3. Señorita Moir

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―¿Esposa? ―Escuché a Amanda preguntar.

―Ah, sí.

―Silencio ―siseé.

Las dos se callaron. Roxy no era alguien que exponía la vida privada de las demás a la ligera, pero la curiosidad de Amanda era simplemente la peor molestia.

El resto del viaje transcurrió en completo silencio. Roxy parqueó el auto en un lugar exclusivo que solo podía ser utilizado por los altos directivos de la academia. El ambiente permanecía en un sutil silencio, se escuchaba leves carcajadas que eran arrasadas por el viento. En un semana, se pondría más animado y esta soledad que gobernaba quedaría en el olvido tan pronto las clases iniciaran formalmente.

Minutos más tarde, me encontré en la oficina, sentado detrás del escritorio en una silla ejecutiva de color negro. Cansado, miré directo a la pila de documentos sin emoción evidente.

Amanda entró a mi oficina con algunos archivos en su mano. Alcé la vista en su dirección, expectativo. Ni siquiera tocó la puerta.

―¿Qué necesitas? ―pregunté.

―¿Quieres revisar las solicitudes que ingresaron recientemente?

―Mmm. ―¿No era el trabajo de ella hacerlo?

―¿Lo olvidaste? Hay un vacante dentro del claustro, el sustituto del difunto profesor Kennedy todavía no se define, Thomas.

Ah, ahora lo recordaba. Sin este recordatorio me habría olvidado que aún no se resolvía un asunto importante, como el vacío que dejó uno los profesores más queridos. Su muerte inesperada era un golpe tanto para la academia como para los estudiantes. Una verdadera pérdida. Kennedy Marshall fue un profesor sobresaliente que trabajó y apoyó a la academia por más de 20 años.

―Mmm ―musité, desganado. Estaba poco dispuesto a echarles una mirada a los documentos que ella me extendió.

―Su padre, el señor Lozano, recomendó una persona para el puesto.

―¡Recházalo de inmediato! ―Mi respuesta saltó al instante, cualquier persona involucrada con mi padre no merecía un poco de mi atención y mi valioso tiempo. No quería implicarme con ese tipo de gente.

―Su madre también la recomendó ―comentó Amanda, apresurada y aclarando la garganta con timidez. Fruncí el entrecejo. Era muy raro que mi madre se entrometiera en este tipo de asunto; al menos, no después de desligarse de los negocios de academia años atrás, incluso prometió no volver a involucrarse.

―Habla ―accedí.

Alegre, Amada prosiguió con su relato con más resolución, probablemente había notado mi repulsión hacia mi padre.

―Su madre ha llamado repetidas veces para pedir que consideremos contratar a cierta persona. De hecho, más que preguntar, dio una orden; te lo comento para que reacciones personalmente la situación.

Solté un suspiro.

Si mi madre estaba involucrada entonces solo podía acatar esa orden. Su talento para reclutar personas era incuestionable; solo podía confiar en que mis padres no confabularon en mi contra para favorecer a alguien. La idea se desechó en mi cabeza tan pronto como apareció, era muy poco probable que eso ocurriera: mama no permitiría que los incidentes del pasado se repitieran.

Por como resultaron los hechos, tampoco iba a dejar que nada malo pasara. Nadie volvería a pisotearme.

―No hay nada que pueda hacer al respecto. Contacta con esa persona y prepara un contrato.

Seduciendo al chefWhere stories live. Discover now