3.- "𝕸𝖆𝖑 𝕻𝖊𝖗𝖘𝖔𝖓𝖎𝖋𝖎𝖈𝖆𝖉𝖔"

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La respiración de Toni aumentó de manera descomunal, al igual que su ritmo cardiaco. Su corazón latiendo cada vez más fuerte por cada seguro que pasaba, e incluso sintiéndose como si estuviera muerta, podía jurar que sí no moría allí mismo era por pura suerte.

Algo acarició su cuello, y luego algo sostuvo
sus caderas, manteniéndola en su lugar. De todas formas, no se movería. Bajo la mirada y, a pesar de estar congelada por el miedo, pudo procesar que aquello que sostenían sus caderas eran manos repletas de extraños anillos de oro, uno con forma de una hermosa araña dorada y una piedra rojiza encima. Manos de mujer, manos humanas...

¿Acaso aquella cosa detrás de sí era humana? Sintió un aliento cerca de su oreja derecha, provocando que su piel se erizase por
completo y obligándola a cerrar sus hermosos ojos chocolate con fuerza. Mientras sus largas y rizadas pestañas se batieron como un perfecto abanico que cubría su párpado.

—No podía esperar a que te quitaras esa mierdecilla del cuello.

Exclamó una melodiosa y encantadora voz. Era una voz normal, incluso muy suave, baja y completamente cautivadora. No había nada maligno, pero había algo en ella que le provocaba que escalofríos recorrieran por todo su cuerpo. Tal vez era la tranquilidad, o el silencio ensordecedor que se formaba cuando se hacía presente, a excepción del pitido en su oído izquierdo.

El aliento de Toni se entrecortó al caer en la realidad: Iba a morir... realmente iba a hacerlo.

—¿Lista?

Hablo nuevamente aquella cautivadora pero enigmática voz que le causaba que le causaba tanto terror. Intentó tragar saliva, pero apenas podía pasar aire por su garganta.

Aquella cosa iba a girarla, e iba a asustarse, porque nada bueno podría esperarse del diablo. Nada bonito, ni angelical. Solo pertubador y horroroso.

Continuó con sus ojos fuertemente cerrados
en cuanto las manos en sus caderas ejercieron una suave presión, volteándola hasta estar frente a la horripilante criatura. Tan solo se oían sus respiraciones, y las pisadas del piso de arriba.

Debía abrir sus ojos y enfrentarlo. Ya era demasiado tarde.

Lentamente lo hizo, y el aliento quedó
atascado en su garganta, admirando al mal personificado frente a su diminuto cuerpo. No lucia como aquella criatura roja, con cuernos y una larga cola, la cual había visualizado en su mente. Tampoco había un espantoso e
infernal rostro, o aquella cosa que había visto en la carretera, caminó a la iglesia. Es más ni siquiera era un hombre.

Definitivamente había algo, pero nada horroroso... simplemente era una humana.

La humana/demonio más preciosa que jamás había visto.

Tés blanca como la fría nieve invernal, figura alta y delgada con unas curvas perfectas que cautivaban a cualquiera, mostrando su pequeña cintura. Su cabello pelirrojo. Tal como una cascada de cobre que caía por sus hombros y caí por sus espalda de manera voluminosa. Aunque más que una cascada de cobre, parecía llamas de fuego ardiente sobre sus hombros, al igual que el infierno. Sus labios eran grandes y gruesos, rojizos. Una perfecta y fina nariz, mandíbula marcada. Y un perfecto y hermoso rostro que reflejaba toda la belleza que poseía. Y Dios bendito, sus ojos; tan cafés, profundos y dominantes, aparentando en éstos un bello hogar de ángeles. Sin embargo, un cuarto del color era de un bordo, en el cual -muy probablemente- se refugiaban miles de almas. Sus pupilas estaban dilatadas, pero eran los ojos más hermosos que Toni alguna vez admiró.

Sin embargo, no pudo hacerlo por mucho tiempo, porque cuando sus miradas se encontraban, el pitido en su oído izquierdo aumentaba, al punto en el cual creía que su cabeza estallaría.

𝐷𝐴𝑁𝐶𝐼𝑁𝐺 𝑊𝐼𝑇𝐻 𝑇𝐻𝐸 𝐷𝐸𝑉𝐼𝐿 || ChoniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora