RIVALIDAD

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"La experiencia me ha enseñado que uno de los métodos más eficaces para derrotar a un rival en el vacilante corazón de una mujer es elogiar sin restricciones a ese mismo rival, es volverse tan comprensivo, tan noble y tolerante, que uno mismo se sienta conmovido."

Mario Benedetti


POV Armando Mendoza

...

–Ah es amigo de Beatriz –repetí yo sin poderlo creer, repetí sintiendo esa tensión apoderarse de mí, sintiendo mis dientes rechinar, mis demonios danzar fúricos, mis puños crisparse, todo en mi reaccionar en un tanto solo instante a lo que acababa de escuchar, pues vaya que a ése... amiguito internacional, tan atractivo además no lo conocía, vaya que me recordó a cierta descripción que Calderón hizo meses atrás, consciente que ese cretino profetizó su aparición, consciente que sería mí tormento otra vez; pero sobre todo, consciente que al francés ése no quería ni cerquitica, y que claramente no compartiría a Beatriz con él.


Había sido un completo imbécil.

Siempre lo fui cuando se trataba de Beatriz, y tardé mucho tiempo en percibirlo, pero ahora que lo sabía no podía sino reprocharme con creces todas las situaciones en que la maltraté, a las que la sometí sin siquiera pensar que la lastimaría, pero ahora que lo hacía, que estaba más que arrepentido, que pagaba mi condena en el purgatorio en el que me sometí, ahora lo veía, ahora moría por corregir cada malpaso dado con ella, y ahora tendría que reprocharme algo más, tendría que voltear a ver al Armando Mendoza del pasado, a ese imbécil egoísta, posesivo, neurótico que quería dejar atrás y que sin duda volvió una vez más.

Durante días, que se volvieron semanas, que se volvió una eternidad para mí, negué egoístamente la idea de que hubiese alguien más, algún otro hombre en su vida, me negué a aceptar que me había olvidado, que ya no me quería, descarté los comentarios malintencionados de mi madre y de Calderón que señalaban que yo era asunto olvidado, que Beatriz posiblemente había seguido su vida, y que posiblemente incluía a alguien más.

Uno a uno se presentaron los recuerdos de mi infierno, de mis vacíos personales que se encargaron de atormentarme cuando no tenía noticia de Beatriz, cuando se desapareció sin rastro alguno para perseguirla como siempre hacía y que ahora se galopaban en mi cabeza cortesía de mis demonios que se valieron del enojo y de su frustración para castigarme, para hacerme entender que lo que tenía frente mí no esa sino la prueba contundente que había menospreciado la idea, que había pecado de confiado, de egocéntrico y de ingenuo otra vez.

...

Mi madre entró a presidencia para cuestionarme ese estado etílico perpetuo en el que me sumergí cuando Beatriz me abandonó, cuestionándome cuánto duraría así, saliendo por fin otra verdad que yo nunca compartí. –¿Hasta que ella aparezca, si es que aparece y nos devuelve la empresa, si es que la devuelve? –soltó asomando el disgusto cuando habló de un "ella" –...Pero si no aparece, si no nos devuelve la empresa, ¿Qué vas a hacer con tu vida? ¿Te vas a morir? –cuestionó mi madre mientras yo me hacía el desentendido, pues claramente me quise morir.

–...Tú sabes de qué estamos hablando, Armando –continuó mi madre fríamente –Tus debilidades para con ella sobrepasan todos los asuntos empresariales. Esta vida borrascosa que llevas, no es por la empresa. Es por una mujer. –soltó cargada de prejuicios ante la única persona que me comprendía, acrecentándose mi dolor cuando me di cuenta que ni el apoyo de mi madre tendría, pero si así iba a hacer, si se repetía el error que cometió con Camila yo lo aceptaría.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora