1- Dragón danzarín

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| AÑO 134 DG |

   Abre sus ojos adormilados y mueve un poco sus pequeñas manos por debajo de su barbilla. Su mirada choca con una luz tenue frente a él y eso lo lleva a fruncir un poco el ceño, pero pronto una gran figura cubre la luz con su cuerpo al acercarse a la cuna y mirarlo con una sonrisa.

   —Espero que haya dormido bien, Alteza Real —oye el pequeño, pero por supuesto no entiende nada—. Vamos, lo llevaré a que le den un baño.

   Siendo tomado por manos desconocidas, Iroh no se demora en comenzar a llorar ruidosamente, con la gentil pero temerosa sirvienta comenzando a balancearse con tal de calmarlo. No funciona y eso le comienza a dar miedo.

   —Creo que puedo encargarme si me lo permite —oye la joven, girándose y viendo en el umbral de la puerta a un distinguido miembro de la familia real.

   —Señor del Fuego Zuko, ¡por supuesto! —dice de inmediato la joven, con el soberano entrando en la habitación y cargando al bebé sobre su hombro. No pasan más de 10 segundos para cuando el pequeño ya se ha calmado—. Con su permiso, iré a preparar el baño de Su Alteza Real.

   —Adelante —contesta Zuko, y una vez la joven ya se ha ido comienza a balancearse un poco mientras el pequeño bebé de apenas unos meses nacido se termina de despertar cómodamente—. ¿Sabes, pequeño? Nunca creí que volvería a ver a uno de mis familiares a los ojos y llamarlo por su nombre, Iroh, tras el fallecimiento de mi tío. Pero aquí estás... y veo su grandeza en ti.

   Conectando con los ojos dorados de su hermoso nieto, Zuko sonríe.


. . .


| AÑO 142 DG |

   — ¿A dónde vamos, abuelo Zuko? —pregunta un joven Iroh de 8 años, yendo de la mano de su abuelo y rey por una galería exterior del palacio.

   —Bueno, pues resulta que hace poco tuve una profunda conversación con tu tía abuela. Ella me dijo algunas cosas con respecto a tu crianza que tus padres no aprueban, pero que yo me sorprendí bastante al coincidir con ella.

   — ¿Te refieres a la tía abuela Kiyi? ¿Ella no está en Ciudad República? —Le pregunta el joven Iroh, con Zuko manteniéndose en silencio mientras siguen su camino y dejando al pequeño suponer lo demás por sí mismo—. ¡Oh! Hablas de mi otra tía abuela. La tía abuela Azula, ¿no? —pregunta, con Zuko asintiendo apenas—. ¿Qué no está tipo exiliada en su propia villa o algo así?

   —Así es, pequeño —Le dice Zuko, deteniéndose en seco y girándose hacia él, arrodillándose para quedar un poco más a su altura—. Y es ese el tipo de conocimiento que un niño con tus cargas futuras debe tener. Escucha, sé que tus padres quieren que tengas los juguetes y la diversión que ellos no tuvieron. En especial tu padre... Pero estás perdiendo años valiosos de aprendizaje.

   — ¿Papi no quiere que aprenda?

   —Sí quiere, pequeño, pero... mira, algún día tú serás rey, tal y como yo lo soy, y antes de que eso pase debes aprender muchas cosas. Lo más básico para ti ahora es que comprendas qué es un sistema y cómo este se desarrolla.

   — ¿Vas a hablarme del Congreso, el Primer Ministro y todo eso? Porque a veces escucho a mis padres debatir con respecto a eso. Nunca se ponen de acuerdo —cuenta el pequeño, con Zuko bajando un poco la cabeza.

   —Eres un príncipe, Iroh. Por eso tienes todo lo que tienes. Y todo esto, el palacio, los sirvientes y la adoración, llegan solo porque tú das algo a cambio. Esto no se trata de un edificio o una persona en particular, se trata de la gente —Le explica Zuko, con Iroh escuchando atentamente—. Mientras más pronto te des cuenta de que todo se trata de la gente, más pronto verás todo más claro.

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