Ateos

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Maldecirse no era la mejor opción y aunque Eric lo sabía no podía hacer nada para remediarlo. Tenía un inmenso sentimiento de culpa, si tan solo no hubiera empujado la tapa de aquel contenedor entonces quizás aún tendría con él a su judío favorito.

- ¿Por qué no puedes estar jodidamente tranquilo Eric?- se decía a sí mismo con un claro tono quebradizo.

Iba a patear el suelo, a gritar y a maldecirlo absolutamente todo pero de repente todo sus sentidos lo alertaron de algo más. No estaba solo, de hecho no había estado solo desde que se despertó.

Giró la mirada y en una esquina había una figura temblorosa, agarrando sus rodillas y escondiendo su rostro entre las piernas. Solo se podía notar un característico cabello rubio en punta. Y Cartman casi por instinto se acercó, como sí supiera qué no le haría daño.

- Hey- posó una de sus manos en la cabeza del chico.

Y Tweak alzó la vista.

- Cra...- Tweak se percató de la presencia de Eric y solo pudo gritar e irse corriendo a la otra esquina.

Para el rubio Eric era algo así como Satanás, según él su ex-compañero de clases era uno de los qué había urdido todo el plan. Porque para Tweak no hubo ni un ápice de suerte, sus 18 años los había pasado encerrado a manos de Scott a diferencia de Cartman.

Tweak no asimiló ningún entrenamiento militar y nunca fingió hipocresía, no quería estar del lado de los Alemanes aunque fuera un teatro.

- No, no... Tranquilo. Te estábamos buscando, estoy de tu...- Cartman nunca fue paciente- ¡Joder, Tweak! Tanto buscar y buscar y averiguar dónde estabas y tú aquí lloriqueando como una nenaza. Anda, levanta.

El miedo era más poderoso, así que el ajeno solo pudo hacer caso al pie de la letra a lo que decía Cartman.

- No soy malo, osea... No estoy con Scott...- decir su nombre le traía dolor a Cartman, más allá de darse cuenta de que su labio inferior estaba roto.

A Eric le jodía infinitamente no saber como salir de esa celda apestosa y Tweak tampoco se veía dispuesto a cooperar. Esa ovejita solo podía temblar del temor que sentía.

- Hacía tiempo que no te veía, Cartman- una voz siniestra penetró en los oídos de Cartman. Era una voz serena pero bajo la perspectiva de Cartman era como si de repente miles de cristales hubieran reventado.

Tras las barreras de la celda la figura de Scott se hallaba impasible, con una sonrisa ladina y ciertos aires de grandeza. Y Eric juró que el aire se helaba, había ignorado por completo el estado de shock de Tweak y se había escondido tras de él por miedo. Este último en cambio estaba paralizado de los pies a la cabeza.

No, qué no pasara esos barrotes. Todo menos eso, no podía respirar el mismo aire que ese jodido nazi, era repugnante. No, Dios. Ya estaba sollozando otra vez.

- Veo que sigues siendo el mismo cordero disfrazado de lobo Eric. Y me alegra verte como siempre, ¿Cual era tu nombre? Oh, sí. Tweak- Scott llevaba su mano hasta la ranura de las celdas y abría con su llave las mismas para hacerse paso.

Tweak no estaba, es decir, su alma se había evaporado al más allá. Y Cartman, que aún preservaba un poco de cordura gracias a los momentos que había pasado con Kyle se mantuvo firme.

- Quédate ahí, Scott- decía Eric tratando de sonar amenazante.

Pero a Scott no le parecía más amenazante que una pequeña ardilla. Así que se arrimó a él y lo tomó del cuello de la camisa mientras con la otra mano empujaba a Tweak al suelo.

Aires de CúpidoWhere stories live. Discover now