2.- "𝕯𝖎𝖔𝖘 𝖙𝖊 𝖇𝖊𝖓𝖉𝖎𝖌𝖆"

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Había pasado un día de lo ocurrido, de aquel extraño accidente en donde Toni no murió pero parecía como si así fue, y en el cual un niño le dijo que se deshiciese del crucifijo. A ello se le sumaba el sentir una presencia observándola fijamente, oír pasos detrás suyo y el molesto pitido en su oído izquierdo. ¿Qué podía decir en su defensa? Absolutamente nada. Ella se lo había buscado, ella lo había querido y, si había funcionado, aún lo quería.

Sin embargo, estaba asustada... y no se
quitaría el collar.

Según investigó en el libro donde estaba la invocación, una vez que se le ignoraba al espíritu, éste se aburría y, eventualmente, se iría por su cuenta. ¿Acaso el mismísimo Diablo se iba? ¿Acaso Toni necesitaba recurrir a un curandero o algo así? No.

¡Por supuesto que no! Iba a ser valiente, iba a acostumbrarse a vivir con una mirada encima, con un irritante pitido en su oreja, e iba a olvidar toda esa extraña resurrección.
Fingiría que no vio el color sangre en los ojos de su doctor, y que el niño del hospital tenía algún tipo de enfermedad mental, la cual lo hacía alucinar y ver cosas que no estaban allí.
¡Tal vez podría mentirse a sí misma y pensar en que estaba enferma mentalmente, también! Y lo hizo.

Fue entonces aquel día, el segundo -para ser exactos-, al cual Toni maldijo/bendijo de por vida.

Los Topaz se dirigían a la iglesia en el auto de Anthony. La más baja llevaba puesta su ropa casual. Consistiendo de un largo y hermoso vestido blanco hasta las rodillas y zapatos planos. Dejando que su largo cabello con mechones rosados fuera libre danzando con el viento de manera divina y agraciada. Cualquiera diría que tenía aspecto de una niña de diez años para su edad, pero así era la ropa que su madre compraba para ella, y al ser de contextura pequeña era aún más confuso.

Estaba bien porque la mayoría de las personas en el pueblo de Riverdale vestían así, incluso si en su escuela creían que lucia como una idiota por no llevar lo que la mayoría de las chicas de dieciocho años llevaban.

Tommy lucia muy atractivo con su camiseta blanca y pantalones de vestir negros, al igual que unos zapatos del mismo color. Haciendo lucir a su hermano mayor elegante y muy apuesto. Su padre llevando vestimenta similar a él, exceptuando que éste traía una chaqueta formal de color gris sobre sus hombros.

Todos oían una -obviamente religiosa-
melodía que le daba gusto oír a la familia, e incluso se la sabían, pero no eran lo suficientemente exagerados como para cantarla al unísono.

Bueno... un poco.

—Oh-oh.

Toni murmuró. Sus hermosos ojos chocolate posándose en la ventana del auto de su padre viendo un punto en específico reflejando aquella escena en sus ojitos. Observaba por la ventana un accidente que había a lo lejos, en un borde de la carretera la cual su padre se encontraba conduciendo. Era horrible.

Tommy intentaba observar por la ventana de su hermana de la misma manera, sorprendido igualmente, abriendo levemente sus labios. Mientras su mandíbula se caía con lentitud, un gesto apenado formándose en el hermoso rostro del joven. Mientras Ana tapaba sus ojos y murmuraba en voz baja alago inentendible.
Anthony frunció su ceño y manejó a más velocidad, intentando pasar rápidamente para que ninguno sintiese tristeza o impresión.

Toni se acercó más a la ventana, curiosa, observando a través del vidrio cuando estuvieron frente al desconocido auto hecho trizas, era en verdad trágico. Y el tiempo pareció ir más despacio mientras presenciaba una figura totalmente negra, alta, de hombros anchos con algo largo en su mano. Estaba de pie a un lado de uno de los cuerpos en el suelo, e incluso si sus ojos no podían verse, la Topaz sabía que, al menos por un momento, tuvo aquella escalofriante mirada sobre ella. Ningún oficial o enfermero pareció notarla, pasando de ella como si no estuviese allí, siendo imposible de ocultar.

𝐷𝐴𝑁𝐶𝐼𝑁𝐺 𝑊𝐼𝑇𝐻 𝑇𝐻𝐸 𝐷𝐸𝑉𝐼𝐿 || ChoniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora