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Su cabello pelirrojo se encontraba repleto de pequeños mechones blancos, que destacaban aún más las arrugas que le habían salido a los costados de los ojos y sobre la frente. Su piel estaba más bronceada, aunque sus facciones duras y rudas seguían siendo las mismas, que contrastaban con su mirada cálida. Su estatura promedio hacía que quede a la misma altura que Chris y algo me decía que los años ya habían comenzado a achicarlo. Vestía ropa cara, un reloj reluciente y anteojos de sol, unos zapatos de charol y una alianza adornaba su dedo anular.

Apreté los dientes y tensé todos los músculos de mi rostro. Apreté los puños con la poca fuerza que tenía al ver como mi padre abrazaba al castaño como si fueran cercanos, y me pregunté mil cosas en un segundo, aunque una pregunta prevalecía sobre las demás.

Si no se hubiera ido, ¿me estaría abrazando a mí ahora?

Por supuesto que no, él se había marchado sin importarle su familia. Tomó una decisión, que fue abandonarnos, y por más que estuviese a pocos metros de mí, no cambiaba el curso de la historia.

—¿Ese es tu padre? —preguntó James, igual de petrificado que yo.

Mis ojos inevitablemente se llenaron de lágrimas y de repente me encontré sosteniéndome el pecho, en busca de aire.

No puedo respirar.

Me desplomé en el suelo sintiendo la aspereza de los dedos de James sosteniendo mis hombros con firmeza, para mantenerme sentada sobre el asfalto. La gente a nuestro alrededor comenzaba a observarnos con preocupación, mientras yo inhalaba con desesperación intentando hacer pasar aire hasta mis pulmones, pero no podía. Me agarré la blusa con fuerza, en la zona del pecho, mientras sentía lágrimas calientes bañar mis mejillas.

—N-no p-puedo —Mi vista comenzó a llenarse pequeños puntos negros y todo se volvió más confuso.

—Agnes, escúchame —Oí su voz firme sobre los murmullos de las personas—. Respira, vamos, tú puedes. Estoy aquí, todo está bien—Me aferré con fuerza a su cuerpo, sin importar que parte de él estaba atrapando entre mis manos, simplemente me aferré a ella—. Inhala...—Inhalé con dificultad—. Exhala—Exhalé. James repitió sus órdenes un par de veces hasta que mi visión volvió a ser más nítida y pude respirar un poco mejor. Cuando fui un poco más consciente de mi alrededor, pude ver su mirada grisácea cargada de preocupación escaneándome el rostro con detalle—. Bien hecho, pequeña. Lo lograste, te dije que podías hacerlo—Sonrió con añoro y me estrechó entre sus brazos, ignorando los murmullos chismosos de los turistas que nos rodeaban. No me concentré en sus palabras, sabía que no me harían ningún bien.

—¿Agnes? —Giré mi rostro al oír su voz aterciopelada. Chris me observaba completamente pálido, con su helado derritiéndose entre sus manos y la boca semi abierta. Cargaba una expresión de horror enorme y sus manos temblaban cuando dirigió los ojos a la persona a su lado.

Sus ojos celestes conectaron con los míos. Siempre había envidiado el color casi transparente de ellos, tan peculiar y extraño, y odiaba haber heredado el color amarronado de mamá y no el celeste de papá. Se había quitado los lentes y me observaba con los ojos bien abiertos, sus pestañas rojizas me recordaban a las mías y su cabello lacio peinado hacia atrás como un empresario solo me repetía que él no era el hombre que yo una vez creí conocer.

Los anteojos se le resbalaron de las manos cuando su boca se abrió y su pecho se infló.

—¿Hija? —murmuró, pero logré oírlo.

¿Hija? ¿Tiene los huevos de llamarme así?

Me puse de pie con ayuda de James, quien se encontraba tan tenso como una roca mirando a mi padre con recelo. El hombre pelirrojo observó mi mano entrelazada con la de James, y sonrió con nostalgia.

La Flor De LirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora