Capítulo 18. ¿Lo ves, tonto lo ves? Cómo fuiste el amor de mi vida. (FINAL)

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TIAN

Hay quien dice que la vida es una rueda y que al girar, es evidente que volverá al mismo sitio en el que todo comenzó. Para Tian, cuyo cabello pintaba ya las primeras canas de ese invierno que los seres humanos no eran capaces de evitar, aquel dicho era una realidad. A pesar de que él y Phupha habían construido en Bangkok una vida de la cual sentirse orgullosos los dos estaban de pie una vez más en aquel lugar donde todo había comenzado: el acantilado de Pha Pun Dao.

El brazo derecho de Phupha, siempre fuerte y cálido estaba envolviéndolo y protegiéndolo del frio como lo había hecho la mayor parte de su vida. Aunque los dos no estaban ahí para contar estrellas como era su tradición, ambos se mantenían en silencio quizá, recordando la historia de amor que se había escrito con la luz de los astros y que, para alegría de los dos, aun no había llegado a su final.

Aunque habían pasado varios años desde la última vez que ambos habían estado ahí, los dos se sentían como en casa. La semana anterior, Phupha había asistido a su ceremonia de retiro como profesor de ciencias de la Universidad Militar pero el hombre no sentía nostalgia de aquella etapa que había terminado porque aquellas montañas estaban dándole de nuevo la bienvenida y él sabía que si llegaba el momento de decirle adiós al mundo, aquel sería el mejor lugar para descansar.

Además, Tian estaba a su lado y aunque los dos ya no eran los mimos jóvenes cuyo amor apasionado había vencido todas las fronteras y las distancias, aun compartían un amor tierno, cómplice y dulce que parecía ser tan infinito como aquella verde cordillera que se reflejaba en sus ojos y que había crecido y madurado con los dos. Sí, los dos estaban en casa y sí, los dos sabían que en aquella villa los dos podrían descansar después de una vida entera de trabajo, aunque aquello era un decir porque los dos se habían postulado ya como profesores voluntarios para los niños que habitaban aquel lugar pues, aunque la aldea contaba ya con muchas mejoras en cuanto al acceso a oportunidades para todos los habitantes, los más pequeños aún solían iniciar con su educación en la escuela donde Tian había llegado a enseñar lo que parecía una vida entera atrás. Aquellos pequeños serian pues los alumnos de Tian y Phupha y los dos se sentían emocionados al pensar en que, por primera vez en casi treinta años de vida compartida, los dos estarían trabajando juntos en el mismo lugar.

-¿Crees que somos demasiado viejos como para seguir teniendo sueños como el que nos trajo aquí?- preguntó Tian y los ojos de Phupha se quedaron fijos en su mirada.

-Tú jamás envejecerás, ya te lo dije- respondió Phupha con una sonrisa brillante y Tian se preguntó, no por primera vez, cómo era posible que Phupha siguiera siendo tan completamente guapo a pesar de que su cabello oscuro se había pintado de plata también.

-Eso no responde a mi pregunta, Phu...

-No creo que exista una edad límite para dejar de soñar, creo que los seres humanos solo dejan de soñar y de luchar por convertir esos sueños en realidad cuando dejamos de existir- dijo Phupha de forma segura-. Así que bueno, tú y yo ya no somos los jóvenes protagonistas de una historia de amor inmortal pero aún tenemos muchas cosas que hacer por aquí, ¿no crees? Tú y Longtae de verdad han hecho de Pha Pun Dao un lugar mejor pero aún hay muchas personas a las cuales ayudar, empezando por los pequeños de la aldea.

-Longtae y Rang han hecho un buen trabajo todos estos años, ¿verdad?- preguntó Tian pensando en sus amigos quienes estaban ahora de viaje para celebrar su aniversario de bodas-. Me alegra que la madre de mi amigo los haya aceptado a los dos en la familia y que Khama les haya heredado el honor de dirigir y proteger a todos aquí. Longtae es uno de los jefes más queridos que esta aldea ha tenido y siempre voy a agradecerle el hecho de que nos haya recibido una vez más, él fue quien hizo realidad este sueño para los dos.

Cometas Por El CieloWhere stories live. Discover now