06: El bosque negro

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Dos suaves golpes en la puerta de su habitación fueron suficientes para hacer que el príncipe Gerard abriese sus ojos, había sido una noche larga en la cual apenas pudo conciliar el sueño.

Se levantó de la cama con rapidez, colocó uma bata de seda sobre sus hombros y corrió hacia la puerta pensando que quizás su padre había ido a buscarlo para platicar. Su sonrisa se borró ipso facto de su rostro al ver a un hombre alto y corpulento frente a su puerta.

—Con permiso príncipe —dijo el hombre con voz fuerte. Gerard asintió mientras sentía como las lágrimas se acumulaban detrás de sus ojos—. Por orden de la reina debe acompañarme a las afueras del reino.

—¿A dónde? ¿Porqué? —cuestionó el príncipe inmediatamente.

—No sé lo puedo decir hasta que lleguemos al lugar, acompáñeme por favor.

—¿Vamos a estar varios días? Necesito preparar mi equipaje...

—No príncipe, no se preocupe por ello —le interrumpió—. Cámbiese a algo cómodo y tome un abrigo o algo, debemos irnos ya.

El príncipe Gerard observó un par de minutos el rostro del hombre, algo en su mirar no le gustaba. Finalmente terminó asintiendo, le pidió un par de minutos para asearse y buscar su vestuario. El cazador le dio una respuesta afirmativa y con los brazos cruzados sobre su pecho se giró, plantadose frente a su puerta para esperarle.

Gerard apoyó su cuerpo en la puerta, cerró sus ojos sintiendo como sus lágrimas comenzaban a recorrer sus mejillas porque sentía soledad, tristeza y un poco de temor en su interior. Pero fuese lo que fuese debía afrontarlo. Limpió sus lágrimas con el dorso de su mano y se dispuso a asear su cuerpo.

Un par de minutos después el príncipe estaba listo. Decidió usar vestido que tenía una larga falda amarilla, la parte superior era un corsé azul con detalles rojos en las mangas cortas. Como adorno en su cabello negro colocó una cinta roja con un lacito pero al centro y como complemento colocó la capa que Katherine le había obsequiado sobre sus hombros y la capucha sobre su cabeza para protegerse de la leve llovizna de nieve que estaba cayendo esa mañana.

—Ya estoy listo —anunció al abrir la puerta nuevamente.

El cazador le dio un leve vistazo antes de comenzar a andar. Sus pasos eran rápidos, caminando con agilidad entre los pasillos llenos de pilares del castillo. El príncipe Gerard le siguió en silencio observando todo a su alrededor. Sonrió con melancolía cuando salieron al jardín y vio el gran arbusto de peonías rojas que había cultivado durante todos estos años. La pequeña planta que le fue obsequiada en una maceta ahora estaba extendida en una larga extensión de tierra, cubierta de hermosas flores que se mantenían de un color muy vivo.

¿Qué será de la vida del príncipe Frank? Se preguntó acercándose a cortar un pequeño ramito de flores. La nieve líquida estaba comenzando a formar charcos por distintas partes sobre el césped del jardín. Entretanto esperaba que el cazador volviera con el caballo se distrajo pensando en lo mucho que le gustaría volver a hablar con el príncipe. Cuando lo conoció eran un par de niños que jugaron casi todo lo que duró su celebración de cumpleaños pero después de aquello la sonrisa de él quedó atesorada en sus recuerdos. Imaginaba que con el paso del tiempo no había cambiado mucho, quizás había dejado crecer su cabello y era más fuerte pero seguía manteniendo esa bonita sonrisa en su rostro.

Suspiró y caminó cuando el cazador le llamó. Subió al caballo blanco que le tenía preparado y sin más palabras Raymond Toro montó el suyo también. Iniciaron una rápida cabalgata hasta alcanzar el portón de la entrada al castillo. La reja se abrió dándoles pasada hacia el pueblo pero el cazador lo guió por otro camino, uno solitario que de igual manera les llevaba a la salida.

Cuando avanzaron unas cuantas millas más hacia el este el príncipe Gerard reconoció el lugar al que se dirigían. Pinos altísimos y enredaderas llenas de breña, nunca había estado ahí pero lo reconocía por todos los cuentos que había escuchado cuando era niño.

"Es un lugar oscuro y lleno de frío" "El viento susurra a los transeúntes sus miedos más oscuros" "El Bosque Negro es peligroso, está lleno de criaturas malignas" decían.

Sus ojos se cristalizaron al comprender con claridad que sucedía. El hombre que le acompañaba no era un guardia más del castillo, debía ser un cazador o un mercenario que lo llevaba ahí para...

—Hasta aquí llegamos con los caballos —. La voz del cazador interrumpió sus pensamientos. El príncipe alzó la vista encontrándose con que solo unos pocos pasos lo separaban del interior del bosque.

Bajó del caballo con delicadeza y lo ató junto al otro animal. Luego siguió los pasos del cazador una vez más. Mantenía su mirada al suelo pues el lugar por donde caminaba estaba lleno de raíces superficiales que se enlazaban entre sí.

Un cuarto de hora más tarde habían alcanzado un buen trecho del bosque pero aún no llegaban al corazón del lugar. El príncipe se sentía exhausto, se detuvo y se apoyó en un árbol para tomar un poco de aliento, sin embargo su corazón se alteró aún más y sus ojos se abrieron expectantes al ver que el cazador se giraba hacia él empuñando una daga en su mano derecha.

—¡Oh cazador! —dijo con terror, se dejó caer de rodillas y suplicó—. Por favor no me mates.

—Lo siento príncipe...

—Por favor... —suplicó de nuevo. No pudo contener las lágrimas de sus ojos que junto al dolor y la tristeza se arremolinaban como un cruel tornado en su interior.

El cazador al ver la desesperación en los orbes verdes del príncipe y el dolor que irradiaban las lágrimas surcando sus mejillas, bajó lentamente la daga. Se mordió el labio inferior meditando que hacer, sabía que no podía desobedecer el mandato de la reina pero tampoco podía asesinar a alguien tan bueno como el príncipe Gerard, así que tomó la decisión de liberarlo en el bosque, si algo le sucedía o algún animal salvaje lo atacaba esa ya no sería culpa suya.

—Vete Gerard —dijo al apartarse y pasar por su lado—. Camina más por el bosque y no vuelvas nunca al castillo.

Dicho esto tomó el camino de regreso y se perdió entre los árboles dejando abandonado al príncipe Gerard a su suerte.

El viento sopló con mucha fuerza helando las lágrimas en su rostro pero la nieve paró de caer, así que sin más opciones el príncipe se puso en pie y comenzó a caminar apoyándose en los gruesos troncos para no tropezar y caer.

Entre la blanca nieve y la oscuridad de las sombras de los árboles en el bosque sólo sobresalía la capa roja del príncipe que se movía con cada paso que daba.

Entre la blanca nieve y la oscuridad de las sombras de los árboles en el bosque sólo sobresalía la capa roja del príncipe que se movía con cada paso que daba

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Esa noche la madrastra del príncipe Gerard y reina de Feldbreg recibió un cofre de las manos de Raymond Toro, el cual contenía el corazón de un joven jabalí.

Hazy Shade of Winter ➛FrerardWhere stories live. Discover now