2- Primer vuelo

305 19 5
                                    

| AÑO 175 DG |

   —Me da gusto escucharte, hermano —dice Iroh, perdiendo un poco toda la pesadez que venía cargando en sus hombros en las últimas horas.

   —El gusto es mío, su futura majestuosidad —Le bromea Bumi, con Iroh borrando un poco el alivio de su rostro y no sabiendo muy bien qué decir—. Otra vez te quedaste respirando intensamente sobre el micrófono, socorrista.

   —Ah, s-sí... Perdón —dice Iroh, despertando de un nuevo trance. Cada vez son más los que tiene pero no lo admitirá ante nadie, menos ante Bumi, por más que sienta que su buen amigo ya se ha percatado de estos.

   —Escucha, es normal sentir nervios ante un gran cambio, y el tuyo no es como que vaya a ser uno grande, será uno enorme. Muy gigante, sin dudas —dice Bumi a Iroh, con la mirada de este perdiéndose nuevamente—. Mi punto es que no eres el único que ha sufrido de una revolución vital de gran escala, y está bien si tienes miedo o quieres esconderte en lugar de asumir tu responsabilidad. ¡Pero no hagas eso, eh! O si lo haces, no le digas a tu madre que fue mi idea.

   —Hm, mi madre sigue asustándote.

   —Como si fuese la propia Katara —responde Bumi, haciendo que Iroh suelte una nueva sonrisa—. Vamos chico. Dime. ¿Cómo te sientes?

   —Yo... —Intenta decir Iroh, deteniéndose para observar un momento el muro detrás de su escritorio, el cual está decorado con diplomas y medallas de distintos colores y significados—. Estoy... incómodo, y molesto.

   —Ja, lo bueno es que eres maestro fuego así que puedes canalizar toda tu furia en uno de esos rayitos que sabes hacer —Le dice Bumi, pero Iroh permanece callado y pensando cuidadosamente todo lo que quiere o no decir.

   —Es... frustrante, porque por años, décadas ya, me dediqué a las Fuerzas Unidas y demostré ser muy bueno en eso... Pero eso nunca le importó a nadie, ni siquiera a mi abuelo. Mi deber siempre fue con el trono, nunca se me dio la oportunidad de elegir qué hacer con mi vida. Soy... como un prisionero.

   — ¿Sabes qué es lo que suelen decir, chico? Los mayores prisioneros terminan teniendo los escapes más gloriosos, o... la condena más larga.

   —Claramente no heredaste el espíritu animador de Aang —dice Iroh, con un silencio prolongado viniendo esta vez desde el otro lado—. ¡Quiero decir-! —Intenta solucionarlo Iroh, pero no sabiendo muy bien cómo—. Bumi...

   —No, está bien, chico, no lo dijiste de mal modo —oye el más joven, con su expresión entristeciéndose nuevamente al oír a su amigo apagado—. Mira, Iroh... La mayoría de veces en la vida las cosas no funcionarán como a nosotros nos gustaría que funcionaran. ¿Podemos hacer algo para cambiarlas? A veces sí, pero normalmente no y... no nos queda de otra que vivir con eso.

   Echándose atrás en su silla, Iroh suspira con pesadez lejos del micrófono.

   —Decepcionaremos a la gente con lo que terminemos haciendo, pero al mismo tiempo habrá otros que estarán orgullosos de lo que hacemos y de lo que logramos, y en eso debes enfocarte, Iroh. Ahora vas a casa, probablemente para ya no salir nunca de ahí, pero piensa en todo el bien que harás. No en los que vas a decepcionar si proclamas no querer ser rey, sino en los que vas a llenar de orgullo por a pesar de ello convertirte en rey y ser uno magnífico. Yo sé que serás un Señor del Fuego magnífico, Iroh. Y no es solo por el excelente nombre que te pusieron —Le termina por decir Bumi, haciendo a Iroh cerrar sus ojos—. Haz algo por mí, ¿sí? Piensa en todo eso bueno que hiciste. Recuerda todas las veces en las que fuiste feliz, o en las que aprendiste algo que te cambió. Piensa en cómo todo eso te servirá a partir de ahora. Haz que tu historia... sea tuya.

Avatar. Príncipe de FuegoWhere stories live. Discover now