Capítulo 19. «Astras, gigante de la guerra»

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Renunciar a aquello que siempre ha estado contigo, desde el nacimiento, es difícil, más uno no es consciente del peso que estos dones, tan poderosos, pueden llegar a tener en nuestro cuerpo, en nuestra misma alma, también.

Para Connor ser un cambiaformas había sido útil, cotidiano, algo que le daba fortalezas, demasiadas, en todos los sentidos. Entonces, cuando lo perdió, se sintió débil, sus músculos dolieron, su alma se sintió un poco más vacía. Nadie podía haberlo evitado, aún así, de cierta manera, él sabía que tenía que haberlo hecho desde un principio. No sabía cómo, ni cuando, pero aquella sensación se había instalado en él, y no se había ido, una especie de sentimiento de que aquello estaba en su destino y tenía que hacerlo. Tal vez su poder ya no estuviera físicamente con él, aún así, Connor lo seguía sintiendo como una parte de él, aún cuando estuviera en su pasado.

Entonces entraron en el Inframundo, aquel lugar oscuro y tenebroso donde las almas descansaban por el resto la de eternidad. No habían llegado de una forma convencional, por lo que la ubicación, antes que todo, era difícil. Habían llegado a la cueva de Osfos, un lugar oscuro y tenebroso dónde la oscuridad era el plato del día. Raniya parecía saber dónde estaba, los guió, entonces, a través de toda aquella enorme tumba, porque sí, aquel era un lugar donde vivían varios espíritus, más no de cualquier tipo, sino que venían de oscuros y poderosos monstruos. Y sí, una parte de su alma seguía ahí, más también estaban inconscientes de lo que hacían, sumidos en un sueño, una alucinación, algo que no cualquiera podría notar.

Adaliah parecía nerviosa. De vez en cuando miraba a Skrain, pero también giraba hacia los lados, buscando algo, como si viera algo más, algo que nadie más veía. Buscaba en la oscuridad, como si supiera que en las sombras, en aquellas figuras cambiantes y deformes, había algo. Connor cayó en cuenta entonces de que si había algo que ya sombras escondían, pero nadie lo sabía, y tenía que permanecer así.

-¿Estás bien? -preguntó Suzzet. Sus ojos, de cervatillo, lo miraban fijamente, preocupados. Es cierto, Connor tenía varios amigos en aquel grupo, Ranik, Adaliah, todos ellos lo conocían desde muchísimo tiempo atrás. Aún así, ella parecía especialmente preocupada sus ojos reflejaban un dolor y un interés auténticos e incluso más grandes que los de sus amigos. Lo llevaba agarrado del brazo, incluso ya había abrazado después de que donara su poder por el bien de la misión. Connor nunca había albergado esperanzas de que ella sintiera algo más por él aparte de amistad, pero verla así, tan preocupada, agitó su corazón-. Ya has hecho suficiente por hoy, me gustaría dejarte descansar. ¿De verdad quieres seguir así?

-No te preocupes -contestó. S0onó mucho más aliviado de lo que se sentía, tal vez porque estaba hablando con ella-. No podía dejarlos ir sin estar ahí con ustedes.

-Bueno -fue lo que ella dijo. No parecía aliviada, pero Connor, siempre observante, aún después de perder sus poderes, notó que otra mirada estaba sobre él. Alannah. Nunca la había visto tan triste, tan anhelante, parecía sufrir con cada paso que daba. Y ella, entre todos, lo miraba a él con cierto anhelo que le helaba el corazón, porque sabía, también, que un amor como ese no traería nada bueno.

🌼🌼🌼

Observar sin decir mucho siempre había sido uno de los atributos de Zedric. Cómo lector de mentes, tenía el poder de ver más allá de lo que alguien simplemente decía, de leer secretos, intrigas, dolores y aflicciones. Aún así, inconscientemente había participado en ello de alguna manera, con su presencia, (a la cual nunca había tomado como algo importante), podía cambiar muchas cosas, interferir, aunque fuera poco, en los resultados.

Zedric, Nathan, Piperina y la bestia estaban en las sombras, siendo parte de lo más olvidado, temido, moviéndose entre la inmensidad del Inframundo, y observando todo con amplio ojo crítico a la espera de no ser descubiertos. Tenían que rebasar a aquel grupo, más la idea de pasar entre ellos parecía peligrosamente imposible. Los monstruos estaban en todas partes, y algunos, los más sensitivos, los reconocían. Nathan entonces los cegaba por completo, más su tiempo de reacción a veces cambiaba, y con que solo una persona lo notara las cosas podían ir mal.

Murmullos de SkrainWhere stories live. Discover now