4. Enorme culpa

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El ambiente en la cena era pesada y el tenso silencio se extendía por el comedor. Era un resultado esperado, mas no me incomodaba en absoluto; aprendí a vivir convivir con este molesto sentimiento. Alice y mi madre parecían las únicas afectadas, pues se removían inquietas en sus asientos, a veces intentaban generar plática.

Esta indiferencia de mi padre, la de aparentar ser un hombre inmutable frente a situaciones complicadas, me alegraba haberlo heredado. Solté un suspiro, pensar que intenté por todos los medios imaginables ganarme el respeto de mi padre, me provocaba nauseas.

―¿Qué te parece si... ―empezó a decir mi madre, angustiada y titubeando―, te quedas esta noche, Thomas?

―Sí, sí, eso ―la apoyó Alice―, preparé tu habitación. ―Ella se levantó de su asiento, dejando su cena a medias.

―Siéntate, no es necesario.

Alice se detuvo.

―Obedece a tu madre ―habló por primera vez mi padre. ¿Por qué era tan irritante?

Lo ignoré.

―No me quedaré, lo siento, mamá.

―Está bien, está bien. No hay por qué ser tan rígidos, tu madre lo entiende.

―Mmm ―balbuceó mi padre, rendido, probablemente al escuchar a mi madre ceder.

Tras guardar el silencio por varios minutos, saqué a colación un tema que me interesaba preguntar.

―Esta dichosa señorita Moir... ―Le lancé a mi padre una mirada perspicaz; al percibirlo, él me lo devolvió sin expresión alguna―, ¿tiene nombre?

―Mmm ―respondió sin mostrar un ápice de interés.

―¿Por qué insistes en que la contrate?

―¿Qué? ―Intervino mi madre, sorprendida.

―¿No confabularon juntos para contratarla?

—Coincidencia, coincidencia, es la primera vez que escucho que tu padre también recomendó a la señorita Moir.

―¿Es la señorita Moir alguien realmente capaz? No quiero pensar en mis padres como personas llenas de pretensiones estúpidas.

―Piensas demasiado. ―Se limitó a decir él―, la niña no es de mi agrado, sin embargo... ella se ha vuelto capaz lo suficiente para recibir un alago de mi parte. Guíala bien cuando empiece a trabajar, es despistada, un ambiente nuevo y desconocido la hará sentirse perdida.

―¿Por qué hablan ustedes por ella? ¿No puede la señorita Moir solicitar el trabajo personalmente como el resto del mundo? ―Ahora me sentía molesto.

―Ella me mandó a lista negra ―dijo mi papá, soltando un suspiro para mi sorpresa.

―Es algo que ella haría sin dudar. ― Alice carcajeó, mi mamá la siguió.

Me sentía fuera de lugar en este sitio. Hablaban de un tema tan poco familiar y tan ajeno a mí. Con tristeza, mi madre agregó:

―Siendo sincera, ella tampoco está dispuesta a trabajar para enseñar: no tiene experiencia y no es apta para este trabajo, dudo mucho que tenga idea de lo que debe hacerse.

―¿Entonces?

―Compensar ―respondió mi padre.

―No importa si ella mira la academia como un patio de juego; absolutamente debe estar. No espero que enseñe bien o sobresalga, bastará si ella se divierte —finalizó mi madre.

Seduciendo al chefWhere stories live. Discover now