Capítulo 2: La marca

404 44 10
                                    

Finalmente, el misterioso hombre apareció frente a él, vestido con solo unos pantalones que parecían estar hechos de lino blanco.

- Qué tenemos aquí? Un forastero...

- Quién eres? Dónde estoy? – Interrogó Draco

- Dónde los hombres con mayor suerte en el mundo vienen a parar... el paraíso

- Se supone que tenía que estar muerto... Estoy muerto?

- Interesante... - murmuró aquel hombre - ...significa eso que la isla te salvo?

Miraba a Draco a los ojos con intensidad, como si pudiera descubrir el secreto que tanto anhelaba encontrar, ahí.

- Me gustan tus ojos... - Le susurró

- Cuál es tu nombre? – Preguntó Draco

- Cuál es el tuyo?

- Es grosero contestar con una pregunta...

Todos alrededor de Draco rieron, incluido el moreno hombre.

- No nos ceñimos a las absurdas reglas de tu gente...

- Bueno, a mí tampoco me encanta la cortesía... Draco, ese es mi nombre

- Interesante... - Repitió Harry en un murmullo

- Tú nombre

El forastero casi que demandó, pero por alguna extraña razón a Harry no le molestó.

- Harry. Rey de los leones. Rey de todos los que pisan el paraíso... y qué curiosa cosa... tú lo estas pisando en este momento.

- Eso significa que ahora soy súbdito tuyo? - Dijo Draco, ocultando el desagrado de su voz

- No tan rápido... Normalmente recibimos a los forasteros... pero falta algo muy importante... Concéntrate...

Entonces el hombre se acercó a un árbol y cuando volvió, sostuvo, frente a Draco, una fruta en cada una de sus manos, mirándolo intensamente. No tenía idea de dónde las había sacado, no creía que en las selvas normales hubiera ese tipo de frutas.

- Granada? O maracuyá? Piénsalo bien, tómate tu tiempo...

Draco no le veía sentido a aquello, de eso dependía su futuro? De que escogiera una granada o una maracuyá? Bueno, al menos era una posibilidad 50/50.

- No me refería literalmente a todo tu tiempo de vida... - lo apuró

Cuando el hombre habló, Draco enfocó la mirada en sus ojos y vio cómo se desviaban levemente hacia la granada, dándole la respuesta. No sabía por qué, pero algo en aquellos iris esmeralda, le inspiraba confianza.

- La granada – Dijo con una seguridad convincente.

El moreno le sonrió.

- Pasaste...

- Enserio?

- Sí, confiaste en mí...

- Ósea, que... no me ayudaste realmente...?

- No, esa era la prueba... Sin favoritismos – Dijo con una sonrisa – Bueno, bienvenido... si es que quieres quedarte con nosotros, si no, eres libre de rondar por ahí, pero de ti yo no me metería en los terrenos del norte... ellos no te tendrán piedad como nosotros...

- Ellos?... No hacen parte de tu reino?... Dijiste que eras el rey de todo...

- Sí... bueno... no de todo... te lo explicaré en el camino... si decides venir...

El Paraíso EternoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum