13: Y vivieron felices para siempre

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El príncipe Frank acomodó con suavidad al príncipe Gerard sobre el blanco colchón de plumas nuevamente. A pesar de la opresión que sentía en su pecho no podía evitar sentir sus labios hormiguear ante la cálida sensación que había dejado el rastro de sus iguales.

Con sus lágrimas aún descendiendo por sus mejillas, el príncipe Frank se hincó sobre su rodilla izquierda dejando la otra flexionada, apoyó sus codos en su rodilla derecha e inclinó su cabeza hacia el suelo. Una muestra de respeto para su único amor, su amor verdadero.

El tacto delicado de una mano posándose sobre su cabello hizo que su corazón comenzara a latir con una fuerza inclemente, sentimientos encontrados se alojaron en el. Estaba feliz y emocionado por lo que el contacto significaba pero temeroso por lo que fuese a encontrar al alzar la vista.

—Mi príncipe —escuchó decir de la voz más dulce que había conocido en su vida—. Nunca hubiese sido tarde para que llegases a mi.

Frank alzó su cabeza con cuidado y la mano del príncipe Gerard se deslizó hasta alcanzar su mejilla, acunándola con ternura.

Ojos verdes contra avellanas se reencontraron después de un largo tiempo, la misma luz irradiaban aquel par de orbes. Cristalizados y cubiertos por la sombra del amor que sentían por ellos.

—Gerard... —dijo en un hilo de voz—. ¿Cómo... Cómo es posible?

—Tu beso de amor verdadero rompió mi hechizo, el que mi madrastra puso en mi —le comentó y sus ojos al instante se cristalizaron.

El príncipe Frank se incorporó y el príncipe Gerard se sentó sobre el ataúd, sin pensarlo se arrojó a los brazos de Frank en busca del afecto que tanto había necesitado en los últimos días.

Si bien su estadía en la cabaña de los siete hombrecillos había sido buena, no borraba el dolor que aún sentía en su pecho por la ausencia de su padre y la pérdida reciente de su nana. La atrocidad que había cometido la reina Alejandrina en su contra le había lastimado el alma muchísimo más pues desde que el veneno de la manzana se apoderó de su cuerpo y éste se desvaneció, su conciencia siempre estuvo clara y escuchó cada palabra que salía de los labios de ella.

Era injusto el sufrimiento al que lo había sometido por culpa de su vanidad y egoísmo. El príncipe Gerard no podía comprender como una persona podía albergar en su corazón tanta maldad y aunque el príncipe no lo fuese a decir nunca en voz alta, se sentía aliviado de que esa malvada bruja ya no estuviese más.

Agradecía con su alma toda la ayuda que le habían brindado Fritz y sus hermanos, sin ellos probablemente un oso lo hubiese atacado y su cuerpo hubiese quedado perdido en las profundidades del Bosque Negro. Agradecía a Katherine y a Donna que seguramente desde alguna parte en el firmamento habían cuidado de él. Incluso agradecía la piedad del cazador por haberle dejado con vida. Y por supuesto agradecía...

—Gracias mi príncipe —musitó contra el hombro del príncipe Frank—. Gracias por haberme despertado de ese horrible sueño.

Si, era un horrible sueño el tener conciencia y ver en su mente imágenes terroríficas de un posible limbo donde le tocaría vagar si nunca pudiese despertar. Fue triste recrear escenarios donde aquella pobre viejecita a la que había ayudado reía con fuerza y se transformaba en Alejandrina para después atacarle.

—No agradezcas amor mío, yo sería capaz de dar mi propia vida por ti, por protegerte.

—Siento en mi corazón un amor inmenso por ti —murmuró y se separó un poco de él. Acunó nuevamente sus mejillas y le vio a los ojos directamente—. Te amo Frank.

El príncipe Gerard acercó sus suaves labios a los del príncipe Frank, presionando contra ellos un beso cálido y delicado pero cargado del fuego arrasante producto de su amor.

Hazy Shade of Winter ➛FrerardWhere stories live. Discover now