Capítulo 8. Que si yo no ardo de amor, muero de frío.

1.1K 116 138
                                    


PHUPHA

Tian respiraba de forma tranquila al lado suyo. La luz de la luna parecía reflejarse sobre la piel del joven ingeniero quien dormía de forma profunda en aquel momento.

Los ojos de Phupha paseaban por el rostro tranquilo del muchacho cuya respiración era acompasada. Phupha se sentía hipnotizado por el suave movimiento del pecho de Tian, por la suave belleza de los rasgos de su rostro y por el modo en el que parecía sentirse completamente seguro al dormir entre sus brazos.

Aquello era nuevo para él, claro. Saber que alguien confiaba en él de aquella manera era embriagante, tanto como las bebidas prohibidas que sus compañeros en la base habían bebido sin que les importara nada al enterarse de que había acreditado el examen de ingreso a la universidad.

Phupha suspiró al rememorar todas las cosas que habían sucedido aquel día. El Mayor sonrió mientras en su mente aparecía la sobria sonrisa con la que uno de los oficiales le había dado la bienvenida como estudiante y aunque aún se sentía un poco ridículo por empezar tan tarde con una carrera universitaria, algo parecido a un orgullo infinito había aflorado en su corazón al recibir la noticia. Los oficiales le habían comunicado que sus resultados en los exámenes de conocimientos habían sido perfectos y que al contar con el apoyo incondicional del General Teerayut, en realidad no había más nada que pensar.

Phupha se había sentido un tanto incómodo al escuchar el nombre del padre de Tian en la conversación pero no había dicho nada. Después de todo, él sabía que un hombre así debía sentirse aún en deuda con él por el modo en el que había cuidado a su hijo durante su primera estancia en Pha Pun Dao. El padre de Tian estaba pagando una deuda con él del modo en el que solían hacerlo las personas poderosas: en silencio y sin hacer demasiado alboroto.

Sin embargo, al salir de la sala de entrevistas mientras pensaba en la enorme sonrisa que Tian le regalaría al escuchar las buenas noticias, a Phupha le había sorprendido sobremanera ver al señor Sophadissakul frente a él, sonriéndole como si se tratara de algún miembro de su familia.

—El presidente del departamento de admisiones me dijo que estarías aquí hoy— dijo el elegante hombre mientras Phupha se inclinaba ante él de modo respetuoso—. Pensé que sería una buena oportunidad para invitarte a comer, hijo. Hay una persona que se muere por conocerte.

—¿Señor?— cuestionó Phupha sin entender muy bien por qué el padre de Tian estaba siendo tan informal y hasta cierto punto, afectuoso con él.

—La madre de Tian muere por conocer al chico que compartirá la vida con el menor de nuestros hijos— dijo el hombre con naturalidad y Phupha sintió que su cara se sonrojaba sin que él pudiera contenerlo—. Tian no nos habló de ti sino hasta que decidió volver a la aldea. Sabemos que los dos están juntos ahora y nos parece bien. Sin embargo, la madre de Tian siente mucha curiosidad y sabe que tú y nuestro hijo no vendrán a Bangkok sino dentro de meses así que ¿Podrías comer con nosotros hoy? Ya eres parte de nuestra familia, así que dejanos celebrar tu éxito. Acabas de entrar a la facultad de Ciencias, ¿no es así?

—Así es, señor— contestó Phupha con bastante timidez—. Debo agradecerle por las cartas de recomendación que usted hizo llegar a la junta de admisiones.

—No fue por eso que te aceptaron y debes entenderlo muy bien,— dijo el general con calma—. Quizá Tian te haya dicho que me gusta comprar cosas buenas para todo el mundo pero jamás te habría ofendido de ese modo, Phupha. Siempre has sido un hombre responsable, honesto e inteligente, ¿cómo no iba a apoyarte? Aún te debo la vida de mi Tian pero eso es algo que jamas podré pagarte. Cuidaste bien de él antes y ahora mismo estoy seguro de que sigues haciéndolo. Así que, ¿Podrías hacerme otro favor?

Cometas Por El CieloWhere stories live. Discover now