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Sonó el timbre.

¿Quién demonios interrumpe mi fin de semana? ¿Un domingo en plena tarde? Voy a asesinar a quien sea.

Me levanté de mal humor y me dirigí a la puerta de mi casa, justo cuando la persona volvía a tocar el timbre.

Debí agarrar la sartén.

Abrí la puerta con cara de asesina, que se volvió una cara de sorpresa al verlo parado allí.

—¿Nate? —Él me observó serio y luego miró la puerta de mi casa.

—Puedo... —Lo interrumpí.

—No te dejaré pasar, gilipollas —Mi ex suspiró, como si entendiera mi reacción.

—Quiero hablar contigo, Agnes. Solo... dame la oportunidad de hablar contigo una sola vez.

—Yo no tengo nada que hablar contigo —zanjé.

Y no lo tenía. Él me había dejado muy claro que le importé una mierda cuando a los pocos días de terminar ya andaba con otra.

—Yo sí lo tengo. Por favor... —Me suplicó.

Dudé bastante.

¿Qué quería lograr hablando conmigo?

¿Pretendía que lo perdone?

Suspiré, rendida.

Ya que, mi domingo ya estaba arruinado después de todo. Bufé y lo dejé pasar.

—Si esperas a que te sirva algo de beber, puedes ir tragando saliva porque no pienso darte ni un vaso de agua —Dicho eso me senté frente a él en los sillones de la sala de estar. Nate esbozó una sonrisa amarga.

—Extrañaba esto, un poco —Apreté los labios y decidí dejar pasar su comentario—. No vine a pedirte que volvamos, quiero dejar eso en claro.

—Menos mal, me ahorro el tener que rechazarte —Él no pareció sorprendido con mi contestación, de hecho, fue como si se lo esperara.

—Vine a disculparme, por todo lo que he hecho —Me miró—. Nunca debí aprovecharme de ti. Si estaba enamorado, debí conquistarte como los demás, no robar una identidad. Fue muy estúpido de mi parte—Asentí, dándole la razón—. También, lamento haberte ignorado después de eso. Debí pedirte disculpas antes, pero he tenido algunos obstáculos hasta tener el valor para venir aquí—Lo observé en silencio—. Sé lo que piensas de April, pero ella y yo no somos nada. Ella muestra interés en mí, pero yo... eh...—Se rascó la nuca, nervioso.

—No me has superado —concluí. Él  asintió algo incómodo—. Yo sí te he superado, Nate—dije. El chico no pareció sorprendido en absoluto, de hecho, sonrió con amargura otra vez.

¿Qué es lo que estás pensando, Nate?

—No te has dado cuenta todavía, ¿no? —Fruncí el ceño sin entender, él hizo una mueca—. No lo has hecho—Aseguró.

—¿De qué demonios hablas? Te he dicho que te he superad... —Me interrumpió.

—Age, tú nunca me quisiste—¿Qué?—. No te has dado cuenta hasta ahora porque estuviste demasiado concentrada en odiarme—Quise reprocharle, pero no me dejó—. Tú nunca me quisiste, nunca te gusté como tú me gustabas a mí. Estabas enamorada del chico de las cartas, me veías como el chico de las cartas, no como Nate, no como yo—Se tocó el pecho, señalándose—. De quien siempre estuviste enamorada es de la Flor de Lirio, no de mí, yo solo era la cara que erróneamente le diste al chico que te gustaba. Eso fue todo—Lo último lo dijo con tristeza.

La Flor De LirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora