Capítulo 4. Y aunque mi corazón ya tenga su camino...

1.4K 125 96
                                    


Capítulo 4. Y aunque mi corazón ya tenga su camino no sé cómo impedir que sea tuyo este latido.

PHUPHA

El Mayor jamás se había considerado a sí mismo un hombre fuerte cuando tenía que ver con Tian. Durante la estancia del profesor voluntario en Pha Pun Dao, Phupha había descubierto que bastaba una sola de las miradas de aquel chico para convertirlo en un desastre que tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no ponerse a temblar o peor aún, tartamudear delante de él.

Había sido así desde la primera vez que lo había mirado. El joven aquel que vestía caras ropas de diseñador que no combinaban para nada con un lugar como la aldea que acababa de llegar había colapsado entre sus brazos después de haber caminado al lado de Yod hacia la aldea. Phupha, claro está, había corrido a sostenerlo y al sentirlo entre sus brazos algo dentro de su alma, aquello que habitaba en su piel más profunda, había gritado una bienvenida que había hecho que el corazón del hombre comenzara a latir de forma terrible.

Después de eso, Tian se había ido metiendo en su corazón con la paciencia y la persistencia con la que las cascadas se abren camino en medio de las rocas. El corazón de Phupha se había dejado llevar, el hombre no había podido mantenerse estoico ante ese chico terco y rebelde que retaba cada una de sus órdenes y que se atrevía a desobedecerlo. Tian había sido una fuerza poderosa a la que él no había podido enfrentarse. Tian lo volvía un manojo de nervios, hacía que sus piernas se convirtieran en gelatina y hacia que su corazón quisiera salirse de su pecho para poder posarse en las manos de Tian. Las benditas manos de Tian que parecían estar hechas para entrelazarse con las suyas y que lo tocaban como si Phupha fuera algo frágil y muy valioso, en lugar de simplemente un hombre como él que siempre se había percibido a sí mismo como alguien severo y duro.

Tian había sido como una brisa fresca de verano en su corazón. Tian lo había cambiado todo, le había hecho cuestionarse mil cosas distintas acerca de su vida y también le había hecho descubrir que era capaz de sentir un amor que poco sabía de límites y fronteras. Y como la primavera que solo se queda en el mundo durante una fragante estación, Tian se había ido de su lado meses después de su llegada a la aldea. Sí, Phupha estaba seguro de que si se lo hubiera pedido, Tian se habría quedado a su lado pero simplemente no había podido hacerlo. Aunque el mundo entero le hubiera dicho que cometía un error dejando ir a un chico que parecía sentir lo mismo por él, le había faltado egoísmo para retener a Tian en un sitio que si bien le había enseñado tanto, no debía ser el destino final de su viaje. Phupha deseaba que Tian conociera más del mundo y más de sí mismo. Phupha había querido que Tian tuviera una elección real de la cual no tuviera que arrepentirse después.

—Dejemos que el tiempo sea nuestra prueba y si lo que sentimos es real, entonces sabes que estaré aquí esperándote por siempre— le había dicho él a Tian mientras que el chico se aferraba a su cuerpo en aquella despedida con la que Phupha soñaba casi todas las noches.

Phupha había cumplido su promesa, claro. A pesar de que había descubierto nuevos sueños dentro de sí mismo, él siempre buscó que estos no lo llevaran demasiado lejos del sitio donde seguiría esperando una vida entera si era necesario pero él no se sentía con el derecho de buscar a Tian e intervenir en una decisión que correspondía solamente a ese chico hermoso que estaba mirándolo ahora con toda la ilusión del mundo en la mirada. Y era increíble notar que aunque dos años habían pasado, nada había cambiado en su corazón.

Al mirar a Tian, Phupha sentía que un océano de miles de emociones se alzaba de forma orgullosa en medio de su pecho. Phupha podía escuchar que cada uno de sus latidos cantaba el nombre de Tian como si se tratara de una de las canciones más hermosas del universo. Su cuerpo entero estaba envuelto en llamas que lo urgían a tomar a Tian entre sus brazos porque el dueño de todos esos latidos que le daban vida estaba ahí. Tian estaba ahí, frente a él. Su corazón latía por Tian. A pesar de que sus caminos habían estado separados por kilómetros de distancia y ausencia, aquel latido le pertenecía a Tian de forma completa.

Cometas Por El CieloWhere stories live. Discover now