Capítulo 25. «Cinco grandes consejos»

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Desde el momento en que Astras apareció en escena Adaliah tuvo un mal presentimiento. No había visto un rostro como el suyo nunca. Y no es porque sus rasgos fueran distintos, o porque su belleza, poder, o incluso voz fueran muy peculiares. Era el aura que transmitía.

De pronto todos estaban luchando arduamente, y Zedric, también, estuvo apunto de morir.

Pero no lo hizo, ella volvió. Un atisbo de la antigua Amaris estuvo de vuelta, y lo salvó, a él, el amor de su vida.

Por un momento Adaliah deseó sentir algo como aquello. Sentir tanto amor y devoción por alguien como para salvarse de las profundidades de la inconsciencia, darlo todo por esa persona, incluso la vida. Entonces, ya no estaba.

Adaliah no se había dado cuenta de lo consciente que era de sí misma hasta aquel momento. Estar vivo, con tú propia mente y existencia como acompañante, es una cosa hermosa y gratificante de la que no estás consciente de tener, hasta que la pierdes.

El mundo de los sueños es un mundo completamente diferente y ajeno a cualquier cosa que uno pueda imaginar. Es un mundo creado a base de la imaginación de todo el universo pensante. Se deforma y transforma continuamente, aparentemente lleno de caos, más formado por una estructura realmente compleja, entrelazada, sosteniéndose por sí mismo y conectado a todo lo demás.

Adaliah perdió la consciencia. Por un momento creyó que estaba soñando, más al siguiente se dió cuenta de que todo se sentía demasiado real, más de lo que podía incluso creer. Se levantó, y enfocó la mirada para encontrarse con algo increíble. Todo a su alrededor era como en el pasado, cuando viviera en la Isla Real. Estaba en sus antiguos aposentos reales, los de la heredera, y los sonidos que antes le habían sido familiares lo llenaban todo. Incluso olía igual, y su camisón, azul cielo hacía sentir cómoda su piel, como si hubiera estado durmiendo entre seda, en la comodidad del cielo.

Se levantó. Fue a poner la vista en su ventana, dónde esperaba ver a la típica muchedumbre con sus miles de ocupaciones e idas y venidas pasar por el muelle. Lo que vió la sorprendió, porque sí, en parte estaba viendo eso, más también, por otra parte, todo tenía cierto aire espectral que no podía descrifrar. Las personas pasaban entre sí cómo sino pudieran verse, diferentes animales o cosas aparecían de aquí a allá y desaparecían con la misma rapidez. Entrecerró los ojos, confundida, y pronto todo cambió, un parpadeo que hizo que su visión se pusiera confusa, como si hubiera viajado en el tiempo, o los colores se vieran un tanto menos vívidos. No sabía definirlo.

-Todo parece estar encimado, ¿No es así? -preguntó una voz desconocida. Aquella presencia simplemente había aparecido ahí, lo que debió sobresaltarla, más ella se mantuvo inerte, indómita. Suspiró, y miró al hombre de cabello gris que yacía a su lado. Seth.

Seth era tal como Piperina lo había descrito. Alto, de cabello voluminoso gris, ojos cambiantes y sonrisa lobuna.

-Lo está porque este mundo es cambiante y tiene muchas formas de ser. Los sueños pueden tener muchas versiones de ser, miles de visitantes viniendo a cada momento. Todo está y no está al mismo tiempo.

-Siento que me has secuestrado -contestó Adaliah con voz trémula. Él no lo negó-. Es cruel que me hayas traído aquí cuando sabes que esto, mi antiguo reino, ya no está.

-Tú misma te trajiste aquí -insistió Seth. Su rostro parecía tranquilo mientras miraba hacia al mar, y su voz también lo fue cuando agregó-: Es tú lugar tranquilo.

Adaliah suspiró. Miró con cierto nerviosismo su antigüo hogar, y, de cierta manera, el saber que no era real comenzó a hacer parpadear la imagen. Furiosa, preguntó:

-¿Y qué quieres de mí? ¿Por qué me has secuestrado deliberada y aprovechadamente?

La respuesta de Seth fue tomarle la mano y llevarla lejos, a un lugar que ella no pudo reconocer. Estaba frente a una gran ciudad que se elevaba sobre el desierto, era brillante, prístina, más destacaba por verse rica y basta, llena de vegetación, canales de agua, y cosas que no esperarías encontrar en el medio de la nada.

Murmullos de SkrainWhere stories live. Discover now