•Capítulo 35: La belleza de los momentos•

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CAPÍTULO FINAL

•Un mes y medio después•

Dejé caer mi cabeza sobre el escritorio y solté el lápiz de golpe apenas terminé de realizar el boceto del proyecto que debía entregar para una de mis clases, exhausta. Los primeros días en la universidad habían sido maravillosos, y no digo que los que le siguieron no lo fuesen, pero definitivamente con el pasar del tiempo todo comenzó a volverse muchísimo más complejo y agotador. Disfrutaba mucho de lo que hacía y amaba realizar las tareas que me asignaban, pero para este punto de la semana lo único que deseaba era dormir y no despertar en meses.

¿Qué hora era? No lo sabía con precisión, pero probablemente se acercaba a las tres o cuatro de la madrugada. Esta última semana no había dormido muy bien y mis hábitos eran un completo desastre, lo que no me favorecía en lo absoluto al momento de tener que despertar por las mañanas para iniciar un nuevo día. Para mi suerte, ya era fin de semana y tenía todos mis trabajos bastante avanzados, por lo que podría descansar en los próximos días sin mucha preocupación de por medio.

Sí, la vida universitaria a veces no es bonita, ¡pero hey! No quiero asustarte, es una experiencia asombrosa y llena de aprendizajes que espero poder recordar a la perfección cuando esté viejita. Durante este tiempo conocí a gente increíble e inicié la etapa de hacer nuevos amigos, y me sentía súper feliz por ello.

¿Y Nate?

A Nate le habían dado un mes más de reposo para su recuperación, era por ese motivo que aún no llegaba a casa. Estaba recibiendo material de estudio por parte de la universidad y algunas sesiones virtuales a la semana para ponerse al día, pero evidentemente no era lo mismo. El doctor dijo que el proceso estaba siendo lento, pero que sí existía muchísima mejora en él.

Recuerdo el día en que Nathan me contó aquello, se encontraba triste, decepcionado y frustrado a la vez. Estaba muy emocionado y ansioso por comenzar esta nueva etapa, por aprender, por experimentar... por darle inicio a uno de sus más grandes sueños y enfrentarse a sus miedos, logrando vencer cada desafío que la vida le diera.

Así que sí, dos semanas más y volveríamos a estar juntos.

Me deslicé hacia atrás sobre la silla del escritorio y me puse de pie, elevando los brazos al aire para estirarme, lo que provocó un leve sonido de crujido proveniente de mis huesos. Ordené entre movimientos torpes el desastre de hojas que tenía por doquier y cuando terminé con ello me lancé sin más espera a la cama.

Paz.

Los músculos de mi cuerpo y la tensión que sentía en ellos comenzó a desvanecerse poco a poco con el pasar de los minutos. Permití que mi cabeza se acomodase gustosa sobre la suavidad de la almohada y cerré los ojos, dejando escapar un suspiro de mis labios.

No sé por cuánto tiempo me mantuve despierta, pero por mucho que quise dormir, no pude hacerlo. Ya había pasado un mes y medio desde que volví a casa y mi cabecita parecía no querer superar las fantásticas vacaciones en casa de los Hederson. Sin duda alguna fue una experiencia maravillosa que esperaba no olvidar jamás, pero demonios, durante las noches comenzaba a recordar todo lo sucedido y se me quitaba el sueño.

Recordé el día en que llegué allí, Nate me había recibido con su coqueta sonrisa burlona a las afueras de su casa. Recordé la vez en la que me lanzó a la piscina y yo quise hacerlo desaparecer por un instante, pero después apareció él pidiéndome disculpas con ese tonito al que era imposible decirle que no. Recordé cuando fuimos a la cafetería y tuvimos una extraña plática, o cuando lo ayudé a componer aquella canción y terminé rompiendo una de las cuerdas de su guitarra. Recordé nuestro primer segundo beso, la manera en la que sus ojos me analizaban con dulzura siempre, o lo delicado y atento que podía ser conmigo.

Un Dulce InviernoWhere stories live. Discover now