10: Sueño mortífero

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—¿Estás solo cariño? —preguntó la anciana.

El príncipe secó sus manos en el delantal que tenía atado a su cintura y cruzó la pequeña sala, aproximándose al marco de la ventana.

—Si —respondió con tranquilidad—. Los muchachos se fueron a trabajar hace poco.

—¡Oh! Ya veo... y ¿qué es ese olor tan delicioso? —preguntó la anciana mientras olfateaba.

—Son galletas, llevan piña y las estoy preparando para la cena —comentó el príncipe contento mientras sonreía, sus mejillas se sonrojaron levemente.

—¿Te doy un consejo? Deberías preparar un pastel de manzana, te aseguro que a los hombrecillos les encantará.

—¿De manzana? Creo que no tenemos manzanas...

—¡Estás de suerte cariño! Mira yo traigo manzanas, son frescas —. La malvada reina disfrazada de anciana le mostró al príncipe Gerard el canasto que llevaba en su brazo con muchas manzanas de color verde, amarillo, naranja y rojo—. Por ejemplo, ésta manzana roja es muy jugosa y deliciosa ¡Ten! ¡Pruebala! ¡Te la regalo cariño!

Con su mano de dedos largos y huesudos la mujer tomó la manzana roja y brillante que sobresalía entre las demás que estaban en el canasto, la alzó y la acercó para que el príncipe pudiera tomarla.

El cuervo de la bruja que la había acompañado en aquel viaje, crespo su plumaje y se agitó en el pequeño lugar donde estaba. En la cumbre de un árbol de roble ahí se encontraba.

Los conejos y las avecillas que le hacían compañía al príncipe Gerard notaron el comportamiento del cuervo y pusieron toda su atención en la viejecilla junto al príncipe, si, ella parecía una señora indefensa pero en sus ojos oscuros había crueldad impresa, en la forma en que ella veía al príncipe y en la manera que se reía.

Antes de que el príncipe pudiera tomar la fruta los animales atacaron a la reina. Los conejos saltaban contra sus piernas y las aves la picoteaban sobre su cabeza y la túnica negra que estaba usando. Ellos presentían que algo sucedería, no querían permitirlo.

La reina se tambaleó y retrocedió sobre sus pasos completamente aturdida. El canasto cayó de su brazo y las frutas rodaron por sus pies, al igual que la manzana roja que mantenía en su mano derecha. Alejandrina comenzó a gritar por ayuda mientras cubría su cabeza con sus manos tratando de alejar de ella el ataque animal.

—¡Alto! ¡Déjenla ya! —. El príncipe Gerard salió de la cabaña con rapidez para ayudar a la anciana. Ahuyentó a los animales y tomó el brazo de la mujer mayor—. ¿Qué pasa con ustedes? —reclamó—. ¿No les da vergüenza?¿Qué no ven que es una pobre ancianita?

—Tranquilo hijito, estoy bien...

—Pase a la cabaña por favor, le prepararé algo de tomar y ustedes permanecerán acá —sentenció el príncipe a los animales que le observaban.

Antes de comenzar a andar la anciana se agachó a recoger la manzana roja del suelo y la llevó consigo adentro de la cabaña. Iba tomada del brazo del príncipe mientras cojeaba, sus pasos eran lentos y un poco torpes. Al estar en el umbral de la puerta la mujer mayor giró su rostro hacia los animales y con una sonrisa torcida en su rostro, les guiñó un ojo.

Las aves emprendieron el vuelo hacia el sur y los conejos corrieron con rapidez en la misma dirección, necesitaban conseguir ayuda antes de que fuese tarde.

Unos cuantos minutos más tarde el príncipe platicaba con la anciana mientras le entregaba una taza de chocolate caliente. El clima había cambiado, tornándose el cielo oscuro lleno de nubes grisáceas, el viento soplaba con fuerza y el frío comenzaba a ser más fuerte. Todo indicaba que sería una tarde llena de sombra brumosa de invierno.

—Tengo un regalo para ti, por tu hospitalidad —habló la reina luego de un rato. Se puso en pie al igual que el príncipe Gerard, ella tomó su mano entre las suyas y colocó el fruto que le había ofrecido con anterioridad.

—¡Oh! Muchas gracias pero no es necesario...

—Si lo es querido, aceptála. Además, ésta no es una manzana cualquiera... no no, ésta manzana es mágica —. Ella susurró—. Después de comerla puedes pedir un deseo, el que tu quieras y se hará realidad.

—¿Mágica? ¿En serio? —preguntó el príncipe sorprendido, sostuvo el fruto a la altura de su rostro admirando su brillante color.

—Si, el deseo más grande de tu corazón —. La reina caminó en círculos a la par del joven usando sus palabras persuasivas para convercerle—. Puedes desear a un príncipe, uno muy hermoso... que venga por ti y que vivan felices para siempre.

—¡Eso sería tan maravilloso! Aunque lo que yo más deseo es... ver al príncipe Frank —dijo en voz baja. Su mirada soñadora se perdió en el intenso color recordando los ojos avellanas que solo una vez en su vida había visto pero que no pudo olvidar nunca.

La reina curvó sus labios hacia arriba de forma despectiva y rodó sus ojos con fastidio, el príncipe no lo notó.

—Lo que sea cariño, solo debes comer la manzana y desear.

—Yo... deseo...

—¡Si! ¡Así! —le animó.

Gerard suspiró, cerró sus ojos y mordió el fruto. Inmediatamente el jugo de la manzana se esparció en su boca y la reina no pudo sentirse menos feliz, aplaudió y dejó escapar una carcajada, fuerte y cruel.

—¿Qué me pasa? Me siento mal... —dijo el príncipe despues de tragar el bocado. Sintió sus párpados pesados, no podía enfocar su vista en ningún punto y sus demás sentidos también estaban dejando de funcionar.

—Mi venganza está... —dijo con regocijo—. Pronto te congelarás príncipe y yo podré ser la mujer más hermosa.

El cuerpo del príncipe se adormeció completamente, sus piernas cedieron y sus ojos cerraron. Su respiración se volvió casi nula y los latidos de su corazón cada vez más débiles. Él cayó inconsciente a los pies de la reina y la manzana que había estado en sus manos rodó en el suelo.

El príncipe Gerard había caído en el sueño mortífero.

—¿Sabes querido hijastro? —habló la reina tras unos cuantos segundos observándolo en su estado catártico, sin emociones en su rostro ni color en sus mejillas—. Yo soy la única que sabe como romper tu hechizo...

La reina caminó rumbo a la salida, le dedicó una mirada de desprecio más al príncipe y dijo con voz fuerte mientras sostenía la puerta;

—Es una lastima que tu príncipe ¿Frank? —rió—. Bueno, no importa como se llame... que él no sepa ni siquiera donde estás... con su beso de amor verdadero podrías salvarte. ¡Qué patético! —se burló y salió de la cabaña sin más.

Hazy Shade of Winter ➛FrerardWhere stories live. Discover now