3- El cónsul

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| AÑO 150 DG |

   Iroh da un paso y luego otro, y así repetidamente mientras avanza hacia el interior de un gran salón con grandes decorados en oro y lleno de personas vestidas muy elegantemente, tal y como él se halla en su traje rojo con detalles en amarillo. A su lado viene caminando, tomada de su mano, una pequeña niña de no más de 6 años. Se trata de su hermana justamente una década menor.

   —Príncipe Iroh, princesa Natsu, bienvenidos a la Cena de Estado —Les recibe un señor delgado y alto, de tantas canas como arrugas y que se inclina tan pronto llega a ellos. Los demás invitados y presentes también se inclinan a la vez que los jóvenes van pasando junto a ellos.

   —Gracias por tan cálido recibimiento, Primer Ministro Overth. De parte de mi madre, mi padre, mi abuelo y mi abuela envío saludos y todos ellos lamentan no poder estar presentes esta noche —dice Iroh, notando una clara expresión de molestia en el Primer Ministro que no lucha por ocultar—. Espero mis palabras durante la velada sean tan llenas de gracia y respeto como lo hubieran sido las de mis superiores —dice por último, no olvidando sonreír por supuesto.

   —Sí, sin duda será... interesante. Si me disculpan, debo seguir recibiendo invitados. Les llevarán a su mesa y espero que pasen una buena noche —dice el Primer Ministro, retirándose dejando a algunos guardias para que los escolten.

   Una vez ubicados en una alargada mesa en forma de C, el príncipe Iroh y la princesa Natsu se distraen viendo cómo hicieron que las servilletas tuvieran la forma de un pato tortuga, además de ver los utensilios de oro y plata y las telas bordadas que funcionan como los grandes manteles. Pareciera casi como si no estuvieran acostumbrados a todo eso, mientras que la verdad es que están muy aburridos y deben buscar cualquier cosa para no aburrirse.

   Todos ahí son adultos o viejos y todos están ocupados hablando de cosas de política o economía nacional. A nadie le interesan dos niños que tuvieron que asistir al evento porque sus superiores tenían otras cosas que hacer.

   —Oye Iroh, mira —dice de repente la pequeña Natsu, invitando a Iroh a que alce la mirada y mire en su dirección, ahí donde apunta sutilmente cómo un joven adolescente acaba de entrar al gran salón y es saludado con entusiasmo por los presentes, salvo que él a diferencia de ellos no recibe reverencias.

   El joven luce un traje ajustado en bordó y dorado, con hombreras rectas y una pequeña capa detrás que se retira y entrega a sus sirvientes. Parece ser un chico de gran dinero tal y como ellos, salvo que no es para nada ignorado.

   —Hm, así funciona esto hermanita... Los que nacemos con el derecho al poder somos aborrecidos, pero si se trata de alguien que nació con el poder del derecho se lo alaba. Ese es sir Keith, cónsul de Isla Ember. Se le tiene lástima además porque su padre era el verdadero cónsul, pero murió en una protesta de los revolucionarios hace unos años y su hijo ascendió. Es... hipócrita, que ahora se la pase tirando dardos a la monarquía cuando todo lo que tiene lo heredó, pero así no es como lo ven los demás, porque su padre no heredó lo que tenía de su padre, sino que trabajó y luchó por ello. Igual, es casi lo mismo si es que me lo preguntas a mí —termina de decir Iroh entre susurros, girándose apenas hacia su hermana y notando que ella se ha quedado en blanco—. Oh, lo siento, olvidé que tienes 6 años —Le dice, sonriendo un tanto incómodo.

   —Creo que entendí que no te cae bien, pero más allá de eso es lindo ¿no? —Le dice Natsu, con Iroh no entendiendo—. ¿Saldrías con él?

   — ¿Q-qué? ¿A qué te refieres?

   —Bueno, una vez me contaste que uno de los sirvientes del palacio te parecía lindo, así que supongo que te gusta ese cónsul ¿eh? —Le pregunta su hermana, con Iroh ya sonrojado mientras intenta explicarle lo que sea sobre eso, no saliéndole formular ni una sola palabra y sintiéndose cada vez más nervioso.

Avatar. Príncipe de FuegoWhere stories live. Discover now