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—Horacio no lo logrará— hablé, sentándome en la cama

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—Horacio no lo logrará— hablé, sentándome en la cama.

Estábamos en mi departamento, mis amigos no estaban, sepa la madre en donde andan. Ya han pasado dos días y no nos han dado ninguna respuesta, aunque Emilio me sigue diciendo que Gustabo y yo es casi seguro que entramos.

—Es mi hermano, pero es muy chillón — recargue mi cara en mis manos.

—Podéis entrar vosotros.

—Pero no sé qué le harán a él. Y luego los morros esos salen con sus mamadas de fingir que tú estás ahí y nos ponen nerviosos.

Nos quedamos en silencio. Supongo que Jack estaba pensando en qué decirme, o qué nos va a ordenar para poder hacerlo.

—¿Sabes qué? Mejor vámonos bien lejos, estoy hasta la madre de todo.

—Venga, vamos por un helicóptero.

—Ándale, vamos por... aguanta ¿qué?

—Vamos por un helicóptero — repitió.

—¿Cómo vamos a ir por uno? No manches.

—Tu novio es el jodido superintendente, puedo hacer lo que me salga...

—De la verga, sí, ya lo sé — le sonreí, me acerque a él y lo besé.

Me iba a separar, pero me tomó del cuello y me volvió a pegar a él. Me dio leves caricias y luego se separó.

«Ay su pinche madre, me puse nerviuda»

Vamos por uno entonces.


...




—¡Nos vamos a morir!

—Solo es un poco de aire.

Empecé a gritar y moverme de manera exagerada.

—Joder...— dijo Jack, riendo.

Como hacía aire el helicóptero se movía un poco. La verdad si me daban miedo las turbulencias, pero también me gusta dramatizar.

Jack jugaba un poco con sus manos en el volante, lo movía ligeramente hacia los lados para tener un mejor agarre y dirigir bien el helicóptero. Note como se aferró a él y oprimió sus labios para después hacer sus brazos hacia adelante, para que el helicóptero se fuera hacia abajo.

«Me cagué»

—¡Ay hijo de tu fregada madre!

Y sin más, él carcajeó.

Unos minutos más tarde de estar como pendejos (más bien yo estar como pendeja) nos paramos en un cerro un poco lejos de la ciudad. Ahora estábamos sentados, mirando a la nada. Nuestros brazos estaban cruzados. Andábamos muy cómodos.

—Me alegra haberte conocido — soltó, tomando mi mano y jugando con mis dedos.

Sonreí. Sabía que no era de esas personas que sueltan ese tipo de cosas a los cuatro vientos. Me sentía especial cada que me decía algo así.

—Yo también.

Me tomó de los hombros y con cuidado me recostó en el pasto, me abrazó y nos quedamos así.

—Cuando estaba chiquita, me imaginaba un novio como tú — dije.

—¿En serio?

Asentí.

—Sí. O sea, no con todo el drama y eso, pero sí.

—Jamás pensé que me volvería a gustar alguien — admitió.

Levante mi cabeza y lo mire, él veía al cielo. No traía lentes, pude ver sus ojos, lo notaba tranquilo.

—No me mires así, me pones nervioso.

Reí. En verdad estaba feliz. Nos podía estar yendo de la verga con la mafia, nos podría estar cargando la chingada, pero eso no quitaba el hecho de que era feliz. Estos momentos me hacían reventar de alegría.

—Ay Superintendente, pensé que usted no se ponía así.

Me miró rápido y luego volvió a ver al cielo.

—Basta.

Le di un beso en el cachete.
Sonrió un poco y se sentó.

—Vamos, te enseñaré a volar.

—¡Ay no mames! ¿Neta?— me pare casi de un salto.

Nos acercamos al helicóptero, me subí casi corriendo.

—Solo no nos estrelles— se puso el cinturón y apretó algunos botones.

—Tú tranquilo.

—Primero, no aprietes...

Antes de que terminara, apreté otra cosa y el helicóptero se empezó a elevar.

—¡Dios!

—¡Ay su pinche madre!

—Okey okey, muévelo despacio.

Intenté hacerlo, pero sin querer lo moví rápido y el helicóptero se fue para un lado.

—Joder— se quejó. Pero pude escuchar que se aguantaba la risa.

—No pasa nada, yo lo controlo — dije, agarrándome con fuerza y viendo hacia adelante.

—Lo que tú digas, cariño.

Sonreí por el lindo apodo que me dijo.

Unos minutos después. Creo que ya no sé ladeaba tanto, ni lo giraba tan brusco. Ya andaba aprendiendo.

«Pendeja pendeja no soy»

—Me sorprende que no nos hayamos estrellado.

—Menso.

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No fear || Jack ConwayWhere stories live. Discover now