CAMBIOS PARTE II

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"...Por tal razón se ha producido un cambio en estas últimas semanas. ¿Pero dónde? Es un cambio abstracto que no se basa en nada ¿Soy yo quien ha cambiado? Pienso que soy yo el que ha cambiado: es la solución más sencilla."

Jean Paul Sartre


POV Armando Mendoza


Creo que mi estado actual había cambiado al de cansancio perpetuo.

Otro cambio que sufrió mi vida, aunque a decir verdad, todavía se me presentarían más cambios y durante ese mismo día. Es lógico, las personas nos transformamos, así es la vida, pero los míos se presentaban tan contundentes que me había espantado en un principio, y, sin embargo, no volvería atrás jamás.

Y habíamos entrado a un cambio más a uno que me serenaba, pues compartiría el trabajo con ella una vez más, no más distancia impuesta, tal vez la lejanía seguiría, pero qué importaban cuando me saciaba tan solo al verla, al tenerla de cerquitica.

Beatriz me saciaba.

Pero no era una saciedad convencional, no señor, es una completica, una que me atraía como miel a las abejas, pues hasta en sueños me dejaba agotado, pero también me dejaba con el tenue anhelo de verla, con la curiosidad a flor de piel ante lo que me encontraría: si a su forma etérea, transformada y fría; o a mi Betty, a la tierna sonriente, tranquila que tanto añoraba, dirigiéndome rápidamente a la empresa ante esa perspectiva.


Llegué a la empresa con el cansancio del día anterior, pero también llegué calmado, esa calma que me dio Beatriz desde hace más de un año, saliendo del ascensor como todos los días –Buenos días –comenté a la secretarias que estaban en el lugar, escuchando el cuestionamiento mal intencionado de Bertha, pero importaba porque hasta donde yo sabía no hice nada malo, si acaso hacer mía a Beatriz en sueños, pero eso lo seguiría haciendo de por vida. –Bien muy bien, gracias Bertha –respondí, escuchando una vez más el tono perverso que usó al denotar que yo tenía razón, mientras yo me retiraba a la oficina sin más, pues había pendientes con las franquicias que se tenían que revisar, esas propuesta para los demás países que nos visitarían hasta que llegó Sandra a informarme que Alejandra había llegado ya, pidiéndole que la hiciera pasar mientras me levantaba de mi lugar para saludar, abriéndole la puerta para dejarle un besico en la mejilla una vez más.

–¿Cómo estás? –me preguntó Alejandra cuando reprimía con la mirada a las secretarias que chismeaban como siempre hacían, cerrando la puerta para sugerirle que tomara asiento frente a mí.–Cuéntame, cómo te fue anoche– preguntó cálidamente, pero sinceramente no tenía ni idea, no cuando mi mente se encargó de atormentarme con las conversaciones que se colaron sobre cierto viaje a Cartagena, sobre cierto francés, para luego dejarme completamente agotado por los sueños que se maquilaban dentro de mí.

–No sé cómo responder a esa pregunta –confesé pesarosamente, pues amanecí con el recuerdo de Beatriz sobre mi piel y todavía tenía cosas que aclarar, cosas pendientes que atender antes de saber qué demonios hacer.–¿Cómo amaneciste? –le pregunté para seguir con el día que nos esperaba.

–Bien, muy bien, gracias –me respondió con una sonrisa –Estaba agotada –negó nuevamente, suponiendo que se refería tanto al viaje que había hecho, sumando la visita a la planta el recorrido a los puntos de venta y sobre todo al evento al que la había sometido durante todo el día de ayer.

Disculpándome porque fui causante de su fatiga, hasta que mis demonios me recriminaron el tono coqueto que usé para expresarme, hasta que me di cuenta cómo había sonado pues Alejandra me dedicó una mirada traviesa a modo de respuesta y yo, ¡dios mío! ¿Cuánto había cambiado ya? Yo no era consciente del tono que usaba, que me nacía con las mujeres hermosas, pero en ese momento no solo mis demonios lo notaron, también yo y si antes lo empleaba para salirme con la mía sin que me importara, sin duda ahora sí que lo haría.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora