Capítulo 13. «Ojos hambrientos»

157 32 5
                                    

La realidad es tan complicada como difícil de descifrar. Su interpretación puede, incluso, estar influenciada por cada uno de nosotros. La vida es difícil, sí, pero también es cuestión de perspectiva.

Zedric había pasado mucho tiempo estudiando la mente de las personas. Sabía que cada una era como un reloj, un reloj muy complicado, lleno de engranajes que se ocultaban a los ojos de los demás, engranajes frágiles, casi imperceptibles. Sin embargo, la mente que más había estudiado era la suya, porque, bien que mal, era la que podía sentir, medir, con la que más estaba familiarizado.

Siendo así, no le fue difícil sentir cuando esta bestia, tan poderosa, entró en su mente. Fue como sentir una de esas pequeñas agujas que fueran los nervios entrar lentamente, un simple pinchazo, pero suficiente para que él viera también a su perpetrador, aquella bestia que parecía mantenerse oculta a los demás, más no a él.

Calum escuchó las advertencias de Zedric, instantáneamente poniéndose calmado, más Zara, mucho más frágil de mente, comenzó a llorar, doblándose en el suelo y gimiendo de dolor.

—Zara —él se inclinó, y, con voz queda, trató de meterse en su mente diciendo—: Zara, estás bien.

Zara seguía llorando, Calum a su lado. Zedric, por su parte, buscaba, trataba de encontrar la ubicación de aquella bestia. Pronto estuvo siguiendo sus instintos, yendo hacia la parte más hacinada de la ciudad, dónde las casas eran tan pequeñas y chiquitas como para que un hombre grande y fuerte apenas si pudiera pasar por los caminos. Tuvo que ir lentamente, valiéndose de sus sentidos y percepciones.

Los caminos estaban, sorprendentemente, vacíos. No se escuchaba ni un paso, ni un sonido, nada. Zedric suspiró, (de nuevo), luego lo escuchó, eran pasos, rápidos, por el sur. No pudo evitarlo, antes de notarlo estaba caminando, siguiendo a esta bestia, constante, que se movía de un lado al otro, que caminaba con tanta rapidez como si tuviera más de cien pies. Justo entonces, se detuvo, dió un giro rápido y entró a una de esas pequeñas casuchas.

Zedric entró. Aquella casucha era de solo un cuarto, no debía de medir más de diez pies al cuadrado. La oscuridad lo llenaba todo, más, en la esquina más lejana, vió un par de ojos. Zedric encendió la lámpara que llevaba colgando de su cinturón de armas. Así pudo ver a la bestia que, para sorpresa suya, había tomado la imagen que él más deseaba ver, la de Amaris.

Parecía una visión, estaba tal como aquel primer baile en el que habían entablado conversación. Su cabello rizado oscuro brillaba con la luz del fuego, más sus ojos oscuros tenían cierto aire gatuno y deshinibido que no se veía para nada como ella. Una sola vista de esos ojos hizo que recordara porque estaba ahí. En un tono fuerte, más furioso que otra cosa, pero controlado, el dijo:

—La crueldad debe de ser uno de tus muchos dones, bestia.

Ella, o lo que esa cosa fuera, lo miró. Una mirada fija, burlona, traicionera, hasta un tanto enferma.

—Sé lo que buscas, rey de hombres —respondió—. Y ese poder que posees es tan reconocible como un faro a media noche. El Sol, ni más ni menos, todas tus manifestaciones son distintas e iguales al mismo tiempo.

—Deja de dar rodeos, bestia —insistió él. La bestia tenía muchos conocimientos, y lo sabía, más no era eso lo que había comenzado a ponerle nervioso, sino la manera en que, con pocas palabras, lograba alterarlo. No debía dejar que sus sentimientos salieran a flote, debía mostrarse firme en todos los sentidos—. Si sabes lo que busco, ¿Por qué no dármelo?

—Porque aún no estás listo —la bestia cambió de forma, de pronto ya no era Amaris, sino la forma de un dios, Zedric lo reconoció como Conrad, Seth, Morfeo, o como sea que se llamara, el dios de los sueños—. Eres inteligente, tanto como para reconocer a mi amo. ¿Quieres saber porqué los sueños son tan importantes? ¿Quieres recuperar a tú amada? ¿Quieres que el poder qué surge de tí por fin aparezca? Quieres muchas cosas. No puedo darte todo.

Murmullos de SkrainKde žijí příběhy. Začni objevovat