Capítulo 28. «Influencias divinas»

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En teoría, tener pensamientos oscuros y rebeldes podría significar el fin de su mera existencia. Sin embargo, Piperina no sentía nada de eso, su mente era inteligente de una nueva manera, independiente, nadie podía dominarla.

Siendo así, conocer el nuevo mundo de los dioses, por un momento, le causó muchas y diferentes reacciones a la vez.

-¿A dónde me llevan? -preguntó-: Ya he estado aquí, pero se siente...

-Diferente -le contestó la persona que lo conducía. Era una joven muy parecida a Piperina, aunque, en vez de tener el cabello castaño como el de ella, lo tenía color miel oscuro, casi castaño. Ojos grandes, un fulgor dorado entre ellos. Piperina conocía el maquillaje, aunque no era muy común llevar distintas runas grabadas en la piel, como las tenía ella. Le llenaban todo el cuerpo, desde su rostro, brazos, hasta las piernas.

No iba muy vestida que digamos, traía una falda larga abierta, sandalias, y un corsé apretado y brillante. Todo era dorado con destellos de blanco.

-Ves y entiendes mucho más que antes. Todos estamos unidos, somos hijos, por así decir, de los dioses mayores. Los creadores. Ellos están por encima de nosotros, tienen más poder, y...

-¿Lo manejan también?

-No -contestó-. Tienen suficiente poder como para quitarlo, más no lo manejan. Tanto poder es imposible de manejar. Sin embargo, al manejar un aspecto vital de la existencia, la vida, la creación, los sueños, ellos tienen el poder como para quitar todo aquello que nos hace nosotros mismos. Su poder está más allá de todo.

-Lo entiendo -contestó Piperina, aunque, al mismo tiempo, no lo hacía. La parte intrínseca y más divina de Piperina lo entendía, más aún había algo de mortal en ella. Algo que quería y sentía que debía desafiarlo todo.

Habían andado ya horas por el palacio. Le enseñaron muchas habitaciones, conoció a muchos dioses que estaban por encima de ella, presenció fiestas, tecnologías, se enteró de la existencia de mundos, guerras, y muchas cosas que estaban demasiado lejos de lo que conocía.

Para cuando terminó, solo estuvo convencida de una cosa, que el universo era catastrófico, y que nada realmente estaba bajo control, ni siquiera del padre de todo.

Su parada final era una puerta alta, gris, que brillaba bajo una luz que no parecía tener procedencia alguna. Luz divina.

-Ahora que has visto lo que tenías que ver, te toca hablar con él. Suerte.

Piperina asintió, aunque no sabía con quién tenía que hablar, lo que tenía que saber. Sentía que tenía más dudas que antes de comenzar a hacer su recorrido, y ser una diosa dejó de ser tan importante como lo fue en un principio.

Con esto en mente, las puertas se abrieron, y Piperina se encontró con un rostro conocido frente a ella. Seth. Con los ojos entrecerrados, pronunció:

-Eres uno de los más poderosos aquí, ¿No es así?

Seth no contestó. Simplemente la estaba observando. Con renovada furia, ella se acercó más a él, avanzando a través de esa habitación vacía en la que él parecía lo más cómodo del mundo. Todo era blanco, blanco como el marfil, puro, y pulido. Él estaba acostado en un sofá que se veía bastante cómodo, gris y brillante, que destellaba energía como la que salía de la puerta que había recibido a Piperina.

-No es eso lo que debería de estarte preocupando ahora -contestó él, divertido. Piperina entrecerró los ojos, más su mente era demasiado astuta como para saber que no podía pensar en lo que Seth quería que llegara a su mente. Entonces, se forzó a ella misma a actuar-. Oh, bueno, tal vez sí. Si crees que el poder que tengo te ayudará en algo, déjame decirte que no.

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⏰ Last updated: Feb 09 ⏰

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