EXPLICACIÓN

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"Perdóneme, Pedro. ¿Lo lastimé? -No tanto como yo la he lastimado, déjeme decirle que mi propósito... -No le he pedido ninguna explicación. -Es necesario que me permita dirigirle unas palabras... -Una vez lo hice y resultaron una mentira, no quiero escucharlo más."

Laura Esquivel


POV Betty Pinzón Solano

Me había quedado profundamente dormida.

No fue para menos, estaba agotada y no había mejor lugar para descansar que a su lado, para estar completamente relajada cuando sus brazos me protegían y me hacían sentir tan segura, tan amada que solamente me dediqué a sentir, a no pensar, a no requerir ni dar explicaciones cuando había cosas tan naturales y anheladas que no se podían negar, cuando sencillamente quería amarlo sin recriminaciones, sin prisas, sin miedos, sin pausas.

No quería despertar, no quería levantarme cuando estaba junto a mi don Armando, tampoco quería moverme por más que lo sintiera observarme, por más que me acariciara la espalda en una procesión de caricias dulces, por más que sintiera su pecho soltar un suspiro suave, hasta que sentí que se removió en la cama quedando a un costado mío y no debajo como estaba.

–Buenos días, princesa –musitó quedito, muy cerquitica de mi oído mientras sentía sus finos nudillos acariciarme la mejilla, mientras pasaba sus dedos hasta mi nariz que jaló de manera juguetona.

–Buenos días, don Armando –musité con esa sonrisa que me sonsacó ese despertar tan divino, acercándome a su cuerpo mientras me deslizaba por la cama para sentir su cuerpo más unido al mío, así sin atreverme a verlo por la vergüenza que sentía o así fue hasta que escuché un pequeña y burlona risa, hasta que sentí cómo movía mi brazo suave pero insistentemente, instándome a suspirar.

–Mamita soy su mamá, no don Armando, Bettica –susurró chistosamente una voz femenina, susurró mi mamá mientras abría mis ojos en un intento de corroborar que era mentira, que no me descubrió mi mamá, pero toda sospecha quedó en segundo lugar cuando escuché su risa.

–¡Ay, no! ¡Qué pena, Dios mío! –pensé atormentada sin animarme a abrir los ojos, apretándolos más queriendo me tragara la tierra para no tener que explicar lo que soñaba y de paso volver a los brazos que tan delicioso me mecían.

–Bettica...–susurró mi mamá una vez más.

–¡¿Sigue dormida, mija!? –soltó mi papá que hizo acto de presencia, que no sabía si estaba ahí desde hace rato y yo soñando a don Armando, obligándome a abrir los ojos mientras mi mamá me sonreía ahí sentada en la cama y mi papá en el umbral. –Levántese Betty que quedamos de ir con las tías –explicó nuevamente mientras yo me reponía y trataba de despertar.

Hace mucho no veíamos a las tías, esas señoras tan queridas por mi papá, tan chistosas que me hacían el blanco de sus comentarios que aunque bien intencionados, terminaban por hacerme sentir mal al mencionar que ser una solterona no estaba tan mal, y sin embargo, las quería mucho sobre todo por la notoria diferencia de carácter a comparación de mi papá.

Pero estaba agotada por lo todo lo que pasó esa semana y lo último que quería era explicar el cambio de imagen o el puesto temporal que ocupaba y de segurito mi papá ya les había informado de lo segundo, pues lo primero apenas lo toleraba.

Además, había dormido y descansado en brazos de don Armando, había dejado de lado todo esos días que pasaron entre pláticas y confesiones, entre perdones y explicaciones y amanecí con la sonrisa tatuada en la cara que no podía disimular por más vergüenza que me dio estar frente a mi mamá que me vio suspicazmente, como si supiera qué pensaba.

Me enamoré por primera vezWhere stories live. Discover now