Capítulo 2. «Reunión no anticipada»

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—¡Princesa de la Luna, princesita perdida, burla viviente, bicho desterrado de mierda, despierta!

—¡¿Es qué no escuchas?! ¡Sal de tus sueños, ya es hora!

Piperina despertó. Su respiración estaba entrecortada, su cabeza dolía y alrededor de ella había endredaderas que se habían esparcido hasta los pies de sus aposentos.

—Princesa, ¿Se encuentra bien? —preguntó su pequeña ayudante, Flora, que lucía visiblemente asustada aunque trataba de ocultarlo.

Piperina aún tenía el fuego de Nathan, razón por la que podía oler su miedo, la incertidumbre flotante sobre ella, que no dejaba parpadear en un gesto nervioso.

—Sólo fue un mal sueño —contestó ella—. Nada más que eso.

La chica frunció el ceño. Seguro quería parecer tranquila, pero no lo lograba. Le tenía miedo.

—Entonces ya puede soltarme —rogó.

Piperina bajó la mirada, notando que sus manos de aferraban a las de la chica con fuerza, dejando sus muñecas rojas y adoloridas.

—Lo siento —murmuró ella, las imágenes en su mente la llevaron de vuelta a aquel día, los ojos de Alannah antes de irse—. Ese sueño, ese sueño hizo que...

—No tiene que explicarse, reina mía —interrumpió ella—. Entiendo que el poder que tiene también trae consigo sufrimiento. Creo que, incluso, es hasta mejor que yo no sepa nada.

Piperina bajó la mirada. Le dolía la cabeza, apenas si podía mantenerse varios minutos sin pensar en sus problemas y como resolverlos.

El sonido de trompetas resonó por todo el lugar. La llamada de trabajo, la señal de que era hora de poner manos a la obra y trabajar a nombre de su hogar.

Piperina dejó que Flora la condujera hacia la tina de baño y se sumergió en ella. El olor a coco y especias le embargó, una combinación a la que estaba comenzando a acostumbrarse. Piperina se mantuvo con la vista fija en el frente durante todo su baño, miraba los cuadros familiares que tenía frente a ella, tratando de recordar aquellos buenos momentos en los que todo parecía medianamente feliz.

Nathan entró entonces por la puerta sin molestarse en anunciarse o si quiera un poco de pudor. Miró el rostro serio de Piperina, la rodeó y se acercó a ella de aquella forma cálida en que solía hacerlo.

—Deja de perturbarte a tí misma, Pipe —fue lo que dijo—. Tengo noticias.

—Debiste de esperar siquiera a que terminara de bañarme —fue lo que contestó ella.

Amaba a Nathan, habían pasado por muchas cosas juntos, pero Piperina simplemente no se sentía de buen humor esos días. Hasta ella misma reconocía que su característico humor valiente y atrevido había quedado lejos. Incluso Nathan, quién por un tiempo también estuvo deprimido por resolver la cosa de su poder y sus derivaciones, estaba de mejor humor que ella.

Tal vez era solo fingido, para hacerla sentir mejor. Que los dos siempre estuvieran enojados no sería sano para ninguno.

—Sé que no es el tiempo adecuado para decírtelo, Pipe, pero seguimos estando unidos, y es porque íbamos a casarnos. Tal vez en el momento aquello fue por motivos políticos, más ambos sabemos que existe algo entre nosotros, algo fuerte. Quiero sentir que sigo unido a tí, quiero ayudarte, tanto como pueda, de verdad.

Piperina apretó su mano, y luego, divertida, preguntó:

—¿Y eso quiere decir que andes por aquí aunque esté desnuda?

—Eso quiere decir que quiero que nos casemos.

Piperina suspiró.  No negó la cabeza, ni hizo algún movimiento que mostrara las pocas ganas que tenía de casarse, simplemente fue honesta y dijo:

Murmullos de SkrainWhere stories live. Discover now