Agárrenme o me lo madreo al pendejo»

Gustabo está aquí para demostrar que puede estar con nosotros.

Gustabo traía su máscara, Horacio se paró y se quedó detrás mía.

—De rodillas, Horacio.

Fruncí el ceño y le tomé la mano.

—Él no se va a poner de rodillas.

—No lo hagas más difícil, Moni — me habló el rubio, su tono de voz había cambiado.

—Diablo, sujétala.

Emilio hizo lo que le ordenaron y yo empecé a forcejear.

—Suéltame, hijo de la chingada.

Nadando miro a Horacio y así el de cresta se arrodilló.

—Ustedes le hacen algo y yo me los madreo.

—Wilson — Gustabo acató el llamado y sacó un arma de su espalda.

Mi rostro palideció y mis forcejeos se hacían más fuertes. No lo va a hacer, no puede hacerlo.

Gustabo, por favor...

—Suelta la pinche pistola.

Emilio se iba alejando de a poco.

—¡Suéltame, cabrón!

—Mona, por favor...

—¡Suéltame con una chingada!

—¿Últimas palabras, Horacio?

—Te quiero mucho, Moni.

Y Emilio salió conmigo del cuarto.

—¡Me los voy a madrear a cada uno de ustedes! — chille, pataleando — ¡Te voy a sacar de ahí, Horacio!

La puerta se cerró de un portazo y Emilio seguía yendo para atrás.

—¡Emilio, suéltame ya! — mire hacia arriba y apreté mis labios. Era obviamente más fuerte que yo, no podía zafarme — ¡Te voy a...! — y me interrumpió el sonido de un disparo.

Mi corazón se detuvo, me quede en silencio y las lágrimas caían por mi rostro. Esto no puede ser posible. Esto no está pasando.
Gustabo salió de la habitación sin su máscara, me miró por unos segundos, ladeando su cabeza y con una sonrisa burlona para después cubrirse la cara de nuevo con la máscara.

Empecé a moverme con más fuerza, quería golpearlo hasta que no me respondiera. Horacio ya no estaba. Él lo había matado.

—¡Los voy a matar a todos! — grité. Emilio llegó a una habitación y me metió ahí de un ligero empujón, no tenía ni fuerza para poder responderle a pesar de que quería golpearlo. Cerro la puerta y solté otro grito, mi garganta ardió — ¡Váyanse a la chingada!



Nada que ver, pero alguien comentó que Jack estaba lleno de 🚩 y sí, es verdad JAJAJA pero no puedo evitar amarlo, bye

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.





Nada que ver, pero alguien comentó que Jack estaba lleno de 🚩 y sí, es verdad JAJAJA pero no puedo evitar amarlo, bye

No fear || Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora