DUELO

1.3K 96 71
                                    

"Solo las personas capaces de amar intensamente pueden sufrir un gran dolor, pero esta misma necesidad de amar sirve para contrarrestar sus duelos y las cura".

Leo Tolstoy


POV Armando Mendoza

Negación

...

–Te dije que no iba a ser así de fácil –soltó uno de mis demonios, claramente refiriéndose a mis estúpidos intentos de acabar con todo, específicamente de acabarme junto con ese amor que me consumía sin piedad, pero mis demonios habían regresado, tomando el lado de Beatriz ante cualquier mala decisión que pudiera tomar por culpa o por lo que fuera, recordándome que en el corazón no se manda y en la mente no se ordena.

Y sin embargo, ya había perdido a Beatriz.

La intensidad de mi amor hacia ella y el deseo de tenerla en mis brazos mezclados con el vacío que me causaba pensar siquiera en una vida sin Beatriz, formaban la nueva realidad de mi presente, la cruda realidad con la que inicié mi día. Cada parte de mi cuerpo estaba herido, cada parte de mí sufría su pérdida, cada parte me recordaba sin clemencia, sin piedad que era una batalla perdida.

Me levanté con la remembranza de nuestra segunda noche, con mis demonios aplaudiendo su recuerdo, enfrentándome a un nuevo día, a una nueva decisión, al entendimiento forzado de que Beatriz no volvería a mi lado, tratando de asimilar cada uno de mis pasos de la noche anterior, tratando de encontrar un camino diferente, uno que no incluyera ni la culpa ni el agradecimiento como estandarte, sino la redención y la tolerancia de una vida que había continuado muy a mi pesar. Además, ahora tenía algo más presente: mi duelo.

–¿Cuántas pérdidas podría nombrar a lo largo de mi vida? ¿Ah? –me cuestioné internamente –Camila fue una y muy dolorosa, mi padre y su poco respeto y confianza, la empresa que formaba el patrimonio familiar, mi compromiso matrimonial y todo lo que conllevaba la relación con una mujer que conocí toda mi vida, las personas que confiaban en mí y que perdí por mi estupidez; y la más terrible de aceptar: Beatriz. –pensé agotado.

Beatriz, no era solo ella, incluía mi futuro mismo. Incluía, porque parecía incierto. Su pérdida, por más que fuera lo lógico que sucediera al saber mi peor crimen contra ella, había sido de manera súbita, dolorosa, indeleble incluso.

Mi todo sin ella había colapsado desde el momento que abrí la carpeta en esa maldita junta, viendo pilar tras pilar, como se desmoronó todo ante mí; dependía de ella como si de un parásito que se alimenta de su organismo se tratara, sintiendo que sin ella no era nada, quedándome en el vacío que ya existía desde antes que la conociera, pero con el agregado de la soledad en la que me sumí.

Y aún con ese sentimiento, tenía que regresar al presente, a esa habitación, al dolor que me asediaba para obligarme a levantarme de esa cama que compartí por tanto tiempo y sin embargo, era un extraño en espacio conocido, atormentándome al tener que pasar por ese vestidor, del que colgaba el vestido de novia de Marcela, viendo mi ropa todavía en ese espacio que ella abrió para mí, todos los productos higiénicos que alguna vez usé. Simplemente todo aquello, por más efímero que pareciera, era un eterno recordatorio a la vida que había dejado atrás. Tomé un poquitico de agua directo del grifo para evitar el constante carraspeo de mi garganta, oliendo mi perfume, viendo mi bata de baño como si nada hubiese cambiado, hasta que escuché la voz de Marcela en la habitación.

Me había preparado el desayuno, quedando de vernos después en Ecomoda, dándome indicaciones de donde estaba mi ropa como si no lo supiera, como si no pareciera que desde hace tiempo vivía con ella, resignado a ello, con tal de que no sospechara que estaba con alguien más, con tal de cederle un poco del control que siempre demandaba.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora