6- El príncipe que saltó al agua

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| AÑO 153 DG |

   —Muy bien, todos escuchen atentamente. Para la siguiente misión vamos a necesitar del personal completo del barco —dice el Capitán Bumi, con varios suspirando ante la noticia desde el fondo—. Esta operación es tan importante que incluso el General Ukari vendrá a asegurarse de que todo vaya bien.

   Sorprendiéndose por ello, Iroh se encuentra en el fondo de aquella gran sala llena de marineros, guardias y demás personal del navío. El General Ukari no es otro más que uno de los militares más importantes de la nación. Él es uno de los Tres Pilares de las Fuerzas Unidas, pero que responde ante su abuelo, el Señor del Fuego Zuko. Ukari es una leyenda rectificada en el vasto océano, pero Iroh lo conoce personalmente y sabe lo apasionado y misericordioso que es.

   —Ahora bien, ¿nuestro objetivo? Isla Arena Roja —indica Bumi en un mapa extendido sobre la pared tras él. El pequeño cuerpo de tierra se muestra cercano a Ciudad República—. Hace unos días, una explosión en una mina de hierro provocó que la mitad de la aldea principal construida en madera sobre el nivel del mar se hundiera en este. Debido a esto cerca de 50 familias han perdido sus techos, sus pertenencias, sus alimentos. Es nuestro deber ayudarlos.

   Cuando pequeño, Iroh pensaba en cómo sería unirse al ejército. Leía los libros de la biblioteca de su abuelo e imaginaba que comandaría largas batallas en el extenso Reino Tierra contra piratas o criminales, no que iría a una misión de paz. Para Iroh aquello era absurdo, pero por supuesto que no lo diría.

   —Necesitaremos quienes esparzan los alimentos, quienes aseguren la zona minera y quienes protejan a los sin hogar. Los maestros tierra y yo construiremos tiendas de roca para que puedan dormir por las noches bajo un techo seguro y en la mañana todos estaremos juntos sobre la arena roja de la zona recibiendo una embarcación especial que vendrá desde Ciudad República. Industrias Futuro ha sido muy gentil al donar dinero suficiente para los materiales con los que construiremos nuevas viviendas para esta pobre gente.

   Iroh suponía que, dentro de aquella aburrida misión, había algo bueno. El ver a Bumi tan seguro de sí mismo, dando órdenes y organizando a todos en medio de aquella tragedia en Isla Arena Roja era algo digno de admirar. El hijo mayor del Avatar Aang era todo un líder y se percibía en él una pasión por ayudar al otro que no tenía punto de comparación. Era casi... majestuoso y-

   — ¡Marinero! —Oye el buen Iroh, siendo expulsado a la fuerza de sus pensamientos. Al reaccionar, ve que la gran sala está prácticamente desierta salvo por dos personas. Él, y el Capitán Bumi—. ¿Soñando despierto?

   —Eh, mis disculpas Capitán Bumi —dice Iroh, inclinándose y rápidamente marchándose. Bumi, por su parte, sonríe un poco y se va en otra dirección.


. . .


   Han pasado ya varios días. Iroh se encuentra descargando una de las últimas cajas con alimento junto a una tienda de acampar de roca, la cual se halla junto a un gran edificio de departamentos en obras bastante avanzadas.

   Iroh ha aprendido que un puñado de marineros sin mucha idea de nada puede ser muy bien aprovechado si tiene detrás a Bumi gritándoles qué hacer.

   —Hey, hola —dice de pronto Iroh, viendo a un pequeño oculto tras unas cajas—. Tranquilo, puedes acercarte —le dice, pero el niño se mantiene oculto aunque viéndolo desde su lugar—. Mm, ¿quieres esto?

   Sacando de la caja que acaba de traer una manzana, Iroh la extiende con una pequeña sonrisa hacia el niño, quien ya se ha quedado embobado viendo la manzana y finalmente decide salir de su escondite y acercarse a Iroh. Ya con la manzana entre sus manos, los ojos del pequeño se agrandan ante la ilusión y entonces, tomándolo por sorpresa, se lanza a Iroh para darle un abrazo.

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