Capítulo 7. «Prueba de poder y resistencia»

165 27 1
                                    

Para Adaliah amanecer era tan delicioso como asfixiante. Por unos segundos se mantenía tranquila, viva, y veía la luz con cierta relajación, más al siguiente ya se sentía abrumada por lo que se avecinaba, porque, desde mucho tiempo atrás, la vida para ella se le había vuelto difícil de descifrar, con tantas cosas esperando a suceder, problemas inexplicables, problemas que se tenían que resolver tomando decisiones, cada una más difícil que la otra.

Aquel día el silencio y la satisfacción que le sobrevivieron después de despertar fueron bastante duraderos. Por un momento se mantuvo observando los grabados que había en el techo, pinturas que hacían referencia a los mundos mortales, espirituales, y eternos, la tierra, sus manifestaciones, el inframundo, todo se veía en aquella brillante decoración, más, al siguiente, comenzó a detenerse a escuchar los sonidos de aves, animales, del mundo que la rodeaba. Las luces y contornos decían mucho, pero los sonidos más.

—Levántate, floja, que ya es de día —fue Akhor el que la hizo salir de su trance. Adaliah frunció el ceño, y contestó:

—Estoy levantada.

—Parece que en el mundo mortal e inmortal existen distintas definiciones para lo que es levantarse —contestó él, entre risas—. Levantarse no es despertar, levantarse es moverse y hacer algo aparte de estar acostado como inútil.

—Aun no sirven el desayuno —fue lo siguiente que dijo Adaliah—. Dioses, eres demasiado molesto.

—Lo soy —Akhor buscó en el armario, y sacó de él un precioso vestido amarillo, llamativo y un tanto excéntrico—. Ponte esto.

Lo lanzó frente a ella, que con el ceño fruncido lo alzó, y se quejó, diciendo:

—No es el tipo de vestido que yo suelo usar.

—Precisamente por eso es que quiero que lo uses, princesita —contestó—. De todas maneras no lo traerás puesto por mucho tiempo.

Adaliah frunció el ceño aún más, si es que era posible.

—¿Qué acabas de decir? —preguntó Adaliah, arqueando una de las cejas y concentrando una mirada inquisitiva en él. Akhor alzó las manos, y respondió:

—No pienses mal de mí, ridícula, lo digo porque probablemente tengas pruebas que requieran que te cambies. Aún así, como no lo sabes, tienes que vestirte bien. 

Akhor salió entonces de la habitación, entrando después de él las dos damas que la habían ayudado a vestirse previamente al baile. Eran calladas, no se habían presentado, y su forma de andar era parecida a la de un cervatillo recién nacido, entre torpe, rápido, y al mismo tiempo elegante. Era una combinación extraña, pero Adaliah estaba comenzando a acostumbrarse a ver cosas extrañas suceder demasiado a menudo.

Salió de su habitación justo a tiempo para llegar al desayuno. En el camino se topó con Skrain, al cual le preguntó:

—De tí es del único del que no sé dónde quedan sus habitaciones. ¿Te dieron todo un piso como a Akhor?

Skrain sonrió. Se veía bien con el cabello largo, pero teniéndolo corto las cosas cambiaban. Sus rasgos se veían más angulados, y la barba que se había dejado crecer también había sido degrafilada para darle un efecto aún más elegante. Su media sonrisa hizo que Adaliah sintiera su corazón latir con rapidez, algo que intentó contener tan pronto como sucedió.

—Tengo mi propio piso en la zona más alta del palacio. Al parecer, hace muchos ayeres fueron las habitaciones del original Skrain. ¿Y tú? ¿Akhor mantiene sus atenciones incluso en el lecho en el que duermen?

—No seas idiota —contestó ella, con el ánimo quebrantado por escuchar que así es como se veía para los demás, como alguna especie de juguete o posesión más—. No. ¿Cuántas veces tendré que decirlo para que lo creas?

Murmullos de SkrainWhere stories live. Discover now