Capítulo 8. «Recuerdos de la infancia»

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Suzzet hizo que la energía creciera, poco, más lo suficiente como para que se notara. Se notaba su esfuerzo, tenía la frente perlada de sudor. No soportó mucho, y tan solo unos cuantos segundos después mandó la energía directamente hacia el lago.

Skrain bajó la mirada. No sabía si aquel sería un buen resultado, y tenía que ver con que Suzzet había sido la primera en pasar. Sabía que elegir a una criada por los elfos influiría bastante en su suerte, más no que tanto.

—Bien —dijo Raniya—. Aunque bastante pobre para tratarse de tí.

Suzzet hizo una pequeña reverencia burlona y volvió a su lugar. Entonces Dafaé nombró a Connor, y él avanzó, divertido, hacia la cruz. Parecía que haberlo puesto entre sus amigos de la niñez había sacado ese aire serio de él, porque los tres, Ranik, Adaliah, y Connor, se reían entre ellos dejando ver qué eran viejos amigos.

Connor tenía una pequeña sonrisa divertida para cuando llegó a la cruz. Para cuando alzó las manos, Dafaé y Raniya parecían un poco molestas. Dafaé, a la que no parecía gustarle que se burlaran de ella y de sus pruebas, se lo tomó personal, haciendo una masa de energía significativamente más grande para ir hacia Connor.

Connor había estado entrenando con Suzzet varios días antes de eso. Era una de las pocas maneras que él encontraba para estar cerca de ella. Siendo así, sabía un poco de manejar energía, podía distinguirla, más no había intentado manejarla. Para cuando la energía llegó a él lo primero que hizo fue tambalear un poco en su mismo lugar, más no dejarla ir.

Dafaé estaba inspirada. Mandó tres bolas de energía de un golpe, todas pequeñas, más rápidas y peligrosas. Connor las atrapó a duras penas. Para la última ya estaba dando su máximo esfuerzo, así que, aunque la atrapó, no pudo mantenerla por mucho tiempo.

—Decepcionante —dijo Raniya—. Decepcionante.

Connor suspiró. Olemus lo recibió con un gesto cálido, no parecía enojado, más bien lo consoló y le dijo que a la próxima lo haría mejor. Adaliah estaba demasiado concentrada en ellos como para no escuchar que su nombre fue el siguiente en ser nombrado. Akhor le llamó la atención jalándola de la muñeca, y, a diferencia de los demás dioses, fue el único que la condujo hacia la cruz.

—Concéntrate —le dijo, con sus ojos entrecerrados—. No decepciones con algo que es un don tuyo ya de por sí.

Tal vez aquello fuera un don de Adaliah, sí, pero acababa de descubrirlo. No sabía si realmente era tan buena como para soportarlo sin antes haber entrenado.

Adaliah concentró su mirada en Dafaé. Ella sonreía, su enojo parecía haberse esfumado por completo. La energía que le mandó a Adaliah fue rápida, certera, y sencilla de atrapar. Podía ver y sentir como esta se alimentaba de su propia energía, porque este era otro tipo de magia, una que no se nutría de su propia esencia vital, sino que le quitaba una parte de sí misma, que se ligaba directamente a su alma.

Requería mucho de sí misma mantener el control. Adaliah aun estaba débil, tenía poco que se había recuperado de lo de sus piernas. Sabía lo que era mantener la magia viva a pesar del dolor, pero le costaba encontrar fuerzas en dónde parecía no haberlas.

«Manejar magia es un estira y afloja —una voz, la de Eadvin, se infiltró en su mente. Él estaba justo frente a ella, mirándola fijamente—. Consigue energía de la magia, no dejes que ella la consiga de tí»

Adaliah frunció el ceño, tratando de concentrarse. Fue en ese momento en que Dafaé lanzó los demás proyectiles de energía, uno, dos, tres, cuatro. Adaliah respiró hondo y comenzó a luchar no con la energía, sino con la idea que tenía ella misma de su debilidad. Eso era lo que permitía que las cosas se vieran más difíciles, el que tenía una pobre opinión de su fuerza.

Murmullos de SkrainWhere stories live. Discover now